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¿Acaso necesitamos ver el hematoma para creerles a las mujeres? ¿Acaso lo único que nos parece reprochable es la violencia física extrema?
Recientemente se han movido en redes los hashtag #Niunamenos y #Yotambiendenuncio en rechazo a la violencia vivida por la actriz Elieen Moreno.
Si bien celebro el apoyo que expresado a la actriz, y creo que su denuncia publica es un acto de profunda valentía, considero que esta situación debe llevarnos a una profunda reflexión como sociedad.
¿Por qué solo nos conmueven los casos en donde hay violencia física evidente? ¿Por qué no nos movilizamos ante casos de violencia psicológica, por ejemplo, con la misma contundencia? Vale aclarar que no estoy cuestionando el apoyo social a Eileen Moreno. Por el contrario, lo interpreto como algo positivo y una señal de que algo está empezando a cambiar en nuestra sociedad.
Sin embargo, no puedo evitar preguntarme por qué necesitamos ver un rostro golpeado para sentir solidaridad y repudiar la violencia contra las mujeres.
Hace poco, la Magistrada del Consejo de Estado Stella Conto anunció públicamente que se divorciaba de su pareja porque estaba siendo víctima de violencia. Ella pidió que su pareja le indemnizara por los daños que le causó. El caso de la Magistrada Conto no generó ni de lejos la misma solidaridad que los casos de víctimas que han sido gravemente heridas.
¿Acaso necesitamos ver el hematoma para creerles a las mujeres? ¿Acaso lo único que nos parece reprochable es la violencia física extrema?
Los casos de agresiones físicas suelen estar precedidos de periodos de profunda violencia psicológica, económica y de otros tipos. Los agresores no se presentan, te enamoran y al otro día empiezan a pegarte. Es un proceso, que a veces puede ser de años, otras de meses.
En nuestras sociedades machistas esas expresiones “tempranas” de violencias como los celos enfermizos, los gritos, las humillaciones, la violencia económica, entre otras, son socialmente aceptadas.
Justamente, creo que esa es la razón por la que solo la evidencia física de los golpes nos conmueve, e ignoramos que detrás de eso hubo otras expresiones de violencia que tendemos a banalizar.
Como feminista, muchas veces he sido tildada de “exagerada” cuando visibilizo o litigo casos de violencia que no se expresa necesariamente en golpes.
No se trata de una exageración, es la consciencia de que el golpe es una de las etapas más graves de un espiral de violencia que empieza mucho antes y hay que cortar a la mayor brevedad posible.
La violencia contra las mujeres es una epidemia a la que se ha respondido de forma deficiente y sin la adecuada prevención. Todo se pretende arreglar mediante aumentos de penas y medidas que aplican cuando las mujeres ya son víctimas.
Es como si ante una propagación de un virus, la estrategia es poner más camas en el hospital para cuando la gente se enferme, pero no se hace una estrategia para prevenir y cortar el contagio.
A las mujeres las atienden cuando ya son víctimas, pero no se hace nada para prevenir que las agredan. Casos como el de Eileen se pueden prevenir si cortamos la violencia desde sus etapas más tempranas. El machismo mata, literalmente.
El testimonio de Eileen Moreno puede motivar que muchas mujeres en su misma situación denuncien a sus agresores y busquen el apoyo para salir de los círculos de violencia que tanto daño nos hacen como sociedad.
Toda mi solidaridad con Eileen, y mi admiración por su fuerza.
La próxima vez que alguna mujer cercana le cuente que está viviendo violencia psicológica, económica, o de cualquier tipo, créale, ayúdela, apóyela. Su actitud puede marcar la diferencia.
@alejandracollag