Siempre he tenido una relación clandestina con la literatura. A los 15 años me encerraba en mi cuarto a leer poemas eróticos, cuentos surrealistas y novelas prohibidas en general para las adolescentes de familias católicas. Crecí en una ciudad pequeña de México, con algunas plazas y parques, donde mi mayor placer era leer. 

Leer ficción me llevó a producir versos y cuentos que anotaba detrás de las libretas escolares. Al principio, se los dedicaba a amores platónicos y desconocidos. Después comprendí que no necesitaban un destinatario. Los escribía por el simple gusto y necesidad de hacerlo: por la felicidad de ver el papel manchado de letras.

Por eso, cuando Lina Céspedes, mi colega y amiga de la Facultad de Jurisprudencia de la Universidad del Rosario, me invitó a participar en el libro de “Abogados de Ficción”, me resultó muy atractiva la indecorosa propuesta. La idea era pensar cómo la literatura le aporta al derecho y viceversa. Yo estoy casada con el derecho, pero soy amante de la literatura. ¡Qué mejor ocasión que escribir para un libro híbrido y hacer oficial la bigamia!

En medio de mi investigación doctoral, sobre un tema jurídico y poco atractivo como lo es el divorcio, suspendí la redacción de la tesis en aras de poder escribir el capítulo del libro que hoy se titula “La guerra sí tiene rostro de mujer”. En él discuto los aportes literarios de la obra de Svetlana Alexiévich, escritora bielorrusa ganadora del Nobel hace unos años, a la justicia transicional con perspectiva de género. El capítulo interroga cómo podemos narrar mejor las experiencias de la guerra en sociedades en transición, tomando en cuenta los hallazgos de Alexiévich al entrevistar a mujeres excombatientes de la Segunda Guerra Mundial.

Repensar la relación entre el derecho y la literatura es analizar nuevas formas de ver los fenómenos jurídicos y sociales. Trazar puentes entre dos disciplinas que parecen poco conectadas, pero que en realidad convergen en la manera de narrar el mundo. El derecho y la literatura comparten el ánimo de resignificar la vida cotidiana, reinventarla, darle nuevos nombres.

Ambos además, crean ficciones. Por eso el título del libro es muy acertado. El derecho a través de nombrar, por ejemplo, que una unión afectiva que se reconoce por voluntad de ambas partes ante un juez es un “matrimonio”, crea que una ficción. La literatura es quizás, como decía Cortázar, pura tura. Una manera de crear realidades a partir de las palabras que sólo toman forma a través de la imaginación. Quizá yo por eso estoy tan enamorada de ambas maneras de relatar y crear ficciones.

Les invito a asistir a la presentación virtual del libro este jueves 21 de octubre a las 7:00 p.m, hora de Bogotá y México, a través del Foro Jurídico de Inteli-Iuris, una plataforma mexicana que invita a conversar sobre el derecho, en este caso, de sus afinidades con otras disciplinas. Estaremos la editora Lina Céspedes y yo presentando el libro, con comentarios de Tito Garza Onofre, investigador del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la Unam y Bárbara Hoyo, columnista del diario digital Animal Político, un hermano en México de La Silla Vacía.

El registro para asistir al evento se puede hacer aquí.

El libro completo, de la editorial de la Universidad del Rosario, se puede conseguir aquí.

Es profesora en la facultad de derecho en la Universidad Iberoamericana en Ciudad de México. Estudió derecho en el Instituto Tecnológico Autónomo de México, una maestría en derecho en la Universidad de Columbia (becaria Fulbright) y se doctoró en derecho en la Universidad de los Andes, Colombia....