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En el marco del Día Internacional de los desaparecidos, es necesario resaltar las barreras especiales que enfrentan las mujeres víctimas de desaparición y sus familias.

Hoy, 30 de Agosto, se celebra el Día Internacional de los Desaparecidos.

La desaparición es el tema que me ha ocupado diariamente durante los dos últimos años, desde que empecé mi trabajo en el Servicio de Restablecimiento del Contacto entre Familiares la Cruz Roja. Mi trabajo consiste en ayudar a las personas a encontrar a sus familiares desaparecidos en contextos humanitarios como conflictos armados, desplazamiento forzado, migración internacional, catástrofes naturales o desaparición forzada. Haciendo esta labor he conocido personas muy diferentes: Líderes de la oposición en la República Democrática del Congo, migrantes sirios, afganos, venezolanos, africanos, víctimas de trata de América Latina y África, familiares de personas que fueron prisioneros de guerra en Alemania durante la segunda guerra mundial, deportados durante la Shoah, Rohingyas, Uigures, víctimas de Srebrenica, víctimas de Pol Pot, Harkis, resistentes y colaboradores del régimen nazi, familias que intentaron atravesar el mediterráneo en parteras de caucho y personas que fueron reducidas a la esclavitud en Libia, entre muchas otras. Personas de todo el mundo, de todos los contextos, que han atravesado todo tipo de tragedia humana y que tienen en común que llevan meses, años o décadas sin noticias de un ser querido. Y si algo he aprendido hasta ahora es que el drama de la desaparición tiene cara de mujer.

Primero una aclaración. Cuando hablo de desaparición, no me refiero exclusivamente a la desaparición forzada que tan bien conocemos en Colombia. La desaparición forzada es un delito de derecho internacional que implica la detención o secuestro de una persona por parte del Estado (o con su aquiescencia) y el posterior ocultamiento de ese secuestro o detención y del paradero de la persona. Es un delito que ha sido particularmente recurrente en América Latina con altísimos índices de impunidad. Pero la desaparición no se reduce a este delito, sino que puede ocurrir en muchos otros contextos y por muchas otras razones. Puede ser un acto criminal, puede ser el resultado de un movimiento masivo de población, de una catástrofe natural, la consecuencia del simple hecho de perder el teléfono celular en un contexto migratorio, de ser rescatados por barcos diferentes intentando cruzar el mediterráneo o de ser alojados en centros diferentes por no poder probar el parentesco a los agentes de inmigración al momento de pedir el asilo en Europa. 

En todos estos casos, las familias deben vivir en la incertidumbre y la desesperanza de no conocer el parado de su ser querido. Y, como tantas cosas en el patriarcado, la desaparición afecta desproporcionadamente a las mujeres:

Efectos legales

Las familias de personas desaparecidas se enfrentan frecuentemente a barreras legales importantísimas que les impiden hacer valer sus derechos. En temas como el acceso a la herencia, la patria potestad, o a la administración de los bienes, hay lagunas que dejan a los familiares de los desaparecidos en un limbo jurídico.

En muchos países existe un procedimiento que permite declarar a una persona como desaparecida y, eventualmente, decretar su fallecimiento. Aunque los plazos varían dependiendo del país, se necesita que haya pasado un tiempo mínimo (en promedio de un año) desde la ultima vez que se vio a la persona para que se reconozca legalmente su desaparición y entre 5 y 10 años a partir de esta declaración para que se decrete la presunción de fallecimiento. Y entre estos dos plazos, los familiares de personas desaparecidas están completamente desamparados. 

Esto sin hablar de los numerosos países donde no existe ningún procedimiento de declaración de ausencia, ni de las múltiples circunstancias que hacen imposible que una persona pida que se declare una desaparición. En Sri Lanka, país que atravesó una violenta guerra civil que dejó más de 20000 desaparecidos según la Cruz Roja, no fue sino hasta el 2018 (11 años después del fin oficial del conflicto) que el Estado creó una agencia para la búsqueda de desaparecidos y que se le permitió a las familias obtener un certificado oficial para probar la desaparición.

Y los efectos de estas lagunas jurídicas son dramáticos para las familias. Un ejemplo práctico que enfrento en mi trabajo frecuentemente es el de la Reunificación Familiar. En Francia, que es el país donde trabajo, cualquier persona que haya sido reconocida como refugiada puede hacer venir a sus hijos menores de edad. Sin embargo, para hacer valer este derecho, se necesita que ambos padres del menor firmen una autorización de viaje entre el país donde se encuentra y Francia. En los casos donde uno de los padres está desaparecido, es extremadamente difícil hacer valer el derecho a la Reunificación Familiar, precisamente porque es muy difícil probar legalmente la desaparición, y la mayoría de las familias no pueden proveer un certificado de defunción. La gran ironía de esto es que frecuentemente la desaparición es lo que motiva la obtención del estatus de refugiado.

Y estas barreras legales suelen tener efectos desproporcionadamente negativos para las mujeres, especialmente cuando la víctima de la desaparición es el hombre cabeza del hogar. Dado que en muchos países del mundo, incluyendo en Colombia, los títulos de propiedad suelen estar a nombre de los hombres, las mujeres pueden perder sus propiedades, o la capacidad de disponer de ellas cuando desaparece su cónyuge. Así mismo, el hecho de que muchas legislaciones en el mundo solo toman en cuenta la autoridad del padre para tomar decisiones sobre los hijos implica que en caso de desaparición las mujeres no pueden tomar decisiones básicas sobre la vida de sus hijos. Y todo esto es especialmente dramático en los países donde las mujeres necesitan la autorización de sus esposos para viajar, trabajar, tener cuentas de bando, etc. 

Efectos sociales y económicos

La desaparición de un ser querido tiene efectos profundos sobre el tejido familiar y social. Como lo explica Nicolás Mendy, coordinados del programa de Familias de Migrantes Desaparecidos de la Cruz Roja en Senegal “Las familias se enfrentan a una situación de desesperanza, de incertidumbre, de culpabilidad, de furia, de cansancio mental, de confusión y ansiedad”. Se trata, en la mayoría de casos, de familias que pierden a sus padres o hijos que representaban el soporte económico de la familia. 

Y además de las consecuencias económicas que vienen con la desaparición, las mujeres suelen cargar con una parte importante de la culpabilidad. En Senegal, por ejemplo, así como en muchos países de África occidental, existe la creencia de que cualquier desgracia a la que se vea enfrentada una familia es necesariamente la culpa de la madre. Como consecuencia de esto, las madres que tienen un familiar desaparecido suelen ser excluidas y aisladas de sus comunidades. 

Efectos psicológicos 

La desaparición genera un tipo de duelo para familiares y amigos que los psicólogos llaman “pérdida ambigua”. La falta de certeza, la ausencia de un cuerpo y la imposibilidad de realizar los ritos fúnebres tradicionales le impide a las familias llevar a cabo un duelo normal. En palabras de Pauline Boss, quien acuñó el término en los años 70, la pérdida ambigua “una situación de pérdida confusa que es consecuencia de no saber si un ser querido está vivo o muerto, ausente o presente. Esto afecta gravemente el bienestar psicológico de las familias. Es posible que pasen toda su vida buscando respuestas, y tienden a aislarse social y emocionalmente como resultado de ese proceso”. 

Aunque la pérdida ambigua afecta a todos los miembros de la familia, en una sociedad patriarcal el peso de lo que las feministas llaman “labor emocional” suele recaer en las mujeres. Son ellas, en la mayoría de los casos, las que cargan con el peso de mantener la relación de la familia, de soportar el peso emocional de la perdida, de permitir el dialogo y verbalizar el sufrimiento y de enfrentar la culpabilidad. 

Si quieren profundizar más sobre la pérdida ambigua, y la importancia de los  ritos, los invito a ver este video de la Cruz Roja intitulado “el funeral de la muñeca”

El trabajo de buscar a los seres queridos y reclamar justicia ha sido ampliamente realizado por mujeres

Buscar a los desaparecidos es una obligación de los Estados y así lo determina Convención internacional para la protección de todas las personas contra las desapariciones forzadas y otros instrumentos internacionales. Pero el peso de la búsqueda de desaparecidos recae hoy en la sociedad civil, y en gran parte en el trabajo incansable de las mujeres. Gloria Luz Gómez Cortés, coordinadora general de la Asociación de Familiares de Detenidos Desaparecidos, ASFADDES lo dijo en sus propias palabras así: “Desde que se asumió la desaparición forzada como modalidad represiva para eliminar a los opositores y militantes de izquierda, fueron los hombres el mayor porcentaje de desaparecidos, de víctimas y por eso las mujeres tuvimos que liderar, no solamente las mamás sino también las hermanas, las esposas, las compañeras, las hijas, las amigas, que sin ellos y por ellos les tocó asumir la búsqueda, la denuncia y una cantidad de aprendizajes y construcciones para lograr saber dónde están, ante la falta de respuesta de los Estados”.

Hoy son las organizaciones de mujeres las que han liderado la lucha por los desaparecidos en Colombia, como lo reconocieron la Unidad de Búsqueda de Personas dadas por Desaparecidas y la Comisión de la Verdad en el segundo encuentro de reconocimiento a mujeres y familiares buscadores. Y esta tendencia también se ve en América Latina y en el mundo. En todos los países donde hubo un conflicto armado o una situación humanitaria, las mujeres víctimas se han unido con el fin de esclarecer la verdad sobre sus seres queridos desaparecidos y exigir verdad al Estado y los actores armados. Es el caso, por ejemplo, de las Madres y las Abuelas de la Plaza de Mayo, las Madres de Soacha, la Caravana de madres de migrantes desaparecidos en México, las Madres de Srebrenica, la organización de mujeres para la búsqueda de indígenas canadienses desaparecidas, entre muchas otras. 

No es una coincidencia, tampoco, que el servicio de búsquedas de desaparecidos de la Cruz Roja en el que trabajo esté integrado exclusivamente por mujeres.

Hay obstáculos especiales en la búsqueda de mujeres desaparecidas

La mayoría de víctimas de desaparición son hombres especialmente en lo casos de desaparición forzada y de desaparición en contextos de conflicto armado. Pero cuando las mujeres son las que desaparecen hay muchos obstáculos sociales que dificultan su búsqueda. Por ejemplo, en Afganistán, la Cruz Roja no puede hacer una solicitud de búsqueda a nombre de una mujer. Para buscar a una mujer en suelo Afgano, la Cruz Roja se ve obligada a buscar a un familiar o conocido de la mujer que pueda tener noticias de ella. En otras partes del mundo es considerado indecente pedir una descripción física de una mujer, lo que dificulta enormemente el reconocimiento de cuerpos. En algunos contextos solo ciertas personas, como el esposo o los padres, tienen la legitimidad de buscar a mujeres desaparecidos. Así mismo, la invisibilización del rol de las mujeres en contextos de guerra limita la posibilidad de aclarar el paradero de las mujeres desaparecidas.

Y más injusto aún, en ciertos casos las mujeres no son consideradas lo suficientemente importantes para ser buscadas, lo que sucede especialmente con las poblaciones más vulnerables, como mujeres racializadas, habitantes de calle, mujeres trans y trabajadoras sexuales. En Canadá, por ejemplo, 4000 de mujeres indígenas desaparecieron en los últimos 30 años y las autoridades canadienses permanecieron completamente indiferentes a la situación hasta noviembre de 2015, cuando un reporte del gobierno determino que la situación “equivale a un genocidio”.

La desaparición es un drama que desgarra el tejido social y obliga a los familiares y amigos a vivir en una situación de incertidumbre constante. El Estado colombiano y los ciudadanos tenemos una obligación de memoria y de justicia con las víctimas de desaparición. Declaraciones como las de la Fiscalía General de la Nación y Medicina Legal, quienes concluyeron que no hubo desaparición forzada en el Palacio de Justicia son un insulto para todas las víctimas de desaparición en Colombia y nos alejan aún más de la verdad y la justicia. Y son las mujeres, las buscadoras incansables, las que sufren de forma desproporcionada por de la indiferencia del Estado. Hoy, 30 de Agosto, les debemos el reconocimiento de su lucha.

Soy la editora de la sección En Vivo, coordinadora de podcast de La Silla Vacía y dirijo los Huevos Revueltos con Política. Soy periodista de la Santo Tomás y tengo una maestría en ciencias políticas y relaciones internacionales de la Universidad del Rosario. Fui reportera política en El Nuevo...

Soy el periodista que cubre Congreso y partidos políticos. Estudié comunicación social y periodismo en la Universidad Surcolombiana. Antes hice parte de La Silla Sur. En 2020 gané el premio de periodismo Reynaldo Matiz a mejor trabajo en internet; y en 2021, 2022 y 2023 el premio Carlos Salamanca...

Estudié Literatura y Filosofía en la Universidad de Los Andes y de ahí salí a hacer la práctica en La Silla Vacía. Cubrí Bogotá, el Caribe y, ahora, política y Congreso. @jpperezburgos

Soy el periodista que cubre las movidas de poder en el Caribe y a los partidos Conservador y Cambio Radical. Estudié Comunicación Social y Periodismo en la Universidad del Norte. Trabajo en La Silla Vacía desde el 2019. Participé en la antología "Diez años son nada, antología de la Cola de...

Soy periodista y desde 2019 hago parte del equipo del Detector de Mentiras de La Silla Vacía. También enseño sobre fact-checking y seguridad digital en la Universidad de La Sabana. Me interesa el debate sobre la regulación de las redes sociales y su incidencia en la libertad de expresión. Estudié...

Historiadora y Diseñadora. Trabajé del 2018 al 2021 en La Silla Vacía como Coordinadora Gráfica. Ahora vivo en Helsinki (Finlandia) y estudio una maestría en Comunicación Visual.

Soy estudiante de Literatura con doble programa de Historia de la Universidad de Los Andes. En este momento estoy realizando mi práctica de grado de Historia en La Silla Vacía.

Abogada y politóloga de la Universidad de los Andes con maestría en derechos humanos y acciones humanitarias de SciencesPo Paris. Una de las SietePolas. Feminista y activista por los derechos de las mujeres y de la comunidad LGBT. Actualmente trabaja en la búsqueda de personas desaparecidas en el...

Comunicadora social de la universidad Eafit. Cuento historias de Antioquia y el Eje Cafetero. @sararuizmo

Periodista. Pasé por La Patria, Congreso Visible y El Espectador. Cubrí para La Silla las movidas de poder en Bogotá y Cundinamarca mientras existió La Silla Cachaca entre 2017 y 2019. Ahora ando pendiente de las conversaciones que podamos dar y generar desde La Silla en redes sociales. De vez en...