Manfred Grautoff

El Ministerio de Defensa del Reino Unido anunció que la Federación Rusa tendría un plan de invasión sobre Ucrania. Lo hizo por medio de sus cuentas oficiales, tras evaluar la información de su servicio de inteligencia exterior (MI6). 

Si a lo anterior se suman los movimientos de tropas rusas desde el mes de abril de 2021, la entrada de las mismas en las repúblicas de Donetsk y Lugansk tras el reconocimiento del Kremlin de su independencia y el retiro de los diplomáticos de la Unión Europea de Ucrania, llegamos a un probable escenario de orden de batalla de las fuerzas militares de Rusia. Es el escenario de una guerra local. 

Despliegue operacional FF.MM de Rusia. Enero – 27 -2022
Fuente: The Center for Strategic and International Studies (CSIS)

Así, Rusia podría haber preparado cuatro fases de intervención.

La primera, es la diplomacia coactiva con la movilización de tropas, que es donde se encuentra el teatro operacional en este momento.

Además, es posible que se activen las comunicaciones de tipo nuclear para lanzar una señal a las Fuerzas Militares de Ucrania y la Otan sobre la presencia de este tipo de arsenal en el área de operaciones. De esta forma, obtendría disuasión sobre las Fuerzas Militares de su vecino, al tiempo que aseguraría objetivos estratégicos que vaya capturando.

En la segunda fase, se darían combates sin contacto, es decir, ataques por medio de las milicias prorrusas de Donetsk y Lugansk, apoyadas por artillería rusa. Simultáneamente, se activaría la fuerza aérea y la artillería de largo alcance empleando los misiles Iskander-M, para neutralizar bases militares, radares, centros de mando militares, e industriales, donde se produce el material bélico de Ucrania.

En la tercera fase, entrarían los ataques cibernéticos sobre las instituciones de Ucrania, que ya deben estar infiltradas por la inteligencia rusa. Por lo tanto, la guerra electrónica se facilitaría y sería efectiva para atacar comunicaciones, estructura energética, sistemas de acueductos, así como el sector financiero.

Lo anterior combinado con artillería de largo alcance, focalizada sobre posiciones de las fuerzas militares de Ucrania. Al tiempo que esto sucedería, las Fuerza Navales y anfibias podrían atacar el Puerto de Odessa. Esto abriría las defensas ucranianas.

La cuarta fase es la ofensiva terrestre para romper las líneas defensivas, empleando los ingenieros militares que dispondrían pontones (puentes transitorios), que permitirían el avance de los tanques T-90, T-80 y T-72, los cuales deben atravesar las líneas defensivas de Ucrania. Por su parte, la Fuerza Aérea Rusa bombardearía columnas de blindados ucranianos y demolería la infraestructura vial para evitar su contraofensiva.

Fuente: Ministerio de Defensa de Reino Unido.

El problema es que ningún analista militar sabe desde qué punto del territorio puede venir la ofensiva de la Federación Rusa. De conocerse esta información, fuerzas militares ucranianas podrían concentrar su capacidad de fuego y repelerlo. No obstante, al estar desplegada en varios frentes, supone el peor escenario para la doctrina militar ucraniana, diseñada para concentrar su capacidad de fuego y mantener una guerra de posiciones.

Si las Fuerzas Militares de Ucrania logran llevar a su oponente a la guerra de posiciones, emplearían sus misiles Stinger (tierra-aire) para neutralizar los drones y no dejar maniobrar a los aviones caza SU-25 rusos. Asimismo, los misiles Javelin destruirían, y contendrían las unidades de tanques de Rusia.

La guerra de posiciones o defensiva es un escenario que podría llevar a un desastre militar a la Federación Rusa. Por lo tanto, su cúpula militar sabe que deben desplegar sus fuerzas militares por las llanuras de Ucrania para hacer valer su superioridad de tropas y armamento y, así, con artillería pesada (sistemas 2S7-Pion de 203mm) demoler la línea logística, posiciones fortificadas, y unidades de blindados de Ucrania, que acudan en ayuda de sus compañeros de armas.

En una guerra local, el objetivo sería capturar la capital Kiev, el puerto de Odessa, que da acceso al mar Negro, así como la destrucción de las fuerzas militares ucranianas. Este escenario favorece a Rusia, porque su doctrina está adaptada a la guerra de movimientos, donde su estructura mecanizada puede maniobrar de forma flexible y efectiva para capturar y batir objetivos.

Si la Federación Rusa toma Kiev por medio de sus divisiones de tanques, que avanzarían por el margen del rio Dniéper, este país forzaría un tratado favorable a sus intereses estratégicos. Ucrania, tendría que reconocer la independencia de las Repúblicas de Donetsk y Lugansk (Región del Dombás), reconfigurando su mapa, convirtiéndose en un Estado satélite de Rusia.

Con esto, la Federación Rusa lograría una victoria, dando un golpe de autoridad a Occidente y posicionaría a Vladimir Putin como un líder global.

Ucrania tiene dos vías para enfrentar este escenario. El primero, tener una gran capacidad de fuego antitanques; el segundo, atrincherar sus fuerzas militares en las ciudades donde la guerra urbana estaría en contra de Rusia, tal como le sucedió a las fuerzas militares de Estados Unidos en Iraq o Afganistán, donde fueron sometidas a largas guerras de desgaste, que terminaron transformándose en derrotas políticas.

La Otan ha señalado que en caso de darse el conflicto no defenderá a Ucrania. Por lo tanto, lo que vendrían serían sanciones económicas de Occidente. No obstante, Rusia desde 2014 se viene preparando para enfrentarlas a través del Plan Fortaleza, que consiste en la acumulación de reservas internacionales, que a la fecha alcanzan los 600.000 millones de dólares; la búsqueda de nuevos socios comerciales, como China, que ocupa el primer lugar de intercambio comercial, con 150.000 millones de dólares anuales; la eliminación de la dependencia del dólar, por el euro, yuanes y yenes; así como recortes de las exportaciones de gas, que le han representado a Europa sobrecostos por 500.000 millones de dólares, los cuales han ido a parar a las arcas rusas.

La Unión Europea y Estados Unidos han sobrevalorado las sanciones económicas, que en raras ocasiones detienen conflictos, o derriban regímenes autoritarios.

Entre tanto, China apoyaría económicamente a Rusia, con el objetivo de alejar a Estados Unidos de Asia. Es decir, un conflicto en el Centro de Europa favorece los intereses estratégicos chinos.

En conclusión, de poco ha servido la diplomacia, las sanciones económicas y el intercambio comercial y cultural entre estas dos naciones. La falta de unidad de Europa, para tomar decisiones de fondo, terminó incentivando los movimientos bélicos de la Federación Rusa. Alemania pasó a ser un actor que le hace el juego a los intereses rusos, dada su dependencia del gas (75 %), así como su nulo interés en destinar parte de su PIB a la defensa nacional, han desembocado en fortalecer los intereses expansionistas de Rusia.

En Colombia, este conflicto podría tener varios efectos.

La cadena logística podría comprometerse de manera más fuerte, lo que tendría efecto sobre la inflación, y la tasa de cambio. En relación con el proceso electoral, una injerencia cibernética rusa no se puede descartar. Colombia es un país importante en la región y colocar un gobernante que apoye intereses rusos es un escenario probable.

Finalmente, mientras la campaña presidencial se mueve en función de la mecánica electoral y debates intrascendentes, ninguno de los candidatos ha presentado propuestas para fortalecer la defensa nacional frente a gobiernos hostiles a Colombia, y que simultáneamente garantice la seguridad interna. Ucrania es un espejo de lo que sucede cuando la seguridad nacional pasa a ser un tema irrelevante en la agenda política de un país.

Es consultor y columnista sobre temas de seguridad nacional. Fue el director del tanque de pensamiento Geostrategy y asesor de la presidencia de la República. Estudió una maestría en defensa y seguridad nacional en la Escuela Superior de Guerra y maestrías en economía y economía aplicada en la...