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“La mayor fuga de una cárcel de mujeres de la historia” sucedió en América Latina. Josefina Licitra (2018) se encargó de “trabajar la memoria” con mujeres tupamaras, hoy septuagenarias, para regalarnos la crónica de una hazaña increíble. Aquí una invitación a zambullirse en su libro.

Hay que ser muy poco exigente en los criterios estéticos con los cuales valoramos la espectacularidad o la fantasía, para considerar que la fuga de Aida Merlano tiene el carácter de “cinematográfica”. Eso lo que indica es que sabemos muy poco de hazañas, actos heroicos, y por supuesto, de la creatividad de las mujeres.

Empecemos por reivindicar la justicia; que una delincuente como la ex congresista del Partido Conservador Colombiano estuviera condenada y recluida era más que justo, y que se valiera de su poder para corromper, como sospecho tuvo que hacer para cumplir su plan y evadir la sanción que cumplía en la cárcel El Buen Pastor, en condiciones dignas, por como se aprecia en las fotos de su celda, no tiene nada de loable. 

No es que la cárcel lo sea ni mucho menos, será necesaria mientras no encontremos otra forma de resolver las causas de los delitos, y tendrá que ser el destino de quienes traicionan doblemente el pacto social, porque hemos depositado en ellos la confianza para la administración de nuestros recursos y para ejercer el monopolio de la fuerza. Si lo han vuelto en nuestra contra, espero sean procesados y juzgados proporcionalmente, como espero encuentren a la Merlano, que se escapó de la forma más ridiculizante para el Estado, representado por un cuerpo vetusto e inoperante como el Inpec.  

Hecha esta claridad, habrá que distinguir las acciones que persiguen la libertad y la igualdad, bajo la luz de la solidaridad y el humanismo, de la ramplona criminalidad, incluso si tales acciones son “ilegales”, porque en la teoría política y jurídica, y aún desde la mirada más arcaica y tradicional del constitucionalismo y el derecho penal, existen los delitos políticos y el derecho humano de levantarse contra los regímenes. En español simple; de protestar, de resistir ante lo injusto.

Los levantamientos, protestas y resistencias de las mujeres nos han permitido tener los derechos que hoy ejercemos, y nos permitirán abrir sendas para ser menos idénticas y más iguales, como lo plantea Celia Amorós (2008) cuando explica nuestras relaciones sociales. Así que quiero invitarles a la lectura de una crónica impresionante, que por muchos años estuvo anubarrada en los relatos de la lucha revolucionaria uruguaya; pues las acciones de las mujeres, tan “idénticas” todas para el patriarcado, no se consideran heroicas o particulares.

Que 38 mujeres se hayan escapado de una cárcel, en un plan milimétricamente diseñado, que no tuvo ni sobornos ni bajas, le dio igual a la memoria y a la historia. En los procesos de exclusión que se hace de los recuerdos, la “Operación Estrella” -nombre con el cual se denominó el plan-, su narrativa estuvo escondida, como lo estuvieron los recuerdos y reflexiones que sobre la guerra tenían las mujeres francotiradoras, conductoras o enfermeras del Ejército Rojo, hasta que el oído de Svetlana Aleksiévich, la bielorrusa nobel de literatura se puso para ellas.

38 Estrellas es un poco como eso, un trabajo sobre la memoria, que se propuso Josefina Licitra, periodista argentina, cuando escuchó la historia de una fuga de mujeres tupamaras y anarquistas, de la cárcel de Cabildo, ejecutada el 30 de julio de 1971 en Montevideo.

Hasta el año pasado, lo estelar sería el escape de 111 presos, de la cárcel de Punta Carretas, llevada a cabo dos meses después de la Operación Estrella, con algunas diferencias estratégicas, más la peculiar denominación de “El Abuso”.  

“Abuso” también es que semejante hazaña de las mujeres haya tenido tan poca atención, y me valgo de esa transliteración exagerada, porque igual demuestra que la historia y la memoria “oficial” no es una sola, y no la construyen únicamente los de arriba, sino que también hay textos y subtextos, y narrativas con mayor valor en las memorias subalternas, si a estas las atraviesa la diferencia sexual y el género.

Esta tensión se demuestra con un libro que también tendremos que leer: Las Rehenas, y que le valió a algunas mujeres tupamaras, el desprecio o el olvido; pues hablaron detrás de las figuras apabullantes de tupas como Sendic, Rosencof y Mujica (sobre quienes ya se hizo una película en 2018: la noche de 12 años), para develar las particularidades de la militancia femenina, que como plantea Licitra; “todavía se esta escribiendo”.

De momento, la autora de este libro resolvió un vacío, pues nos entrega, en un extraordinario relato, ese sí de talla cinematográfica, una narración sin-imposición-lineal-de-tiempo, pues en su escritura siempre se adelanta al futuro oficial que conocimos, para devolvernos al pasado que nos ocultaron, y no nos deja más opción que admirar a las 13 palomas, después convertidas en 38 estrellas, que entre los 60´y 80´, subvirtieron todas las cargas impuestas a su género, para la toma de decisiones políticas, sexuales o afectivas.

Yo recomiendo más lectura de este tipo, que nos sigue dando lecciones desde el cono sur, y menos escucha de esos periodistas que, en las entrevistas a Aida Merlano 2, casi que la felicitan, congraciándose por las “hazañas” de su madre y por haber “enfrentado” a la justicia ella misma, dejando un mensaje de show estridente y vacío.

Mejor, reivindiquemos la memoria y la historiografía, para obtener del pasado lo mejor que podemos en nuestro presente; hoy, cuando a las mujeres se nos quiere devolver a la casa y a las labores de costura, a ver si con los metros, los hilos y las agujas, al mejor estilo de las estrellas, nos fraguamos la salida.

Brujerío Feminista. Abogada, Defensora de Derechos Humanos. TW: @UnaConcubina