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¿A qué le temen quienes han desatado esta caza de brujas? ¿Sí están tan seguros/as de las “únicas y absolutas verdades” que les enseñan a sus hijas/os, por qué temen que ellos/as obtengan orientación acerca de lo que pasa más allá de su familia? Pueden estar seguros/as que la opción sexual no es un virus, una pandemia o una enfermedad infecto contagiosa que va a atacar a sus hijas/os.

Al ver el video de la niña María José, “Abanderada por la familia”, y escuchar el sinnúmero de insultos y atropellos a lesbianas, homosexuales y a la Ministra de Educación, Gina Parody, por la propuesta de manual que da cumplimiento a la orden de la Corte Constitucional en el caso de Sergio Urrego, sentí vergüenza ajena e imaginé que estábamos en pleno siglo XXI, en la Santa Inquisición. Época en la cual se persiguió, se humilló, torturó y se llevó a la hoguera a quienes se atrevieron a desafiar verdades que se consideraban absolutas, y un mandato divino.

En el video la niña María José, habla acerca de una situación que la inquieta, “… así que siguiendo el ejemplo de la valiente diputada Ángela Hernández quien defiende los derechos de los niños” María José afirma que: “Es vocera de los niños del país, que está segura están en su misma posición…” “… se le está quitando derechos fundamentales, como el de creer en mi única y absoluta verdad, nací de una familia mi padre y mi madre, no conozco más… (sic) por qué me quieren imponer otro tipo de familia que desconozco por completo…” (sic) “…Señora Ministra de Educación, Gina Parody, me opongo rotundamente a creer que mi familia y la familia de la mayoría de niños colombianos, no sea la tradicional, papá y mamá, eso es lo que vivo día a día y no tiene discusión, la familia está constituida por Dios, él no se equivoca…”.

Produce horror, rechazo e indignación la utilización descarada y grotesca que se hace de la niña María José. No es la Ministra de Educación quien le arrebata derechos fundamentales. Son su padre y su madre quienes le están quitando el derecho a vivir en un ambiente de respeto a la diversidad. Son ellos quienes están sentando las bases para que su hija tenga prácticas de exclusión y discriminación, y desconozca derechos consagrados por la ley, como el derecho de las niñas y niños a la igualdad, sin distinción de raza, religión, idioma, nacionalidad, sexo, opinión política, y a ser criado/a con un espíritu de comprensión sexual, tolerancia, amistad entre los pueblos y hermandad universal.

El padre y la madre, a través de su hija reclaman el derecho a tener una familia de acuerdo a sus creencias, válido reclamo. Pero el respeto que exigen, no lo pueden fundamentar en falsas verdades, posturas autoritarias y hegemónicas, y abrogándose el hablar a nombre de todas las niñas/os de Colombia. En este país coexiste una diversidad de núcleos familiares, que no corresponden solamente a la familia heterosexual, con un padre, una madre, “dos hermosos hijos/as”, “viviendo felices y comiendo perdices”.

Las familias colombianas son como el color del arco iris, que dicho de paso es el escogido por las diversidades sexuales, disímiles en su composición parental, en sus condiciones económicas, en sus valores políticos, religiosos y éticos, en su orientación sexual, y en su pertenencia étnica. No existe una única familia colombiana, existen las familias colombianas. Aún más con los nuevos adelantos de la ingeniería genética, cada vez un mayor número de mujeres y varones, recurren a la fertilización in vitro o al alquiler de vientres, para tener hijas/os.

Las movilizaciones lesbofóbicas y homofóbicas para protestar por la “ideología de género” y el manual de convivencia, impulsadas por asociaciones de padres de familia, universidades e iglesia, han contribuido a la desinformación, a la confrontación, al insulto y al irrespeto a la diversidad sexual. Pancartas como la utilizada en la manifestación de Bucaramanga que dice: “parody su PUTA MADRE La crio sadica (sic) Puta (sic) y desvergonza (sic) y permitio (sic) q` abusaran de usted. Le gusto mucho y quiere lo mismo para todos los NIÑOS??? (sic)” producen indignación, son inadmisibles y no pueden ser toleradas por quienes creemos que el respeto a la diferencia sexual es consustancial a la democracia y a la justicia.

El centro del debate ha sido el insulto, la negación de las diferencias y el temor a la diversidad sexual. Es como si, por arte de magia, las niñas/os al ver una imagen donde dos hombres o dos mujeres que se están expresando afecto, o si se les habla abiertamente de una realidad que ven a diario, en sus colegios, en la familia, en la calle, en la televisión, se fueran a impregnar de una “sustancia maléfica” que las/os convierte ipso facto en homosexual o lesbiana.

¿A qué le temen quienes han desatado esta caza de brujas? ¿Qué miedos se anidan en sus corazones? ¿Sí están tan seguros/as de las “únicas y absolutas verdades” que les enseñan a sus hijas/os, por qué temen que ellos/as obtengan orientación acerca de lo que pasa más allá de su familia? ¿Qué fantasmas recorren sus cuerpos para dar como verdades absolutas sus visiones particulares del mundo? Ustedes pueden estar seguros/as que la opción sexual no es un virus, una pandemia o una enfermedad infecto contagiosa que va a atacar a sus hijas/os. El amar y formar familia con un ser del mismo sexo, es un acto de autonomía y de libertad.

No puede ser que, para quienes se han tomado las calles y las redes sociales, no sea suficiente tanto dolor, sufrimiento, muerte y exclusión; productos de hegemonías, verdades absolutas, negación y eliminación de todo lo que se considera diferente; y continúen por el camino de encender el fuego de los odios, de difamar a el/la contradictor/a, de generar exclusión y discriminación. No hay derecho a negarles a las generaciones presentes y futuras, una vida enriquecida con el diálogo de saberes, la argumentación democrática, la solidaridad, el respeto a las diferencias y a la diversidad sexual.

Finalmente, y pese a todos los odios que han querido enquistar como un cáncer que carcome las mentes: Somos muchas colombianas/os que nos sentimos orgullosas/os y admiramos a quienes se han atrevido a gritarle al mundo que aman a otro ser de su mismo sexo, y que han tenido la valentía de salir del espacio privado para vivir su amor y su sexualidad libremente. Acompañamos y admiramos a quienes han tenido la audacia de desafiar el estatus quo, los modelos de belleza y estética que dicta la sociedad de consumo.

El debate sobre los manuales de convivencia debe darse en un ambiente democrático, pluralista y respetuoso. Ambiente en el cual la palabra la tengan padres, madres, niñas/os, jóvenes y docentes. La escuela debe ser el lugar que coadyuve a formar niñas/os y jóvenes para la convivencia democrática, respetuosas/os de los derechos, con capacidades y habilidades para colocarse en el lugar del otro/a, para amar y vivir en autonomía. La escuela debe ser el semillero de niñas/os y jóvenes constructoras/es de paz.

Feminista activista e investigadora colombiana. Autora de investigaciones y artículos sobre paz y mujeres, derechos sexuales y reproductivos, participación política y social de las mujeres, violencias contra las mujeres, feminismos, democracia y poder. Ha representado al gobierno colombiano y a organizaciones...