De pequeño hablaba con mis padres sobre el rol de la mujer y el hombre en la democracia participativa, y la respuesta de ambos siempre fue la misma: “En eso es mejor no meterse, vaya uno a saber quién lo pueda insultar o agredir a uno por algo que, al final, no vale la pena”. 

En aquel entonces no dimensionaba la magnitud de sus palabras, pero hoy después de seguir por los medios de comunicación, el voz a voz, las redes sociales y el día a día de la contienda electoral, pude comprender lo complejo y desbordante que puede ser el tomar posición, fundamentada o no, frente al partido político o candidatura de preferencia.

Indiscutiblemente, dentro de la cultura política colombiana, si así puede llamársele, se encuentra oculta una modalidad perversa para el ejercicio de la actividad política. Misma que inclusive suele ser empleada por algunos gobiernos o candidaturas para, literalmente, acabar con la dignidad, la tranquilidad y el libre pensamiento del electorado. A este fenómeno me atrevería a llamar: terrorismo hacia la opinión política divergente.

Esta técnica consiste en que gentes de diferentes opiniones políticas, algunas pagas y otras por convicción, se encargan de perfilar a personas generadoras de opinión en beneficio de una u otra opción política para posteriormente bombardear sus redes sociales o responder de manera personalizada en tonos desbordados, hirientes y temerarios. Esto lleva a las personas a limitar el ejercicio de su libertad de expresión para evitar la vergüenza pública ante maltrato ocasionado y la generación de miedo.

Hace cuatro años, una persona cercana me compartió la historia de cuando opinó en una red social en beneficio del candidato de su preferencia, sin siquiera sospechar lo que esto implicaría. Un personaje ingresaría a su perfil personal en redes sociales, tomaría captura de pantalla de sus fotos y las de su familia y emprendería una acción de terrorismo hacia la opinión política divergente, ejerciendo violencia escrita contra esta persona y mofándose de sus hijos y su familia, algo definitivamente inescrupuloso y temerario. El producto de este hecho sería el cierre definitivo de su perfil en la red social y el aislamiento de la opinión personal frente a asuntos políticos, e incluso de temas de interés, como manera de autoprotección y garantía de no repetición.

Cuatro años después, la situación es exactamente la misma, incluso peor, ya que algunas personas se han tomado la autoridad de producir y multiplicar masivamente videos e imágenes de los actuales candidatos a segunda vuelta presidencial con el firme objetivo de promover la polarización, de lacerar las emociones del contrario político y tomar a burla la opinión distinta. A un punto tal que algunas personas tienen la osadía de responder con violencia verbal a posturas subjetivas, sanas y respetuosos con cualquier cantidad de improperios que terminan atacando la dignidad de la persona.

Hace un par de días tuve la oportunidad de vivirlo en carne propia, a un punto tal que sentí el acoso de una persona quien ante mi opinión sobre mis preferencias políticas siempre respondía con mensajes hostiles, degradantes, señaladores y sin fundamento. Por un momento creí no ser capaz de sortear la situación, tuve que guardar silencio, meditar la pertinencia de continuar con este ilógico juego, hasta que me animé y tomé la iniciativa de responder de la siguiente manera:

“Vea, en lugar de armar discusiones sin final, hagamos algo…

Usted vote, haga campaña por quien quiera y yo hago lo mismo, y que el respeto por la opinión sea la bandera entre nosotros y con las demás personas. La política es una coyuntura; gane quien gane la vida sigue y en el camino podríamos encontrarnos y necesitar el uno del otro, la idea es que, si usted en algún momento requiere de mí, con mucho gusto estaré para servirle.

Hagamos ese tipo de política”.

Como era usual, esta persona solía transmitir sentimientos profundos de desacuerdo y rabia, motivo por el cual podría esperar cualquier cosa como respuesta, sin embargo, ocurrió lo impensable, su respuesta fue:

“Que bellas palabras, hagamos ese tipo de política”.

En ese momento comprendí lo que una gran amiga siempre me ha dicho: “Cuando las personas son difíciles, la mejor forma de romper el hielo es con el amor; el amor desarma”.

Nunca imaginé que en mi caso podría dar una vuelta tan importante y positiva a una situación que para otras personas se ha convertido en un martirio, en acoso o amenazas. La lección es que el ímpetu de una persona fervorosa puede detenerse cuando exponemos nuestra condición de humanos, nuestra posición de semejantes. No obstante, debo destacar la urgente necesidad de acudir a la denuncia contra quienes violentan sin límite alguno la opinión para causar terror y limitar las libertades.

El día de hoy, he decidido abordar el tema para invitar a las y los colombianos para que dejemos de un lado las pasiones, el atropello hacia la opinión del divergente, los señalamientos y la violencia, el terrorismo hacia la opinión política. La política es pasajera, inclusive inalcanzable para quienes aportamos un punto de vista desde nuestra experiencia de vida y un voto de confianza en las urnas. 

También quiero invitar a Colombia para no reproducir las cadenas de odio que pretenden exterminar la imagen de las candidatas y los candidatos. No caigamos en el juego sucio al que nos quieren llevar siempre, donde la sociedad se divide y los políticos se reconcilian. 

Quiero hacer un llamado muy especial a las candidatas vicepresidenciales Francia Márquez y Marelen Castillo y a los candidatos presidenciales Gustavo Petro y Rodolfo Hernández, para que el mensaje enviado al país desde sus equipos de campaña y bases sociales durante las próximas semanas sea el de la construcción de una Colombia donde los afectos y el respeto por la opinión, la divergencia y la diversidad política no esté contaminada con las malas prácticas que hace 20 años han predominado para dividir y estigmatizar a las personas. Colombia clama un cese de hostilidades mediáticas, verbales o escritas durante esta recta final electoral. Es momento de dar el gran paso para derrotar la violencia política y comenzar a construir verdaderos senderos hacia la paz.

Pastuso, voluntario independiente en actividades de promoción y defensa de los Derechos Humanos, Administrador Público, Especialista en Finanzas Públicas y estudiante de Maestría en Administración Pública.