Este es un espacio de debate que no compromete la opinión de La Silla Vacía ni de sus aliados.
El Gobierno de Petro se anuncia como un Gobierno de la paridad. Habrá una representación igualitaria de ministros y ministras en el gabinete presidencial. Además, se pretende crear el Ministerio de la Igualdad, encabezado por la vicepresidenta Francia Márquez. Esta nueva estructura del poder Ejecutivo colombiano es sin duda una buena noticia y una diferencia notable con su antecesor. Por lo anterior, hay motivos para alegrarse con los nuevos rostros del Gobierno entrante.
La paridad ha sido entendida como la búsqueda del equilibro en la representación política entre hombres y mujeres, sobre todo en los altos cargos de poder. Sin duda la paridad no debe buscar ser solo un balance de sexos en los poderes públicos. Pensarlo de esta manera sólo refuerza la idea de que hay dos géneros binarios: el femenino (representado por las mujeres) y el masculino (representado por los hombres).
De los 18 ministerios del Gobierno de Petro hay nueve presididos por mujeres, sin contar el que falta por crear: el Ministerio de la Igualdad. Destacan los liderazgos femeninos en áreas como el deporte, las minas, la agricultura y el trabajo, que han sido vistos tradicionalmente como masculinos. Solamente hay una mujer afrodescendiente ocupando el Ministerio del Deporte. Los ministros de Defensa, Comercio, Hacienda y del Interior serán ocupados por hombres. No hay representación indígena en el gabinete.
No obstante, estas designaciones son un avance hacia una representación más igualitaria en los altos cargos del gabinete presidencial. En este sentido, la paridad debe ser entendida como un “balance de género”, pero no solo entre hombres y mujeres; abarca también a las personas con una orientación sexual diversa a la heterosexual.
Por otra parte, la paridad es un concepto más amplio que solo promover una representación sexual equilibrada entre hombres y mujeres. Implica también repensar cómo se deberían mejorar las cargas del trabajo de cuidado que realizan principalmente mujeres y cerrar las brechas salariales que hacen que ellas –y otras poblaciones históricamente desaventajadas– no puedan acceder a los puestos de poder.
El camino hacia la paridad necesita considerar que la democracia debe ir de la mano de la igualdad sustantiva. Si bien las cuotas de género son acciones afirmativas necesarias para promover una mayor representación femenina en los puestos de poder, no garantizan que las mujeres que llegan a esos cargos tengan perspectiva de género.
Por lo tanto, la paridad no debe ser solo simbólica. Es decir, no solo es importante que haya diversidad en el organigrama administrativo (mujeres, afros, indígenas y personas Lgbtiq+ en altos cargos), sino que también se debe promover que se realicen los cambios y las reformas necesarias para paliar la desigualdad estructural social y económica.
La paridad de género debería ser una apuesta transformadora del desequilibrio de poder histórico que existe entre el ámbito público y el privado, por el cual muchas personas se encuentran marginadas de la política. No solo las mujeres.
Esperemos que este nuevo Gobierno dé pasos contundentes hacia esa paridad.