En el 2023 las cifras de feminicidio en Colombia siguen aumentando. El asesinato de una mujer que aflige a todos, porque ocurrió aquí en Bogotá el domingo pasado durante la celebración del día de las madres; fecha en que la ciudad se paralizó ante una noticia que los medios lograron satirizar, ridiculizando la situación al llamarla “crimen pasional”.

Es importante aclarar que desde 2015 fue reconocida la conducta de matar a una mujer por el hecho de serlo como un delito llamado feminicidio y que se ve agravado si fue cometido por quien había tenido una relación familiar, íntima o de convivencia.

En ese sentido las cosas como son, llamarlo “crimen pasional” permite a la opinión pública excusar la conducta del agresor, el hecho de haber sido su pareja agrava la sanción de asesinato para aumentarla a feminicidio.

Pienso que algunos medios de comunicación caricaturizaron el feminicidio de Érika Aponte inventándose nombres que en el código penal colombiano ni siquiera existen como lo de “crimen pasional”.

Es vergonzoso que periodistas en pleno 2023 hagan sus titulares llamándolo de esta forma cuando ni siquiera deberían usar ese término. Denominarlo así pone al feminicida en un papel de hombre con “amor desenfrenado” que justifica su asesinato por lo “apasionado” que es.

Por otro lado, nuestra alcaldesa Claudia López afirma frente a los medios que: Érika Aponte víctima de este feminicidio hizo una denuncia en comisaría de familia, tuvo relación de pareja durante 11 años con su agresor, pero asegura que la víctima se demoró en activar una ruta legal con el Estado –“Érika hizo lo correcto en denunciar, solo que lo hizo tarde”- dijo.

Lo cual me parece una imprudencia terrible pues su opinión es lesiva e irrespetuosa ya que cuestiona a Érika porque se demoró en denunciar atribuyéndole parte de la culpa en su propio asesinato. 

Érika decidió tardarse en activar una ruta legal con el Estado y sufrir en silencio 11 años de violencia por parte de su pareja motivada por razones personales que nadie puede cuestionar. Me sorprende más nuestra alcaldesa Claudia cuando dice a los cuatro vientos que el Estado pudo ofrecerle a Érika una casa refugio asignada por la Secretaría de la Mujer pero que ella la rechazó.

Nadie tiene derecho de juzgar a Érika por demorarse en denunciar y callar. Pocas personas comprenden el silencio de las mujeres ante estos hechos, he escuchado frases en relación con este feminicidio como: “¿Quién la manda a quedarse callada tanto tiempo?”.

Independientemente de lo retrasada que llega la ayuda del Estado a las mujeres víctimas de violencias basadas en género, opino que las Casas Refugio de la Secretaría de la Mujer son una opción válida que suple una necesidad clave. Adecuaron espacios seguros para mujeres junto con sus niños y niñas donde cuentan con apoyo psicosocial y legal.

Es maravilloso que existan las Casas Refugio en la ciudad de Bogotá, pero queda claro que las entidades gubernamentales olvidan el “pequeño” detalle de difundir la información y muchas mujeres se “demoran” en buscar ayuda porque desconocen esta opción.

Este feminicidio con todas sus aristas es un llamado al Estado a considerar que aún falta mucho en la implementación de estrategias de protección a las mujeres, que son pocas las mujeres que conocen las escazas alternativas de apoyo del gobierno local.

Es un llamado al Estado para replicar a nivel nacional la figura de las Casas Refugio, pues no puedo imaginar el desafío que enfrentan muchas mujeres en el país y más en zonas rurales. El feminicidio de Érika es sobre todo un llamado a la sociedad para derribar la masculinidad tóxica y al Estado para que agilice sus procesos de protección a mujeres víctimas. ¿A quién culpamos?

Publicista de la Universidad Central con Posgrado en FLACSO Argentina en Políticas y comunicación en gestión cultural. Fundadora y actual presidente de la Fundación niñas sin miedo. Ha trabajado en organizaciones sociales como AIESEC en Argentina, Ashoka México y Colombia y hábitat para la humanidad...