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Perdón si algunos de los comentaristas se sienten ofendidos, afirmar lo contrario es una total ignorancia de las condiciones históricas que hicieron posible romper con los atavismos religiosos acerca de la sexualidad femenina y una banalización del largo camino que hemos debido recorrer las mujeres para arrebatarle al patriarcado jirones de nuestra autonomía sexual y reproductiva.

No deja de asombrar que con la muerte el 27 de septiembre del señor Hugh Hefner, dueño del emporio Playboy, medios como la Revista Semana[1], afirmen que él fue el precursor de la revolución sexual. Perdón si algunos de los comentaristas se sienten ofendidos, esta afirmación significa una total ignorancia de las condiciones históricas que hicieron posible romper con los atavismos religiosos acerca de la sexualidad femenina y una banalización del largo camino que hemos debido recorrer las mujeres para arrebatarle al patriarcado jirones de nuestra autonomía sexual y reproductiva.

Las primeras luchas por los derechos reproductivos se dieron luego de la Carta de los Derechos Humanos en la época de la Revolución Francesa y con el “movimiento de control de la natalidad”. La revolución sexual para las mujeres encontró un espacio de inflexión en la década de los años 60, a raíz del descubrimiento de los anticonceptivos que permitieron separar sexualidad de reproducción y que las mujeres vivan el placer sin el temor a la preñez.

La autonomía sexual se la debemos a mujeres como Margaret Sanger (1879-1966), ella promovió la liberación de la mujer, especialmente en el campo sexual, y apoyó decididamente las investigaciones que llevaron a la fabricación y aprobación de las píldoras anticonceptivas en 1960 o a Simone de Beauvoir (1908-1986), quien a través de su producción literaria y su militancia puso en entredicho el mandato patriarcal de la maternidad como único destino para las mujeres o mujeres que se atrevieron a desafiar la heterosexualidad impuesta y se arriesgaron a vivir el amor y el erotismo entre mujeres o a quienes subvirtieron el mandato patriarcal sobre la maternidad como el eje de la vida de las mujeres.

El señor Hugh Hefner, construyó un falso discurso sobre la revolución sexual, objetivizando y colocando el cuerpo de las mujeres como una mercancía que es consumida de acuerdo a los deseos y el poder adquisitivo de los varones. A él no le debemos nuestra liberación sexual, por el contrario, cosificó el cuerpo de las mujeres, reafirmando el dominio de los varones sobre la erótica y la sexualidad femenina. En ese emporio construido por el señor Hefner, la libertad sexual de las mujeres no encuentra un espacio propio, porque está pensada desde el erotismo masculino, y su libertad está restringida a los deseos de los otros y a la capacidad de pago que se tenga para realizarlos.

No sé que entienden por revolución sexual algunos medios de comunicación; la revolución no se trata de la exhibición cuerpos desnudos, de obedecer y ser esclavas de los mandatos patriarcales sobre la estética y el cuerpo femenino, para agradar a la horda de varones que en sus fantasías se apropian de los deseos, la erótica y el cuerpo de las mujeres. Para el feminismo la revolución sexual significa arrebatarle al patriarcado la colonización sobre nuestros cuerpos.

La revolución sexual implica reconocer el poder del patriarcado sobre la sexualidad femenina y la necesidad de des-estructurarlo para entregar a las mujeres la autonomía sobre su cuerpo, para elegir libremente a quien amar, desear y con quien compartir deseos, fantasías, erotismos y necesidades.

Además, para hacer realidad la revolución sexual, es urgente descolonizar el cuerpo femenino para dar la palabra a los deseos de las mujeres, para re-significar su erotismo y su sexualidad, entregándoles la libertad y la autonomía, que les han sido arrebatas por el patriarcado. Pero ello, sólo será posible por la lucha decidida de las mujeres, liberando su rebeldía y fortaleciendo su capacidad de subvertir el poder patriarcal ahí donde es más invisible, nuestro cuerpo.

Tal como lo sostiene Kathleen Barry: “La visión de una sociedad que no colonice a las mujeres implica pasar primero por el dolor de reconocer los peores aspectos de la opresión de las mujeres. Pero la esperanza abre la oportunidad de crear una nueva estructura política y un nuevo orden social. Tener la esperanza significa exigir y encontrar un mundo que esté libre de terrorismo contra las mujeres. Conocer lo peor nos da la libertad de esperar y luchar por lo mejor”.

[1] http://www.semana.com/gente/articulo/murio-hugh-hefner-el-fundador-de-la-popular-revista-playboy/541849

Feminista activista e investigadora colombiana. Autora de investigaciones y artículos sobre paz y mujeres, derechos sexuales y reproductivos, participación política y social de las mujeres, violencias contra las mujeres, feminismos, democracia y poder. Ha representado al gobierno colombiano y a organizaciones...