Este es un espacio de debate que no compromete la opinión de La Silla Vacía ni de sus aliados.
La revocatoria del mandato es un logro constitucional para consolidar la participación ciudadana. El mecanismo aspira al ideal del ciudadano activo, como diría Hannah Arendt, uno comprometido con la cosa pública, un ciudadano informado y formado con capacidad de actuar por sí mismo, independiente.
Esa independencia supone que el ciudadano para actuar no requiere de la mediación de los partidos políticos, mucho menos para proceder a retirar del ejercicio de gobierno a quien considera que no está cumpliendo con lo comprometido en campaña y en el plan de gobierno. El mecanismo de la revocatoria es la posibilidad para que ciudadanos de a pie impugnen el mal desempeño del burgomaestre de turno.
En el caso de la revocatoria del alcalde de Medellín, los comités prorrevocatoria han sido cuestionados por su independencia ciudadana, especialmente por su presunta relación con el partido político Centro Democrático y con grupos empresariales con un poder que rebasa la noción de ciudadano de a pie.
De ser así, se consideraría que la revocatoria expresaría cierto espíritu de “revancha” porque el Centro Democrático estaría pasando factura al alcalde por haberlo derrotado en las elecciones pasadas. Y los empresarios estarían también participando de esa facturación por las afectaciones padecidas con el cobro de los daños de Hidroituango y las medidas contra el covid aplicadas en la ciudad por la administración que llevaron a sectores de comerciantes a millonarias pérdidas.
A estos cuestionamientos de la independencia ciudadana de quienes promueven la revocatoria se han sumado los escándalos en el proceso de la recolección de firmas. Distintas personas denunciaron la falsificación y suplantación de sus firmas las cuales fueron presentadas por los promotores como respaldo para convocar oficialmente a la revocatoria. Y actualmente el Consejo Nacional Electoral está constatando que los promotores no hayan superado los topes económicos establecidos para este tipo de iniciativas ciudadanas.
Sin embargo, es el alcalde quien mayores cuestionamientos tiene sobre su independencia. Tal parece que un sector político y de opinión no le perdona al alcalde el haberse autoproclamado independiente de los partidos políticos, especialmente de las viejas maquinarias, durante la campaña que lo condujo a su actual cargo.
Pero una vez electo, el alcalde, al parecer de sus críticos, logra la gobernabilidad acudiendo a las mismas prácticas burocráticas que tanto cuestionaba en campaña. Un sector de este estado de la opinión participa de la idea de la revocatoria porque consideran fueron traicionados. El independiente no lo es.
Autoproclamarse “independiente” ha devenido, en ciertos casos, en una estrategia política para re-encauchar el poder de los desprestigiados partidos políticos, especialmente aquellos de vieja data. De esta manera, “independiente” está teniendo el mismo efecto ideológico que hoy día producen las marcas de “productos saludables” o “vivienda ecológica”, muchas de ellas son solo adjetivos huecos.
Bajo “saludables” se venden productos con igual o más químicos que los productos tradicionales, y con la consigna “ecológica” adquirimos viviendas en “Entreverde”, “Paseo Verde”, “Bosques del agua”, etc., todas ellas construidas justamente tumbando o acabando el entre verde, el paseo verde y el agua del bosque, al punto que viviendo en esos conjuntos con nombres ecológicos terminamos por respirar aire contaminado y el canto de los pájaros queda silenciado por el ruido del parque automotor.
Para que “independiente” no quede vacío, la confrontación del alcalde con el uribismo, más que con el Centro Democrático asentado en el Concejo, ha dado la impresión de la prometida independencia. De esta forma, independiente sería ser antiuribista, quedando en segundo plano el hecho que en la actual estructura burocrática municipal participan buena parte de los partidos políticos que el alcalde cuestionaba por sus prácticas y de los cuales se declaraba independiente. El alcalde ha mostrado sus dotes para administrar el antiuribismo en la ciudad; con ello ganó la Alcaldía y ahora la usa para gobernar.
Para resolver las pugnas por el poder de gobernar a Medellín se requiere más que la activación del mecanismo de revocatoria, la situación demanda de un ciudadano comprometido con lo público para que este, con independencia, elija al gobernante y también, llegado el caso, en aras del bien común le retiré el poder concedido. En la actual situación de Medellín, quizás sea esa independencia ciudadana la que permita construir una noción compartida de ciudad que incluya la forma de gobernarla democráticamente y también vele activamente por su realización en manos de los elegidos para tales efectos.
Serán los ciudadanos, finalmente, quienes decidan si hay o no revocatoria.