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El atentado de esta guerrilla contra un CAI en Barranquilla sorprendió al país y generó un rechazo extendido. En este contexto, han surgido dos preguntas: ¿por qué cometió el ELN este atentando? ¿Qué tan factibles son las negociaciones con ese grupo ahora?
El país se despertó el domingo 28 de enero con la noticia espantosa de un ataque contra un grupo de policías que estaban en formación. Éste mató a 5 de ellos e hirió a más de 40 personas. Más tarde, ese mismo día, hubo otro ataque en Soledad contra otro CAI, y otro en el sur de Bolívar, el cual cobró la vida de dos policías.
Por redes sociales, las incriminaciones e incertidumbres fueron las tendencias principales hasta que el Frente de Guerra Urbano Nacional (FGUN) del ELN se atribuyó el atentado. Aunque luego el texto fue borrado de la página web de esa unidad guerrillera, el gobierno se vio obligado a suspender las negociaciones con el ELN hasta que muestre más “coherencia” entre sus actos y su discurso de querer negociar la paz.
El ELN le ha dicho lo mismo al gobierno, mostrando una erosión de confianza entre las partes.
El efecto político del atentando no solamente se ha sentido en la mesa. Las voces en contra de la negociación con el ELN se han fortalecido, y al mismo tiempo el grupo de personas que apoyan la paz con las FARC pero desconfían del ELN ha crecido. Muchos quedaron con la pregunta de ¿por qué hizo esta barbaridad el ELN en plena negociación de paz?
El argumento más factible para explicar el atentado es que el FGUN ha cometido un error típico del ELN al buscar un efecto político local de gran envergadura sin medir correctamente los costos políticos (por obvios que fueran) tanto al nivel nacional como en la mesa de negociación.
El día antes del atentado, el FGUN publicó un comunicado en el cual dice que tomó decisiones orientadas hacia su “fortalecimiento y consolidación”, lo cual hace pensar que el ataque era parte de una estrategia. En el mismo texto el FGUN habla de su “compromiso (de) promover la participación directa de la gente en la toma de las decisiones políticas”. Por lo tanto, no serían “spoilers” dentro del ELN ni una búsqueda de fortalecer su posición de negociación frente al gobierno.
Es probable que el FGUN buscara por medio del atentado hacer una declaración política-militar, común dentro de la cosmovisión del ELN, para “despertar” la consciencia del pueblo y crear apoyo por la causa elena. Las razones por las cuales intenta justificarse en su comunicado son orientadas hacia problemas sociopolíticos en Barranquilla y declara que el atentado lo realizó como “respuesta a esa panorama”.
Tampoco sería la primera vez que el ELN lleva a cabo acciones que hacen parte de su estrategia de construir “poder popular paralelo” en lo local que a la vez terminan conllevando un costo político alto nacional. El secuestro ha sido el mejor ejemplo, como sucedió con el secuestro del alcalde de Alto Baudó (Chocó) en diciembre 2014, o con Patrocinio y Odín Sánchez antes de empezar las negociaciones. La emboscada en día electoral en Güicán, Boyacá a finales del 2015 es otro ejemplo de este error de cálculo, pero hay muchos otros.
La pregunta entonces es, ¿qué pasa ahora?
El presidente Santos fue muy claro y a la vez generoso con el ELN al no acabar totalmente con la mesa de negociación. El hecho de que Santos esté por salir del poder le permitió plantear una condición fundamental a la guerrilla para volver a dialogar: que deje de cometer actos violentos. Esa es la “coherencia” de que habló.
Desafortunadamente es difícil ver a Pablo Beltrán (quien ha radicalizado un poco su lenguaje), miembro del comando central (Coce) del ELN, negociador de la paz en Quito y líder de la facción pro-paz dentro de esta guerrilla, convenciendo a todos los demás miembros del Coce de que haya que parar la violencia ya.
Las recientes denuncias graves de asesinatos de civiles por parte del Ejército; las acciones militares contra estructuras guerrilleras; las denuncias de un bombardeo en Chocó que buscaba atacar al ELN pero parece haber afectado a la población civil; y la exigencia de esa guerrilla de que paren todos los asesinatos de líderes sociales (el ELN argumenta que estos asesinatos hacen parte de una estrategia estatal de genocidio contra estos líderes), fortalecen a las alas radicales del ELN, especialmente a Pablito, miembro del Coce en contra de la negociación y jefe de facto del Frente de Guerra Oriental.
Al mismo tiempo, si el gobierno decide atacar al ELN con toda su fuerza militaren este momento, lo más probable es que la violencia escale a tal punto de que la mesa se acabe o una próxima ronda de negociaciones siga aplazada por un tiempo indefinido, en el mejor de los casos.
Es más: es posible que Pablito no tenga tanto miedo a una ofensiva militar estatal al liderar las unidades más fuertes dentro del ELN, y por operar en la frontera con Venezuela.
Sin embargo, no hay que perder totalmente la esperanza. La pelota está en la cancha del ELN, y desde la sociedad civil y el Estado se puede tomar pasos para empujar a la guerrilla hacia tomar una decisión de parar la violencia.
La sociedad civil local puede jugar un papel clave en empujar al ELN hacia el cese de sus ataques violentos. En Chocó, después del cese bilateral, el Frente de Guerra Occidental, conocido por sus posiciones manifiestas en contra de la negociación, ha cometido pocas acciones militares. La sociedad civil, con sus denuncias y demandas contra ese frente lo hizo darse cuenta de que su manera de actuar tenía efectos dañinos sobre su apoyo local, lo cual explica en buena parte la falta de violencia inmediata pos-cese bilateral, al contrario de lo que se vio en Arauca.
Que la sociedad civil local le exija al ELN que pare la violencia para que las negociaciones sigan y lleven a la participación social, contemplada dentro de la agenda de negociación, puede ser clave en los siguientes días.
El gobierno también puede jugar un papel, si enfoca la mayor parte de su estrategia en encontrar y judicializar a los responsables del atentado en Barranquilla, mientras a la vez espera un tiempo corto antes de atacar al ELN “con toda su fuerza”.
Hay que mandarle mensajes también coherentes y darle un tiempo corto – vale la pena repetirlo – a la guerrilla para que tome la decisión de parar la violencia. El gobierno ya hizo justo esto la semana después del final del cese bilateral, al tomar posiciones defensivas que lograron proteger a la población civil.
Aunque esta estrategia no funcionó en el sentido de que el ELN no decidiera extender el cese para negociar uno nuevo, vale la pena intentarla de nuevo bajo la premisa de que es la última oportunidad para la guerrilla. De todas formas, si no es capaz de responder de manera rápida y sensata, este y el próximo gobierno lo enfrentará con todo su poder coercitivo.
Todo por ahora depende de la respuesta del ELN, y si internamente se puede poner de acuerdo. Si no, tristemente Colombia no podrá conocer la paz completa que varias regiones se merecen tanto.