Este es un espacio de debate que no compromete la opinión de La Silla Vacía ni de sus aliados.
Los acuerdos de negociación para terminación definitiva de la guerra, realizados entre el Gobierno Nacional y las guerrillas en Colombia, se convierten en la génesis necesaria para que el país comience a entretejer metodologías y conceptos sobre la planeación territorial para la paz, en un ambiente de reconciliación. Un acumulado de tesis e hipótesis salen a flote, buscando el método más adecuado para que en la práctica se armonice el querer de una comunidad afectada históricamente por el conflicto armado, el desarrollo humano sostenible con sus variables interdependientes, el goce efectivo de derechos con reparación integral de víctimas con garantía de no repetición y la disponibilidad de recursos necesarios para la conquista de una paz estable y duradera.
Dilucidar lo estratégico en la planeación, es encontrar la almendra en la nuez. Es un proceso que pasa por una fase de diagnóstico situacional o una radiografía fácil de observar y leer, de recolección de las agendas de paz de los movimientos sociales y organizaciones comunitarias quienes apropian la mayor legitimidad y representatividad en el proceso planificador, de los gremios económicos y sectores privados quienes pueden soportar económicamente parte del peso del posacuerdo, de las universidades o centros de pensamiento que tienen la obligación de dar respuestas a los problemas de investigación regional, de las alcaldías municipales y gobernaciones, de los estrategas del territorio; quienes en conjunto podrán definir escenarios del cómo visualizan el futuro deseado sin conflicto armado y con niveles de avance integral aceptables al desarrollo humano, el mejoramiento de la calidad de vida y el buen vivir.
El fin último de planificar territorialmente para la paz: el buen vivir; transformando conflictos, logrando mayores oportunidades de empleo productivo e ingresos, acceso a servicios y programas sociales, empoderando comunidades en sus planes de vida, mejorando la calidad de la educación y el servicio de salud, la disminución de las brechas y la elevación de todos los indicadores de bienestar. Gran parte de la responsabilidad de que así sea, radica en los Alcaldes y Gobernadores, siendo los gobernantes los que aplican y ejecutan los recursos para el desarrollo territorial y quienes también pueden llevar el buen rumbo y timón de los procesos planificadores.
¿Cómo hacer para que los nuevos mandatarios incluyan en sus programas de gobierno la planeación territorial para la paz?, es la pregunta central que las instituciones, planificadores, la cooperación internacional y los aliados del proceso se realizan para garantizar que ejercicios como las agendas territoriales y los planes estratégicos de paz, que recogen las experiencias exitosas de construcción local de paz, las voces de las víctimas y de las fuerzas sociales – económicas, puedan implementarse en los diversos niveles: municipales, subregionales, departamentales y regionales.
Pareciera que una nueva telaraña se evidenciara en la planeación territorial para la paz. En especial por la cantidad de voces que hablan al mismo tiempo. Es deber de los gobernantes, lo académicos y los líderes sociales – políticos, el llegar a acuerdos sobre el futuro deseado.
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