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21 de junio, día del solsticio de verano. Tuve el privilegio de asistir a la inauguración de la Casa de Estamos Listas en Medellín. Estas fueron las reflexiones que me dejó ese aquelarre de soles y Buhas.

De los primeros regalos que recibí de Virginia Woolf, esta “pepita de verdad” sobre las mujeres y su existencia en el mundo me trastocó el alma: “Que una mujer debe tener dinero y una habitación propia para poder escribir novelas”.

Así como suena, si queremos hacer y contar la historia, y afectar esta novela que se desarrolla día tras día sin nosotras, necesitamos la independencia y la capacidad de moldear el cuarto-mundo a nuestra medida.

Eso han venido haciendo las compañeras de Estamos Listas.

Cuando supe de este movimiento de mujeres que venía creciendo en Medellín para participar en las elecciones, con autonomía de los partidos tradicionales, feminista y con énfasis en lo colectivo, recordé los sueños de tantas ancestras. Las que fueron acusadas de doble militancia porque se mantuvieron en los partidos de izquierda, nombrándose feministas a costa del rechazo u ostracismo político; las que se rompieron en esa pugna injusta y desigual, y decidieron hacerse autónomas; y las que llamaron a conformar un partido de mujeres en los tempranos sesentas, como Ofelia Uribe de Acosta, en su libro Una Voz Insurgente, con tal de estar en la contienda.

Esto último no cuajó y no cuajará fácilmente, a pesar de que, en los noventas, el slogan “mujer vota por ti mujer”, abrazara la era política inaugurada con la constituyente del 91, y algo de unidad femenina se asomara, desde la intuición que compartimos por ser las excluidas de todos los sistemas que regula el patriarcado, siendo uno de los más feroces el de la política.

Excluidas por ser mujeres. No se le puede llamar de otra forma.

Claro que hay lugares donde no estamos permitidas, porque como sentenció Woolf, fuimos condenadas a la pobreza material y simbólica. Y ese llamamiento de la escritora al dinero y a la habitación propia, es también material y simbólico.

Ella es maravillosamente seductora y ácida en su texto, porque le fue solicitado hablar sobre las mujeres y las novelas, y no pudo evitar una reflexión que contemplara las mujeres y su modo de ser, y las mujeres y las fantasías que se escriben sobre ellas, las cosas que NO se nos permiten por ser mujeres, y la injusticia terrible que hay en ello, cuyos efectos seguimos padeciendo 90 años después de la publicación de su texto.

Para que no fantaseen más sobre nosotras, debemos hablar nosotras. Para que no legislen los varones cisgénero sobre nuestras vidas y cuerpos, debemos legislar nosotras.

¿Por qué a las mujeres se nos exige estar cualificadas y a los hombres nada? ¿Por qué cuando hablamos de paridad se nos exige “cumplir” los requisitos para no ser un relleno, cuando los hombres siempre han rellenado los espacios de poder y nadie les ha dicho nada? Nadie se les ha atravesado en el césped, como los varones a Mary Beton, Mery Seton, Mary Carmichael, los personajes de Virginia que eran ella misma, o tantas otras que hemos sido, privadas del mundo, privadas de un lugar o una habitación propia.

Pues bien, las compañeras en Medellín ya tienen una Casa, y la han venido cimentando desde que decidieron ser y estar ELLAS en la política de su ciudad, y proponer alternativamente, con independencia y mecanismos democráticos que poco reproduzcan la política falogocéntrica a la que estamos acostumbrados.  

Yo vi magia y poder brujeril en ese Movimiento, conozco el sentir de muchas mujeres que están allí, con las que alguna vez nos jurábamos “sin Dios, ni marido, ni partido”, y con las que estoy segura, hoy repetimos “feminista vota feminista”.

Entendí que el lugar simbólico de Estamos Listas, está en la esperanza de esas miles de mujeres que pusieron su rúbrica, y en los corazones de las candidatas que hacen parte de la lista al Concejo y que quieren elegir y ser elegidas. A ellas, a todas, les celebro la valentía, y les auguro éxitos en este intento por hacerlo diferente.

Su lugar material, su cuarto propio pero colectivo, está en La Playa, en pleno centro del Medellín que se escucha en la canción de los coffee makers. Comparten calle con el árbol más viejo de la ciudad y por algo será. Porque estas Buhas irradian con su sabiduría la “nueva” casa donde cabemos todas. Me encantó su pasado y su presente, porque pasó de ser el resguardo de las fotografías de Libardo Garcés, a ser la protagonista de la foto, y espero que allí se escriban muchas novelas.

Todo esto me lleva a conjurar que las mujeres, ojalá siempre estemos listas para una habitación propia, que no tengamos miedo porque ese es el lugar en el que nos quiere el patriarcado, encerradas en una no-casa, deshabitadas, sin desafiarlo.

Nosotras hemos estado listas para muchas cosas; cada vez que una mujer rompe un ciclo de violencias, estamos listas. Cada vez que una mujer toma una decisión de autonomía afectiva, económica o física, estamos listas. Cada vez que una mujer participa en política, estamos listas.

Volveré con los años a esta columna y no lamentaré palabra alguna, porque un movimiento así nos lo debíamos, porque ojalá se multiplique en otras ciudades y se vuelva imparable. Lo normalizado ya se fracturó, y en lo andado no retrocederemos.

Para las y los incrédulos, o los pesimistas que agüerean futuros de corrupción, alianzas mal intencionadas, o un destino similar al que nos muestra hoy la política electoral, les anuncio: no me trasnocha, volveré a esta columna porque me recordará que sea lo que sea, las mujeres de Medellín se atrevieron a tener una habitación propia.

Addendum: En Bogotá, mi ciudad, la cosa está compleja.

Brujerío Feminista. Abogada, Defensora de Derechos Humanos. TW: @UnaConcubina