Este es un espacio de debate que no compromete la opinión de La Silla Vacía ni de sus aliados.
Pensar distinto es propio de una democracia y aceptar el pluralismo de nuestra sociedad es un primer paso para armar una paz verdadera. Por ello, los invito a atreverse a argumentar con quienes piensan distinto en un espacio anónimo, respetuoso y seguro.
Por estos días post Plebiscito abundan en los medios y en las redes cantidad de noticias relacionadas con lo ocurrido el 2 de Octubre 2016, día en el que por menos de 55.000 votos se impuso el No al Acuerdo de La Habana firmado días antes por el Gobierno del Presidente Santos y la guerrilla de las Farc.
Predominan desde entonces cantidad de revelaciones y escándalos sobre las mentiras y las verdades a medias ocurridas durante las campañas que antecedieron el 2 de Octubre. Pero también abundan historias de coraje, de arrepentimiento y de reconciliación entre quienes tuvieron visiones distintas. Hay de todo entre quienes apoyaron el Sí, el No o la abstención: desde escritos sin fundamento alguno hasta análisis bien sustentados; el problema es que uno tiende a leer los que corroboran lo que uno piensa y eso polariza.
A todo esto se suman las marchas ciudadanas promovidas inicialmente por estudiantes, pero también, por una diversidad inmensa de ciudadanos, víctimas y movimientos sociales que en su gran mayoría apoyan un “Acuerdo Ya”. Reconforta saber que entre los manifestantes se reúnen quienes apoyaron el No, el Sí, y quienes se abstuvieron de votar el Plebiscito y que la paz se toma las calles y entra a formar parte de la retórica diaria de los colombianos residentes en las ciudades.
Al mismo tiempo el resultado del Plebiscito ha dejado al descubierto la gran polarización que existe entre los colombianos. Ante estas paradojas, muchos temen que la posibilidad de empezar a construir la paz se nos escape de nuevo.
Construir paz requiere de mucho más que un acuerdo y unas marchas ciudadanas. Las emociones que abundan en las casas y en calles y, la invasión de la paz en las redes y en los medios tienen que canalizarse para que no nos pase lo de la mal llamada “Primavera Árabe” en Egipto, donde los éxitos momentáneos del embrión de democracia que surgió después de Tahrir Square se desvaneció rápidamente y la situación de hoy es mucho peor que la de antes.
Revelaciones como las de Coronell seguramente aumentaran la polarización entre quienes comulgan con el ex Presidente Uribe, pero también demuestran con claridad que hasta un gran opositor de este Acuerdo, estuvo hasta hace poco convencido de sus pilares fundamentales. Eso me lleva a pensar que es posible que muchos cambien su aproximación negativa de algunos puntos críticos del Acuerdo si se crean mecanismos concretos para lograrlo, y, que quienes le apostamos al Acuerdo, también entendamos los puntos de sus opositores o indecisos.
Pero para que ello ocurra es necesario que los colombianos aprendamos a argumentar de verdad. En palabras concretas, la argumentación busca que un grupo de personas que tienen posiciones antagónicas sobre un asunto específico tengan un espacio para deliberar que los incentive a exponer sus posiciones con argumentos y a reciprocar con los demás. En ese contexto, según muchos expertos, el intercambio en grupo y algunos insumos (información basada en la mejor evidencia existente, historias de vida, entre otros), permite que prevalezcan los mejores argumentos e impere la mejor solución para todos en términos del bien común.
La argumentación se ha utilizado con éxito en diferentes países del mundo para temas que generan posiciones contrarias y apasionadas como la reconstrucción de la zona cero en Nueva York después del 9/11; así como para disminuir el antagonismo entre Serbios y Bosnios luego de la guerra en Bosnia y Herzegovina; y, despolarizar Unionistas y Nacionalistas divididos durante décadas en Irlanda del Norte.
Los del Si no podemos seguir denigrando contra los del No y viceversa, ni subsumirlos erróneamente a todos en una sola categoría. Hoy es claro que entre los del No, los del Si, y los abstencionistas hay una inmensa gama de colores que no puede reducirse a blanco o negro. Pensar distinto es propio de una democracia y aceptar el pluralismo de nuestra sociedad es un primer paso para armar una paz verdadera.
En lo que viene, y ojalá sea el resultado de un nuevo acuerdo con las Farc y otro semejante con el ELN; surgirán muchas verdades, verdades a medias y mentiras. Nuevamente también, saldrán a la luz escándalos que duelen y que no serán fáciles de resolver. El camino que viene no va a ser fácil.
Por ello, los invito a atreverse a argumentar con quienes piensan distinto en un espacio anónimo, respetuoso y seguro. En pocas semanas lanzaremos una plataforma virtual llamada “Atrévete” que busca crear un espacio para discutir temas que nos afectan a todos y que generan posiciones antagónicas, producto de nuestra gran diversidad, como una herramienta adicional para canalizar y aprovechar este momento histórico que puede cambiar el destino de Colombia.