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El pasado martes 6 de diciembre terminaron los Diálogos Regionales Vinculantes del presidente Petro. Siendo estrictos, su efectividad se conocerá en febrero, cuando se entregue al Congreso el Plan Nacional de Desarrollo. Pero si los comparamos con procesos participativos previos, podemos ir identificando sus justas proporciones.
Primero, fue un ejercicio de planeación masiva (aunque no el primero ni el más numeroso en años recientes). Segundo, va a dejar un listado de propuestas que se suman a listados anteriores. Tercero, para que esas propuestas se vuelvan realidad van a necesitar de soporte técnico y luego volver a la ciudadanía.
El referente para ese balance es la planeación participativa de los Programas de Desarrollo con Enfoque Territorial (Pdet), que hacen parte del Acuerdo de Paz. Regresemos, brevemente, un par de años.
A mediados de 2017, el Gobierno Santos inició un amplio ejercicio de consulta ciudadana en los 170 municipios más afectados por el conflicto armado para identificar propuestas en ocho temas: educación, vivienda, salud, infraestructura, reconciliación, ordenamiento territorial, alimentación y productividad.
El ejercicio continuó en el Gobierno de Iván Duque hasta completarse en febrero de 2019. Participaron alrededor de 220.000 personas y se identificaron unas 33.000 iniciativas. Se trata de servicios o bienes públicos que las comunidades demandaron para saldar la deuda de desarrollo en sus territorios producto de la violencia.
Tres ejemplos, tomados al azar, ilustran su diversidad: adecuación de bibliotecas en Saravena (Arauca), estrategias para el manejo de residuos sólidos en Remedios (Antioquia) y fortalecimiento de la guardia indígena y cimarrona en Buenos Aires (Cauca).
Estos ejemplos también muestran que las propuestas de las comunidades no son —ni tienen por qué serlo— proyectos listos para ser ejecutados. Por eso, luego de la planeación, el consejero Emilio Archila y la Agencia de Renovación del Territorio se concentraron en definir una serie de pasos, que llamaron “trayectoria”, para que las iniciativas se implementaran (el 40% de ellas ya están en esa trayectoria).
En la Fundación Ideas para la Paz (FIP) reconocemos la necesidad de ese aporte técnico, pero señalamos que el Gobierno anterior dejó perder los canales para que la comunidad, tan activa en la planeación, se vinculara en la implementación de los Pdet. Esta situación fue generando desconfianza, al punto que los líderes locales difícilmente reconocen algún avance.
Volvamos al presente. Los Diálogos Regionales han sido espacios de consulta más que de diálogo. No es un reproche, sino una constatación: su principal función ha sido recoger propuestas (aspecto central en las consultas) y no transformar relaciones o generar confianza (el aspecto central del diálogo). Por eso, son comparables con la planeación de los Pdet.
Un primer comparativo es el tamaño de la participación. En el ejercicio Pdet participaron 220.000 personas. El Gobierno afirma que en los Diálogos Vinculantes participaron 250.000, que podrían corresponder a quienes se inscribieron a los encuentros vía web. Sin embargo, un estimado de la asistencia a partir de notas de prensa (principalmente regional) ronda los 150.000 participantes en 51 encuentros. Además, mientras los Pdet se concentran en 170 municipios, la cobertura de los Diálogos es nacional: 1.104 municipios. Fue un ejercicio de planeación participativa masiva, pero no el más numeroso.
Veamos, en segundo lugar, el número de propuestas. De los Pdet quedaron 33.000; los Diálogos los superarían ampliamente, con 87.000. Un número alto y en tiempo récord, gracias al uso de un formulario digital para que la ciudadanía subiera sus propuestas el mismo día del encuentro.
Desde la FIP asistimos a 20 de los 51 encuentros y observamos que esas propuestas comparten las características de las iniciativas Pdet: demandas profundamente sentidas por las comunidades, pero no proyectos listos para ser ejecutados.
Unos ejemplos: pensión campesina, actualización de Esquemas de Ordenamiento Territorial, fortalecimiento de organizaciones de mujeres. Por esa razón, de los Diálogos Vinculantes saldrá una nueva lista de solicitudes ciudadanas al Gobierno nacional para saldar deudas históricas.
Finalmente, así como con las iniciativas Pdet, estas propuestas necesitan validación y soporte técnico. ¿Caben en un instrumento como el Plan Nacional de Desarrollo Nacional? ¿En el Plan de este Gobierno? ¿Pueden ubicarse en otros instrumentos? ¿Qué entidad las puede ejecutar? ¿A qué costo? ¿En qué tiempo? Todas ellas son preguntas que deben resolver los técnicos del Gobierno nacional.
Si aprendemos de nuestra historia, las cabezas políticas de los Diálogos en Planeación Nacional, Ministerio del Interior y la Consejería para las Regiones, deberían estar pensando en una trayectoria de implementación para estas propuestas y en próximos canales participativos para tomar en serio su promesa de hacer realidad aquello que la ciudadanía solicitó.
A todas estas, ¿cómo pensará el Gobierno retomar la participación en los Pdet?