Este es un espacio de debate que no compromete la opinión de La Silla Vacía ni de sus aliados.
No podemos desligar las marchas por la educación, al inicio del Gobierno Duque, ni la minga Indígena en el Cauca, como ejemplos recientes de esa sociedad civil vibrante que no va a permitir que las cosas vuelvan al pasado.
Semana Santa en Colombia es una semana, o media, donde se juntan o se visitan los más queridos en todos los rincones del país. Por ello, es una época en la que la cotidianidad se rompe y el tiempo se ralentiza. Esto nos permite mirar un poco más allá de nuestros propios problemas e intereses.
En otra columna, hace unos par de meses, me preguntaba si el presidente Duque estaba de espaldas a la Paz, entendida ésta en su integralidad: es decir, seguir intentando negociar con el ELN, implementando el proceso de paz con las Farc, y más importante, seguir removiendo las causas estructurales del conflicto (reforma rural, política de drogas, inclusión política planteados en el Acuerdo final) que están ampliamente analizadas y demostradas, que en últimas significa luchar por la inclusión socio-económica y política de todos los colombianos.
Desafortunadamente, desde que empezó este gobierno se desmonta, desfinancia, entorpece, deslegitima, ralentiza, imposibilita, obstaculiza o frustra todo lo que tenga que ver con esa Paz, o con las políticas innovadoras que tanto prometió Duque en campaña.
El prolongado debate de las objeciones a la JEP, la desfinanciación del Sistema Integral de Verdad, Justicia y Reparación con recortes de 68 por ciento a la Unidad de Desaparecidos, 40 por ciento a la Comisión de la Verdad y 20 por ciento a la JEP; el desconocimiento del trabajo de reconstrucción de memoria, en cabeza un director que niega la existencia del conflicto armado; la lenta y desdibujada (por el nuevo Plan de Desarrollo) reparación de las víctimas, cuyo programa de reparación había sido reconocido como el más avanzado del mundo; los nuevos desplazados según datos de la ONU; el desconocimiento de la restitución de tierras (propuesta del CD de invertir la carga de la prueba para que los reclamantes puedan recuperar sus tierras, ataques puntuales a reclamantes y, nuevos indicios de la existencia de un ejército violento anti- restitución de tierras); y, la incertidumbre que ronda las Zonas de Normalización, donde excombatientes que han cumplido al pie de la letra lo acordado, no saben qué pasará después del 31 de Agosto, son solo algunos ejemplos puntuales de que Duque ha estado de espaldas a la paz .
Yuval Harari, en su magistral obra “Sapiens: una breve historia de la humanidad” afirma que con algunas excepciones, las guerras, las hambrunas y las plagas son cosas del pasado. Asimismo, muestra que, aunque la violencia medida por el número de homicidios ha descendido a nivel global y hoy solo se dan 9 homicidios por cada 100.000 habitantes (1 por 100.000 en Europa), sostiene después que “casi todos esos homicidios ocurren en estados débiles como Somalia y Colombia” (pag. 367, Sapiens, 2015).
Para Harari en aquellos países donde estos males del siglo pasado todavía prevalecen, la brecha para llegar al futuro, descrito en su segundo volumen, Homo Deus, es casi imposible de lograr.
Yo no creo que Colombia sea comparable a Somalia, y pienso también en el potencial que tenemos. Por eso mismo, no podemos permitir que se siga eliminando, a pedazos, lo que llevamos construido en desmontar la violencia, por que no se trata de “la paz de Santos”, sino la continuación del descenso de la violencia que empezó con la Ley de Justicia y Paz (2005), y continúa con la Ley de Víctimas (2011) y el Acuerdo Final con las Farc (2016), para nombrar los ejes principales que han afianzado la paz más recientemente.
No seguir cumpliendo lo acordado nos está empezando a costar, como muestran los hechos recientes. La revista Semana nos la advierte en su más reciente edición donde la carátula recuerda un pasado aterrador: “Seguridad: Alerta Roja”.
En Argentina, para inspirarnos en un país de nuestra región, casi 4 décadas después del final de la guerra sucia en 1982, todavía la sociedad civil sigue construyendo paz. Una vez se abre la puerta de la paz, si la sociedad civil se monta en ese bus, detenerla es imposible. Pienso en los escraches, que son acciones de grupos de civiles que ponen en evidencia a alguien, o revelan sus malas intenciones o acciones. Estos han obligado a los gobiernos argentinos a que cumplan lo pactado, y luego, desde 2005, han ayudado a evitar que se repita el pasado violento condenando socialmente lo inaceptable.
Colombia tiene sus propios “escraches”, y como en Argentina, estos continuarán. En el contexto colombiano no podemos desligar las marchas por la educación, al inicio del Gobierno Duque, ni la minga Indígena en el Cauca, como ejemplos recientes de esa sociedad civil vibrante que no va a permitir que las cosas vuelvan al pasado.
El estado colombiano, a diferencia del de Argentina, ha tenido poco control de todo su territorio. Los poderes locales mafiosos y violentos que han capturado sus funciones solo se pueden acabar cuando el estado los retome de manera legítima. Íbamos en buena marcha: Por favor presidente Duque, ¡no retrocedamos!
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*Foto de portada tomada de Infobae