El domingo fueron las elecciones territoriales y las candidaturas electas y partidos políticos han hecho constantes referencias al género y a las mujeres como un factor fundamental en sus apuestas de gobierno, como casi siempre ocurre en eventos democráticos.

Los asuntos de género se han vuelto atractivos en la disputa por el poder, no solo porque las mujeres representan más de la mitad de la población en nuestro país, sino porque las discusiones de género se han instaurado en la vida pública como un asunto moral y ético importante. Las sociedades que se consideran justas y equitativas reprochan la discriminación, las desigualdades y violencias de género.

Sin embargo, hay que realizar una serie de alertas sobre esto, pues existen análisis poco profundos que señalan que los interesados en asuntos de género deberíamos darnos por bien servidos con la sola mención de estas cuestiones en las agendas electorales.

Esta idea desconoce que en la realidad las cuestiones de género han sido instrumentalizadas por la política, convirtiéndose en un mero recurso discursivo mientras se hace poco por remediar las injusticias e inequidades con las que deben vivir miles de mujeres y personas de la comunidad diversa en el país. 

El Estado y los gobernantes cometen una acción injusta contra esta población cuando le restan importancia y dejan para lo último la preocupación por sus dolores, insatisfacciones y heridas. Además, como sociedad, también participamos al quedarnos en silencio.

En esos dos actos se imbrica una violencia que invisibiliza estas realidades, que las vuelve insignificantes. Esa insignificancia no solo está dada por los silencios permisivos y cómplices, sino también por la mirada reduccionista de estos asuntos, que son tan complejos. 

A través de estas líneas quisiera invitarles a pensar el género más allá. A que reflexionemos sobre los usos teatrales o performativos a los que se ven expuestas las mujeres y personas diversas de una región en específica: el pacífico colombiano.

Quiero que reflexionemos sobre ello a unos días de haberse dado las elecciones regionales, porque justo ahora, como sociedad, debemos generar una serie de discusiones políticas que atraviesan la vida de las mujeres y personas de la comunidad Lgbtiq+.

Estos debates no pueden seguir tratándose desde el paradigma de la insignificancia, al contrario, requieren de la activación de todas las formas de participación ciudadana y control estatal que sirvan para dignificar estas luchas.

En junio de este año presenté un análisis sobre como en la recta final de sus administraciones muchos gobernantes de los territorios del pacífico colombiano estaban adelantando procesos para la construcción y actualización de políticas públicas de mujeres, equidad de género y equidad para la población Lgbtiq+.

Fue un ejercicio que permite cuestionarse sobre la prelación de los intereses y afectaciones a la vida digna de las mujeres y personas diversas para la política y mandatarios del pacífico. Ahí, observamos varias cosas:

  1. Los procesos de creación y transformación de estos instrumentos legales contaban con escasos recursos económicos. Ponían en tela de juicio el desarrollo de proyectos investigativos serios, que integrarán a las mujeres y personas diversas de forma efectiva en la construcción de los mismos.
  2. La construcción de estas políticas públicas al final de estos gobiernos constituye una ruta de acción y ejecución del Estado en los territorios. Además, con la creación del Ministerio de las Mujeres, existe una agenda de política pública que podría ser transformadora para territorios históricamente excluidos, como los de esta región.

Por lo anterior, existe una necesidad urgente de cuestionar esa insignificancia que retrasa la problematización de la situación de las mujeres y personas diversas, así como la asignación de recursos exiguos que no resuelven los asuntos estructurales que afectan a esta población.

Posteriormente, y de forma reiterativa, hemos reflexionado desde el Observatorio para la Equidad de las Mujeres (OEM) sobre la inclusión y la representación de las mujeres, específicamente mujeres negras del pacífico colombiano.

Con los resultados de las elecciones es claro, como lo señala la literatura feminista, que se deben contemplar estrategias diversas y complementarias para lograr lo que se denomina “tener incidencia”. Es decir, lograr conquistar al Estado, el derecho y sus políticas para que atiendan y respondan a las necesidades e intereses que el género sugiere.

Por ello, hacerse de otros lugares, defender los derechos y los intereses de las mujeres y personas diversas es un asunto que no debe quedarse (únicamente) en las manos de quienes fueron elegidos y elegidas en estas elecciones.

Por el contrario, la invitación es a generar estrategias que permitan a mujeres y personas diversas hacer parte de gabinetes que le apuesten a la transformación social, exigiéndoles, como a cualquier otra persona, que ostenten la función pública con resultados en cuestiones de género. 

Finalmente, un asunto que tenemos pendiente, como hombres que habitamos esta sociedad tremendamente injusta, es abandonar el paradigma de la insignificancia y dejar de posicionarnos desde el privilegio.

Este es un llamado especial a los hombres negros del pacífico (y de Colombia) a responder a las inquietudes que nos plantean dos activistas negras de mucha envergadura: Ele Vergara y María Victoria Palacios.

Ele, una mujer profundamente feminista, nos cuestiona lo siguiente: ¿dónde estamos los hombres negros cuando las mujeres negras nos necesitan? Por su parte, María Victoria, una mujer negra y trans, nos llama a problematizar las razones del odio y la segregación que expresamos en muchas ocasiones hacia les compañeres de la comunidad LGBTIQ+.

Ante estas preguntas, en muchas ocasiones, se han encontrado con un muro enorme y una pared sorda que no permite el eco, con gestos y actos de dolor y violencia que desgarran y opacan sus existencias.

Hoy, la invitación pública es a transitar al cambio cultural, haciendo de los hombres negros corresponsables de la construcción de justicia y equidad, tanto pública como privada, para todas las personas en nuestros territorios.

Pasadas las elecciones territoriales se nos vienen cuatro años de gobiernos con grandes retos, pero también muchas posibilidades de transformación social y cultural. Sin embargo, como refieren muchas personas librepensadoras, la lucha continúa. Y debe continuar hasta que dejemos de hacer de los asuntos de género un performance y empecemos a tomarlos con seriedad.

Debemos seguir la lucha hasta que la discusión sobre estos asuntos no esté habitada por la insignificancia. La invitación es a que no nos olvidemos que debemos seguir, que las estrategias deben ampliarse y que la dignidad y la justicia deben habitar la vida de cada mujer y persona diversa que está en territorios donde la injusticia y el dolor han sido constantes.