Este es un espacio de debate que no compromete la opinión de La Silla Vacía ni de sus aliados.
Indagar por las percepciones del Acuerdo de Paz en los territorios con Programas de Desarrollo con Enfoque Territorial (Pdet) permite ver la complejidad de la implementación: actualmente existe una valoración positiva del Acuerdo y su ejecución, pero las distintas subregiones perciben un desarrollo desigual y en algunos casos, insuficiente.
Valorar el avance o retroceso de un proceso de paz es una tarea compleja. No solo se trata de la ejecución de lo pactado, que es muy importante y para lo cual se tienen múltiples instrumentos de seguimiento. Se trata también de cómo eso pactado logra generar transformaciones significativas en las causas estructurales de los conflictos violentos; de cómo los ciudadanos procesan y se vinculan en la construcción de paz. De ahí que el estudio de las percepciones sea una valiosa herramienta para quienes ejecutan las políticas públicas derivadas de un acuerdo de paz.
Monitorear las actitudes, percepciones y apoyo al proceso de paz en los territorios Pdet, labor que venimos realizando desde 2019 en colaboración con el Peace Research Institute of Oslo (Prio), la Universidad de los Andes y con el financiamiento del Ministerio de Relaciones Exteriores de Noruega y el Fondo Multidonante de las Naciones Unidas para el Sostenimiento de la Paz, ha sido una ardua tarea en 2021. Sin embargo, en medio de la pandemia y las difíciles condiciones de seguridad que viven algunas zonas del país, logramos conversar, a través de un equipo encuestador, con más de 11.000 personas de 72 municipios Pdet.
Los hallazgos son de gran valor pues recogen la mirada de personas que residen en zonas donde hubo más afectación por el conflicto armado y que, además, concentran un alto nivel de pobreza multidimensional. Allí, se observa un aumento de la satisfacción general con la implementación del Acuerdo, que pasa de 39 % en 2019 a 48 % en 2021. No obstante, solo el 26% cree que sus componentes, ya vistos individualmente (reincorporación, Pdet, justicia transicional, etc.), van por buen camino. Existe entonces una satisfacción global con el Acuerdo acompañada de una mirada aún escéptica de sus expresiones más operativas.
Esta ambivalencia se observa en numerosos aspectos del Acuerdo. Por ejemplo, si bien los y las encuestadas creen que los Pdet transformarán sus territorios, existen diferencias territoriales en la percepción sobre la construcción de bienes de infraestructura que encarnan esa transformación. Mientras en Macarena-Guaviare, 50,5 % de los encuestados considera que ha aumentado la construcción de bienes, en Pacífico Medio y Alto Patía-Norte de Cauca, menos del 12 % tiene esa misma percepción.
Con todo, esta mirada esperanzadora, aunque con matices, contrasta con el pesimismo que reflejan encuestas realizadas en grandes ciudades, en los que más del 70 % de los encuestados consideran que la implementación del Acuerdo va por mal camino.
Este claroscuro de la percepción de la implementación y su variación territorial pone de presente la necesidad de desarrollar agendas regionales de construcción de paz. Esto permitirá avanzar en esfuerzos diferenciados para cada subregión y llevar a cabo una apuesta por el involucramiento más directo de comunidades en la implementación del Acuerdo, incluyendo en los Pdet, la reincorporación y la justicia transicional. En suma, es necesaria una aceleración de la implementación para y junto con las comunidades beneficiarias.
Por eso, la invitación es a escuchar la paz en todas sus dimensiones y variaciones, a seguir alimentando esa esperanza con acciones; a trascender de las visiones dicotómicas, tomar los datos y dialogar con ellos para encontrar nuevas interpretaciones que aporten a la construcción de esa paz estable y duradera con la que sueñan colombianos y colombianas en todos los rincones del país.