Este es un espacio de debate que no compromete la opinión de La Silla Vacía ni de sus aliados.
La brecha de género en el sistema financiero es una realidad. Sus causas, relacionadas con la oferta y la demanda, han sido descritas y analizadas por diversas personas e instituciones nacionales e internacionales.
Entre las principales razones de este fenómeno se encuentran: los sesgos culturales de algunas sociedades, la menor tenencia de activos e ingresos económicos por parte de las mujeres, la autopercepción de algunas mujeres, que les hace pensar que sus posibilidades de acceso al crédito son muy reducidas; entre otras.
Pero el propósito de esta columna no es hablar sobre las brechas sino compartir con ustedes algunas acciones de doble vía, que permitan trabajar en soluciones desde la oferta y la demanda.
En los asuntos relacionados con la oferta es importante fortalecer la promoción y desarrollo de políticas de equidad de género en las instituciones financieras, que permitan la inclusión de las mujeres no solo en lugares de toma de decisiones, sino en distintos frentes organizacionales donde se diseñen y estructuren productos y servicios de acuerdo con las necesidades de las mujeres.
Esto conlleva el levantamiento y análisis de datos desagregados por género que permitan identificar cuáles son sus necesidades particulares, según sus edades, territorios, etnicidad, entre otros factores que configuran retos específicos para ellas. El resultado, la implementación de estrategias financieras de impacto realmente inclusivas.
Otra cuestión a considerar por parte del sistema financiero es la importancia de trabajar en sensibilizar acerca de los sesgos basados en género. Características como edad, estado civil, raza, fertilidad y jefatura del hogar pueden influir inconscientemente en la viabilidad de los créditos otorgados a mujeres.
A partir de este reconocimiento se podrían generar dentro de los comités de aprobación de crédito, por ejemplo, políticas encaminadas a hacer análisis a ciegas o implementar algoritmos basados en datos más allá del tradicional historial crediticio (estabilidad del pago de alquiler, de servicios públicos, hábitos de consumos, entre otros).
Estar atentos a este tipo de sesgos y trabajar decididamente para evitar caer en la trampa podría mejorar las condiciones de desigualdad que enfrentan las mujeres para el acceso a diversos recursos financieros.
Estudios recientes de la CAF – Banco de Desarrollo de América Latina demuestran que las mujeres cuentan con más conocimientos financieros de los que ellas perciben tener; mientras que los hombres poseen más confianza sobre ellos mismos y el conocimiento que tienen.
Por esto, como tercera medida, es importante generar programas y proyectos con perspectiva de género que permitan fortalecer las capacidades de las mujeres en términos técnicos, a través de la educación económica y financiera, y en simultáneo, trabajar en potenciar las habilidades como el liderazgo y la comunicación, que contribuyan a aumentar los niveles de confianza en las mujeres y sus herramientas para el manejo del dinero.
Según un estudio realizado el año pasado por el Dane, la ONU y el Gobierno nacional, la generación de acciones afirmativas para contribuir al cierre de brechas, como las cuotas por género, constituyen acciones importantes para acelerar la igualdad sustantiva y de resultados; sin embargo, estas no eliminan todos los obstáculos a los que se enfrentan diariamente las mujeres. Por esto, es importante que además de las acciones institucionales se generen estrategias de carácter sociocultural que disminuyan los estereotipos de género que afectan la inclusión de las mujeres en la economía.
En este sentido, como cuarta propuesta y de manera transversal, el proyecto de equidad de género en el sistema financiero debería vincular por un lado al Gobierno como un actor que impulsa los cambios estructurales en las organizaciones y empresas, a partir de lineamientos para la inclusión de las mujeres y sus necesidades en los espacios de toma de decisiones y en las políticas públicas. Por otro lado, es necesario fortalecer el trabajo articulado entre el sector público y privado para potenciar el diseño y desarrollo de estrategias, y proyectos destinados al cierre de brechas.
Por último, una de las medidas que cobra mayor relevancia en este tema es que los hombres participen en la elaboración de las estrategias, pero también conocer sus pensares y sus necesidades.
Para que se puedan cerrar las brechas de desigualdad que afectan a las mujeres en el sistema financiero, los hombres y las mujeres se deben reconocer íntegramente. Según un estudio realizado por el Banco Interamericano de Desarrollo, los hombres son parte de la ecuación de la desigualdad de género y por ello, para lograr la igualdad, deben ser partícipes en la construcción de la solución. Esto es un aspecto central para revertir las desigualdades, particularmente en cuanto a las actitudes y comportamientos que contribuyen directa o indirectamente a las brechas mencionadas.
Si bien la equidad de género se ha posicionado como uno de los objetivos a alcanzar como sociedad, las brechas persisten y sus impactos siguen afectando a millones de niñas, mujeres y personas diversas de todo el mundo. Es necesario tomar acciones claras y concretas que contribuyan a disminuir estas desigualdades. Incluir a las mujeres de manera más activa en el sistema económico, no solo es aportar a una sociedad más justa y equitativa, sino también a una economía competitiva y próspera que tiene el potencial de garantizar mejores condiciones de vida para todas las personas.