Este es un espacio de debate que no compromete la opinión de La Silla Vacía ni de sus aliados.
El uribismo no es un club de patriotas, no. Es más bien una colectividad luchando por su propia supervivencia y esencia.
En el 2012, la oposición reclamaba la terminación del proceso de paz y demandaba una salida militar. No aceptaban siquiera que el Estado conversara con la guerrilla. Decía que no se podía negociar con “terroristas” y que cualquier forma de diálogo era ilegítima.
Luego, cuando arrancó la campaña presidencial del 2014, ya con dos puntos de la agenda de negociación evacuados, la oposición cambió de estrategia: ya no exigía levantar la mesa de La Habana, pero si prometían una negociación más estricta y “una paz con condiciones”. Decían, sin ninguna base fáctica, que ellos podían “negociar mejor”.
Luego de perdida la votación presidencial en 2014, se dedicaron a criticar la negociación con mentiras, rumores y verdades a medias. Mientras más avanzaba la negociación, más mentiras sembraban con el fin de desinformar al ciudadano de a pie. Se inventaron el cuento del “castro-chavismo”, dijeron que habría impunidad total, que los guerrilleros serían empleados del Estado con un sueldo de 1.800.000, que se iba a desmantelar el ejército y que se le iban a quitar las tierras a los ricos de Colombia. Pintaban un futuro apocalíptico, donde ellos serían los salvadores.
Logrado el acuerdo final, su discurso quedó vacío. Hoy todo el mundo puede conocer la totalidad de la negociación, y verificar una a una las mentiras sembradas sobre el mismo. Es un ejercicio que cada ciudadano puede hacer desde su casa y sin recurrir a intermediarios.
Por eso, hoy la oposición es otra.
Su líder ya aceptó que el Estado negocie con las guerrillas y aceptó todo el acuerdo, menos el punto de justicia para las Farc y su participación en política.
Sin embargo, y con el fin de tener algo que ofrecer durante la campaña del plebiscito, hoy prometen, sin sonrojarse, que ellos podrán renegociar el acuerdo y lograr un mejor trato. Proponen que los colombianos debemos seguir en guerra, mientras ellos logran doblegar a las Farc en la mesa de negociación, mandándolos a la cárcel y prohibiéndoles participar en política.
Dicho simplemente, primero no negociaban, luego prometían negociar mejor y hoy nos proponen una nueva negociación.
El comportamiento cambiante de la oposición durante los 4 últimos años es entendible pero muy cuestionable. Saben ellos que sin Farc su discurso político pierde toda razón de ser. De alguna extraña manera la supervivencia de la oposición hoy en Colombia depende de la existencia de las Farc armadas. De ahí que Uribe está tan interesado en dilatar lo que más pueda la negociación para hacerla coincidir con las elecciones presidenciales del 2018. Realmente su promesa de renegociación, no es otra cosa que un mecanismo para lograr unos votos en el 2018.
Todos estos cambios de posición, al vaivén de las circunstancias, dejan ver que realmente la oposición no está pensando en el país ni en las víctimas. Está pensando en su interés como partido.
Esto hay que decirlo claramente y sin tapujos. El uribismo no es un club de patriotas, no. Es más bien una colectividad luchando por su propia supervivencia y esencia.
La oposición ha asumido el proceso de paz como una amenaza y no como una oportunidad de cambio positivo para todo el país. No ha sido capaz la oposición de hacer una adaptación política positiva pensando en el bienestar colectivo. El tiempo dirá si esta resistencia al cambio será o no premiada por los futuros electores.