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Para alcanzar la paz completa, hay que remover las causas estructurales que dan lugar al conflicto, y las anteriores, son algunas de las medidas necesarias para empezar a lograrlo.

Hoy, hace casi un año, se firmó el coloquialmente conocido Acuerdo del Colón que oficialmente dio por terminado el conflicto armado con las Farc, y sentó las bases para alcanzar una paz duradera. Una década antes, en el 2005, la Ley de Justicia y Paz, con todos sus defectos, logró terminar el paramilitarismo.

Estoy convencida de que Colombia es hoy un mejor país, aunque todavía falte mucho para lograr una paz completa.

Ya damos por descontado que desde entonces cientos de vidas se han salvado, millones de colombianos han recobrado la tranquilidad y, muchas victimas han recuperado la esperanza de poder empezar a sanar con la verdad que empieza a surgir de este proceso y de la Ley de Justicia y Paz. Y ni que decir de los dividendos de la paz.

Sin embargo, desde el 2 de octubre de 2016, día en que el ‘No’ derrotó en las urnas a quienes apoyamos el Proceso de Paz, se inició un lento pero firme retroceso que generó una división profunda entre millones de colombianos.  

Hoy, esa división se agranda orquestada por un gobierno débil, y un Congreso, donde el Centro Democrático impone las agendas en los temas duros del país. Todo eso pone en peligro la implementación del Acuerdo Final y, con ello, las posibilidades de una paz completa.

Cambiar un acuerdo de paz es no cumplirlo, y además de violar un principio de derecho internacional, se envían dos señales inequívocas: la primera es que, si el gobierno no les cumple a las Farc, les da argumentos para su propio incumplimiento. Iván Márquez, por ejemplo, tiene una excusa para no presentarse a la JEP.

La segunda, es que la desconfianza en el gobierno mina cualquier posibilidad de un acuerdo con el ELN. ¿Para qué negociar con este gobierno que no le cumple a las Farc?

El ELN además, hoy se nutre de los fracasos de no implementar el proceso con las Farc, como el no ‘copamiento’ de los espacios dejados por estas durante el gobierno de Santos, o los incumplimientos e incertidumbres en el manejo de las drogas ilícitas del gobierno de Duque. Con ello se inicia otro circulo vicioso y una nueva guerra que podríamos prevenir.

Desde 1982 cuando Belisario Betancur ofreció a las Farc y otras guerrillas negociar, ha habido algunos procesos exitosos, pero también muchos fracasos, que perpetuaron y degradaron el conflicto.

Desde mediados del 2000 con la desmovilización parcial de los paramilitares y en el 2016, con el fin de las Farc, dimos pasos enormes. Pero falta mucho por implementar en el último caso, y para cerrar los ciclos de guerra y lograr la paz completa. Incumplir el Acuerdo Final es por ello aterrador.

Desafortunadamente hoy estamos dando pasos hacia atrás de manera apresurada. La Reforma Rural Integral, uno de los pilares del Acuerdo, no se va dar en este Congreso donde el Presidente Duque gobierna sin bancada, o peor, con la bancada que nunca creyó que existía conflicto, y por ello, nunca apoyó el Proceso de Paz.

Los tímidos avances en materia de reforma política, los atrasos en la sustitución voluntaria de coca, y los zarpazos para desmontar a la JEP, que aunque con imperfecciones, es una apuesta para lograr la verdad de todos los perpetradores, son los ejemplos más notorios, pero hay otros.

Para alcanzar la paz completa, hay que remover las causas estructurales que dan lugar al conflicto, y las anteriores, son algunas de las medidas necesarias para empezar a lograrlo.

Por eso hay que reflexionar sobre lo que significaría perder otra oportunidad, pero esta vez en una coyuntura global donde la polarización que promueven irresponsablemente troles y políticos fundamentalistas ha garantizado en muchos países, que la extrema derecha o la extrema izquierda gobiernen irresponsablemente, y se perpetúen en poder.

En Colombia, la polarización hoy está montada en un falso dilema sobre un Proceso de Paz que no se ha terminado de implementar y del cual depende otro que ni siquiera se ha negociado.

La polarización no es entre los del No y los del Sí, o entre la izquierda y la derecha, es una creación de políticos astutos que endurecen sus discursos para pescar en ro revuelto y lograr rápidamente perpetrarse en el poder, a través del miedo, destruyendo posibilidades políticas verdaderas, difíciles de vender, como en este caso, el de una paz completa.

Profesora de Estudios Internacionales, George Washington University. Investigo temas de conflicto, justicia transicional, construcción de paz y reducción de violencia.