Este es un espacio de debate que no compromete la opinión de La Silla Vacía ni de sus aliados.
Esta discusión, que ya es recurrente, debería llevarnos a pensar en las razones que llevan a que la sociedad de por sentado con dolorosa contundencia que las denunciantes se equivocan, y guarde silencio ante su denuncia y el abuso de poder.
En este periodo de aislamiento obligatorio, han salido a la luz en medios de comunicación denuncias públicas sobre acoso sexual cometidas por personajes públicos y presentadas por mujeres que han decidido no revelar su identidad.
Esto trajo de nuevo una discusión recurrente en Colombia sobre el papel de las denuncias públicas en casos de acoso sexual, si ellas constituyen un “linchamiento mediático”, y si a las víctimas se les debe exigir una denuncia formal ante la Fiscalía antes de hablar sobre sus casos en espacios como las redes sociales o medios de comunicación.
¿Por qué algunas mujeres deciden denunciar anónimamente y en medios antes que en la Fiscalía? Hay muchos factores que juegan a la hora de tomar esa decisión. El acoso generalmente se da en el contexto de relaciones de poder: Una persona que sabe que tiene cierto control sobre la otra, usa su posición de poder para requerir favores sexuales, sabiendo que, si la víctima se niega, puede afectarle en su proyecto de vida. Un acosador generalmente no comete estos delitos contra una persona que considera su igual, y lo hace sabiendo que puede controlar a la víctima de alguna forma. Hay un desequilibrio que de entrada hace difícil la decisión de denunciar.
Algunas víctimas no denuncian porque desconfían de un sistema judicial en donde la impunidad en los delitos sexuales es supremamente alta, y en donde deben pasar por engorrosos procesos que no necesariamente terminan con la protección de sus derechos.
Algunas, temen ser percibidas como “problemáticas”, y vivir reproche en una sociedad que minimiza el acoso sexual y lo convierte en parte de la cotidianidad. Temen perder su trabajo y que se les cierren las oportunidades profesionales. El caso de Carolina Rozo, fisioterapeuta de la selección femenina de Fútbol ilustra esta situación. El Director Técnico de la Selección Femenina de Fútbol, uno de sus jefes, la acosaba sexualmente a ella y a algunas jugadoras. Carolina decide denunciar y hace poco el caso terminó con un reconocimiento de responsabilidad y una condena. A Carolina, e incluso a amigas cercanas a ella, se le han cerrado las puertas en el sector del fútbol profesional, como lo menciona en su reciente entrevista. Las mujeres que no denuncian suelen guardar silencio porque su agresor tiene la posibilidad de afectar sus vidas de alguna forma, y la sociedad no suele acompañar a las denunciantes.
La defensa de la presunción de inocencia y el buen nombre es una de las banderas de quienes se oponen a las denuncias públicas anónimas y fuera del sistema judicial. Manifiestan que se puede “dañar la carrera y la vida” de una persona. Creo que, en un país con memoria de corto plazo como el nuestro, los acosadores viven cuestionamientos sociales bastante temporales, y luego siguen con sus vidas personales y profesionales. Esto es cierto incluso para quienes han cometido violencia física contra mujeres. Solo basta ver la vida del cantante Chris Brown, que sigue siendo reconocido y ganando premios después de haber golpeado a su novia hace ya varios años. Las denuncias en medios no truncaron su vida ni fueron el fin de su carrera.
No creo que las denuncias públicas constituyan un linchamiento o violen la presunción de inocencia. Nadie pide que los acosadores vayan a la cárcel o reciban una condena sin que haya un proceso justo. Algunas víctimas temen hacerse visibles para iniciar un proceso penal personalmente y revelando su identidad por las consecuencias que esto puede tener en sus vidas, y prefieren hacerlo de otra forma, para que la investigación oficiosa empiece, como debería ser, pero pocas veces pasa. Es importante decir que una denuncia pública no le quita a la persona mencionada en ella la posibilidad de defenderse en el mismo espacio público o en espacios judiciales si así lo desea.
¿Por qué unas víctimas si acuden a la justicia? Todas las personas tienen herramientas distintas de afrontamiento ante situaciones como el acoso, y capacidades diversas para hacerlo. Algunas víctimas cuentan con el apoyo, los recursos económicos y emocionales para hacerlo. Otras no cuentan con ellos por el momento, y no tenerlos no puede implicar que se les condene al silencio.
Otro tema clave es que los actos de acoso suceden en contextos privados, donde la prueba se hace compleja, y los ejecutores de estas conductas lo saben perfectamente. Muchas víctimas piensan que si no tienen todo documentado en algún medio verificable como video, mensajes, o grabación de voz, no pueden denunciar. Incluso operadores judiciales no tienen muy claro que en el caso de los delitos sexuales las pruebas suelen ser de otro orden y mucho más complejas.
Esta discusión, que ya es recurrente, debería llevarnos a pensar en las razones que llevan a que la sociedad de por sentado con dolorosa contundencia que las denunciantes se equivocan, y guarde silencio ante su denuncia y el abuso de poder.
Ojalá llegue el día en que la sociedad y el Estado juzguen con mayor contundencia a quien usa su poder para pedir favores sexuales, que a la persona que aún con miedo, decide hablar de ello.
@alejandracollag