Cae la tarde de un nuevo domingo, como si la historia no tuviera fin. Parecería, otra vez, que todos somos una especie de proyección cinematográfica computarizada tridimensional, como en la película Matrix. La historia del Universo semeja, en efecto, una cinta sin fin de Moebius.

En esta oportunidad quedan en mi memoria las recientes manifestaciones en Washington D.C. contra la invasión a Ucrania, transmitidas por la TV internacional. Me detengo, entonces, en el cartelón con la imagen de Putin caricaturizado como Hitler. Pero no solo sucede esto en los Estados Unidos ni solo en películas. Muchos periodistas alrededor del mundo establecen tal comparación en sus columnas respectivas. “¿Será solo propaganda occidental?”, me pregunto.

Para responder mi inquietud me he puesto a pensar en este hombre del pasado aterrador de mis padres y mis abuelos en los años 40. Hitler ciertamente guardaba algunas similitudes con el presidente ruso, como la niñez empobrecida, los traumas infantiles, el vacío de afecto y la búsqueda del poder, no solo económico y social sino territorial. El psiquiatra Henry Murray, quien elaboró un mencionado perfil de este psicópata histórico, describió la personalidad de Hitler. Se trataba, según él, de un criminal compulsivo, incapaz de aceptar una broma y dueño de una fuerte obstinación y confianza en sí mismo.

Putin, el “nuevo zar” de Rusia, encaja perfectamente en esa descripción -recapitulo.

Y vuelvo a recordar que el “Führer” fue un hombre sin vicios, que no fumaba ni bebía en exceso. Putin tampoco tiene vicios conocidos. Por tal razón el partido Rusia Unida presentó a Putin, en una campaña propagandística del “Día del amor familiar y la fidelidad”, como hombre ejemplar, sin vicio alguno.

Y con respecto al afecto de Hitler por los animales quedaron registros fotográficos y de películas con su mimado perro pastor alemán Blondi. El presidente ruso, por su lado, tiene dos perros, una akita llamada Yume y un pastor búlgaro llamado Buffy, a quienes consiente en imágenes públicas. A propósito, “Putin se transformó en un solitario que solo se siente cómodo en compañía de los animales”, según el politólogo Stanislav Belkowski. Hasta aquí una breve síntesis del arquetipo platónico que identifica a Hitler con Putin. La caricatura es válida por ahora en cuanto a sus cualidades.

He insistido en buscar más hechos históricos, para llegar a una conclusión válida de mi pregunta inicial examinando también la “sombra” de la personalidad Hitler, que proyectaba muchas y demoniacas aristas. Al respecto: el austriaco era un homofóbico; en segundo lugar, no se puede olvidar que su maltrato a su sobrina y pareja afectiva, Angela Maria Geli Raubal, hasta llevarla al suicidio (quizás la mandó a matar); y, de otra parte, la xenofobia criminal lo llevó al genocidio judío.

En este mismo orden de ideas: Putin también parece odiar a los homosexuales, contra quienes ha protagonizado execrables persecuciones; con respecto a su respeto por su pareja, se afirma que Putin maltrató físicamente a su exmujer (Ludmila, Erich Schmidt-Eenboom) de tal forma que generó el divorcio y ruptura total de relaciones con sus hijas; y, por último, la xenofobia macabra de Vladimir Putin lo llevó a ordenar gasear a 150 rehenes en el teatro de Dubrovka y masacrar a 350 niños en la escuela Beslan. Por supuesto, en cuanto a xenofobia, el mejor ejemplo en que Putin ha emulado con Hitler, se ha dado con la invasión de Ucrania. Ucrania, que anecdóticamente tiene un presidente judío: Zelensky.

Si, debo admitirlo. Tanto en sus cualidades como en las atrocidades Hitler y Putin se parecen mucho. Acepto su caricatura simbiótica.

La historia más allá de la caricatura

Queda por traer a colación la semejanza histórica de las circunstancias nacionales que llevaron a Hitler a invadir a Checoslovaquia, en 1939 y la invasión de Putin a Ucrania. Los dos fueron parte del ejército o de las fuerzas de seguridad nacionales. Tanto el eslavo como el germánico eran figuras emergentes en la política. Ambos líderes, el alemán y el ruso, vieron en su “treintañez” la humillante derrota y desintegración de sus países.

Ambos, el del bigote y su lampiña reencarnación, surgieron en medio de la desesperanza con la promesa de hacer a sus países grandes de nuevo. Una vez que surgieron en la política cada uno de ellos recurrió a las mismas tácticas antidemocráticas para consolidarse en el poder. Uno y otro amordazaron la prensa, crearon un culto a su personalidad y se ganaron al ejército con privilegios así como promesas de desarrollo económico (según el libro “El Hombre sin rostro”, de Masha Gessen). Iosif y Vladimir rechazaron, así mismo, el comunismo (Putin, renegado marxista, es el mejor ejemplo del capitalismo salvaje y mafioso en el planeta).

El final de la historia de Putin seguramente difiere desde ya con el de Hitler. A Hitler solo se lo pudo doblegar por las armas. Si Hitler hubiera logrado conseguir la tecnología nuclear, y estuvo a punto de lograrlo, habría muerto de viejo como parece que puede hacerlo el septuagenario Putin. Es de recordar que el autócrata ruso nació en San Petersburgo el 7 de octubre de 1952 (quizás la invasión de Ucrania sea parte de un plan megalómano para celebrar, en unos cuantos meses, sus setenta años). Pero a semejanza de Hitler todo parece indicar que cuando Putin muera verá como su nación quedó empobrecida, tras la guerra de Ucrania. Tal como están las cosas Rusia sufrirá por décadas unas sanciones económicas tan dolorosas como una explosión nuclear.

Cabe aclarar en este punto que Occidente no calculó el riesgo de torear a un psicópata como Hitler. Esto no habría ocurrido, por ejemplo, con el reconocido demente de Corea del Norte, por el peligro de sus armas nucleares. A Putin tampoco se lo debió amenazar con la posibilidad de vincular a Ucrania a la Otan.

Vale releer a Henry Kissinger, en un artículo del Washington Post publicado en 2014. Al leer este ensayo se concluye que Ucrania debió aceptar a tiempo y entender la cultura y subconsciente colectivo de su lado oriental (Crimea y Dombás). Podrían haber manejado mejor la situación con respeto de los derechos humanos de la población prorrusa. Eso quizás hubiera evitado el criminal, porque no deja de ser criminal, ataque de Putin.

Pero “Matrix” a veces sorprende y quizás ahora si lleguemos al fin de la historia (remember Fukuyama”) si un Putin enloquecido llegara a cumplir su amenaza nuclear contra Europa.

Surgen nuevas inquietudes, al finalizar esa columna. Entre ellas: aunque por la Constitución rusa, que amañó a su conveniencia, Putin puede gobernar hasta 2036, ¿vivirá hasta los 84 años? ¿gobernará hasta entonces?… Preguntas sin respuesta por ahora. 

Es consejero del Sena, periodista y ejecutivo gremial. Estudió derecho en la Universidad de Nariño y alta gerencia en la Pontificia Universidad Javeriana.