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El militarismo es mucho más que instituciones militares concretas o personas de uniforme; se trata más bien de una manera de ver el mundo, de entender las relaciones de las personas, de tramitar los conflictos  y de lograr el consenso y la eficacia en una sociedad (Yuste Juan Carlos).

El militarismo es mucho más que instituciones militares concretas o personas de uniforme; se trata más bien de una manera de ver el mundo, de entender las relaciones de las personas, de tramitar los conflictos  y de lograr el consenso y la eficacia en una sociedad (Yuste Juan Carlos). 

Como sostiene la pensadora feminista Cynthia Enloe, la militarización de las personas, tiene dos sentidos: por un lado éstas pueden verse forzadas a comportarse de una forma determinada que permita a los militares tener más poder; por otro lado, las personas pueden introducir los valores militares como propios, otorgando una legitimidad natural a los actos militares. 

En este sentido, el patriarcado es esencial para la transmisión y desarrollo del militarismo porque no sólo afecta a las relaciones sociales, sino que se encuentra presente en las relaciones interpersonales, en la escuela, en la familia, entre otras, generando espacios  permanentes para el aprendizaje de la subordinación y la obediencia. El militarismo refuerza también al patriarcado cuando introduce una visión del mundo fundamentada en valores patri-militares, existiendo una relación clara entre lo aprendido en la milicia (a través de su estructura, normas, valores) y lo aprendido a través de los procesos patriarcales de socialización. 

En el militarismo existe la lógica del amigo/enemigo, en el patriarcado varón/dominador. En el militarismo la solución violenta de los conflictos, en el patriarcado el uso de la violencia para dominar a las mujeres. El militarismo ve un peligro en la pluralidad, el patriarcado obliga a las mujeres comportarse según patrones y roles preestablecidos;  en este sentido, el primero exige uniformarse y el segundo, ejerce control sobre las mujeres para que no subviertan los roles y patrones El militarismo implica mayor efectividad militar que civil y en el patriarcado mayor valoración al trabajo realizado por los varones que al trabajo realizado por las mujeres. Se podrían establecer algunos puntos de encuentro entre valores militaristas y valores patriarcales, por ejemplo cuando  se enseña que los varones mandan y las mujeres obedecen,   los roles  sociales a los que puede acceder  las mujeres, y a los que no, los límites de su capacidad intelectual y afectiva, el control permanente sobre su cuerpo, espacio, tiempo y trabajo, y hasta la manera de hablar, vestirse y comportarse. 

De esta manera, militarización y patriarcado son mutuamente dependientes. El uno alimenta a otro y viceversa, porque se mueven con una misma lógica aplicada a la relación entre varones y mujeres, y a la relación entre personas en una sociedad o entre pueblos.  Con esta misma lógica se ejerce el control de unos sobre otras/os, el ejercicio del poder excluyente o la dominación como obtención de recursos o privilegios. El principio subyacente es, pues, el mismo, y de ahí su interrelación profunda. Pero esta interrelación también enseña que no se puede dejar de lado al patriarcado y al militarismo en la tarea de construir paz, y que más bien es preciso trabajarlas simultáneamente para enfrentar un problema que como Medusa parece tener multitud de serpientes en su cabeza. Dejar de lado el militarismo significa permitir que se mantenga en reserva uno de los recursos más poderosos del patriarcado y viceversa.

En sociedades con ejércitos institucionalizados se siguen produciendo violaciones a los derechos humanos, y concretamente de mujeres, por ejemplo las denuncias de violaciones de civiles por parte de militares del ejército belga e italiano durante las misiones de paz de la ONU en Somalía, las denuncias oficiales de prostitución infantil en el Cuartel General del ejército italiano en Bosnia, o el comercio sexual y violaciones en las cercanías de cualquier base militar estadounidense, las denuncias de las mujeres víctimas de violaciones a sus derechos por parte de guerrillas, paramilitares o fuerza pública, las violaciones de soldados y contratistas militares de Estados Unidos, que abusaron sexualmente a al menos 54 menores de edad en Colombia entre los años 2003 y 2007, según un informe de la Comisión Histórica integrada por el Gobierno Nacional y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). Las organizaciones feministas no dejamos de señalar el espíritu patriarcal presente en las corporaciones armadas, señalándolos como uno de los bastiones institucionales del patriarcado mantenido por ciudadanas y ciudadanos.

Por lo demás, el militarismo en la vida de las mujeres  implica restricción a la libertad, la dignidad y al libre movimiento, y a la vez una violación directa a la integridad de ellas. Algunas de las expresiones del  militarismo son de hecho formas de tortura, de encarcelamiento en la casa, de terrorismo sexual, o de esclavitud. Desde esta perspectiva, el militarismo  representa una violación a los derechos humanos de las mujeres.

La militarización de una sociedad deja a las mujeres con menos capacidad de controlar sus vidas, y favorece la sensación de superioridad masculina tan afecta al patriarcado. Desestructurar los fundamentos de la cultura patriarcal pasa por buscar la superación del fenómeno militar en nuestras sociedades. Este es uno de los  desafíos  planteados por organizaciones feministas de cara a los procesos de paz.

Feminista activista e investigadora colombiana. Autora de investigaciones y artículos sobre paz y mujeres, derechos sexuales y reproductivos, participación política y social de las mujeres, violencias contra las mujeres, feminismos, democracia y poder. Ha representado al gobierno colombiano y a organizaciones...