Este es un espacio de debate que no compromete la opinión de La Silla Vacía ni de sus aliados.
Es la hora de las mujeres. Es la hora de cientos y cientos de mujeres sobrevivientes que han honrado, honran y seguirán honrando a los miles de víctimas que este conflicto armado ha dejado por campos y ciudades.
Es la hora de las mujeres. Es la hora de cientos y cientos de mujeres sobrevivientes que han honrado, honran y seguirán honrando a los miles de víctimas que este conflicto armado ha dejado por campos y ciudades.
Las mujeres que votaron masivamente en el Plebiscito del 1º de diciembre de 1957, lo hicieron para aprobar el pacto de paz entre liberales y conservadores, dejándonos el mejor ejemplo de ciudadanía femenina, al ejercer por primera vez su derecho al voto.
Han pasado 59 años desde entonces y, hoy por segunda vez, tenemos la obligación moral y la responsabilidad política de apoyar este otro acuerdo de paz.
El domingo 2 de octubre tendremos la mejor oportunidad para decirle al país, que nos cansamos de cargar sobre nuestros hombros y corazones el peso de la violencia armada, del sufrimiento personal y social; de ser el soporte afectivo y económico de nuestras familias y de la sociedad en su conjunto.
Han sido las mujeres quienes mayoritariamente han soportado días y noches la pérdida de sus seres queridos, sus ausencias, discapacidades físicas y mentales, la pobreza, la pérdida de bienes, de redes sociales de apoyo, la violación de la integridad y dignidad femeninas.
Datos e investigaciones son contundentes[1]. Más de 7 millones de víctimas. Mientras los hombres mayoritariamente han sido asesinados, desaparecidos, masacrados, reclutados, exiliados, mutilados, secuestrados, las mujeres les sobreviven y se convierten en soporte emocional, económico y social de las familias.
Aún así, se han erigido en protagonistas del derecho a la Verdad, la Justicia, la Reparación y la No Repetición. Cientos de grupos y organizaciones de mujeres sobrevivientes han confrontado a los armados con una fuerza moral imbatible. He sido testiga de muchos de sus encuentros con los victimarios a quienes han hecho sonrojar, agachar la cabeza, arrancarles la verdad y, algunos hasta derramar lágrimas. Han logrado de las autoridades y ahora en el acuerdo del fin del conflicto, la búsqueda de sus familiares desaparecidos. Viajan, acompañan los forenses, esculcan la tierra y al fin, muchas logran enterrar sus muertos. En Antioquia, en Montes de María, en Santander, en Cundinamarca, en el Chocó. En fin, en todos los puntos cardinales de esta geografía de guerra.
Abrieron las puertas de sus casas para convertirse en ciudadanas de derechos, en la voz que encierra todas las voces. En una memoria colectiva andante.
Son ellas ahora, quienes tienen la mayor autoridad moral para decirle SÍ al plebiscito. Para forjar la esperanza de un país que le niegue espacios a la guerra, que trascienda la indiferencia ciudadana, que derribe el mito de combinación de las armas y la política y, sobre todo, que tenga confianza en el futuro a pesar del pasado.
Votaré SÍ en el plebiscito, porque reconozco en ellas la conciencia moral que necesitamos. Porque han sido capaces de darnos ejemplo de coraje, pacifismo y reconciliación. Porque son ellas quienes tienen el valor de perdonar, de mirar a los ojos, de tender la mano a quienes causaron tanta pena y dolor.
A ellas dedicaré mi voto por el SI, en el plebiscito del 2 de octubre. Será este el día de la esperanza y la fe en el futuro.
Brindaré entonces por la democracia, tal como lo hizo mi padre el 1º de diciembre de 1957. Un recuerdo que pervive en mi memoria, a pesar de mi corta edad.
[1] La lectura del informe de la Comisión de Memoria Histórica “Basta ya”, es ineludible.