Este es un espacio de debate que no compromete la opinión de La Silla Vacía ni de sus aliados.
En los próximos días el Congreso de nuestro país debe resolver quiénes serán las nuevas magistradas de la Corte constitucional y nosotras estaremos atentas para que esta vez sean elegidas mujeres que estén realmente comprometidas con la igualdad y con la paz.
Las noticias de los dos últimos días nos muestran los nombres de muchas mujeres como posibles magistradas para reemplazar a los jueces que dejan la Corte Constitucional. Son varios los nombres, sí, muchos más de los que estamos acostumbradas a ver en este tipo de cálculos políticos. En un caso hay una terna constituida sólo por mujeres, y en el otro, una mujer y dos hombres. Y este hecho sólo reafirma lo que desde hace décadas y, ahora de nuevo, estamos diciendo: en Colombia “Mujeres sí hay”.
Y las hay muy preparadas, con tantas o más credenciales académicas que sus pares varones a los que les es más fácil llegar a las instancias de poder y decisión. Y las hay, además, particularmente preparadas.
Algunas de ellas como Isabel Cristina Jaramillo y Natalia Angel son mujeres comprometidas con la construcción de una sociedad justa que verdaderamente proteja los derechos humanos de todos y todas. Mujeres que sin duda abrirán espacios para pensar en una sociedad que es plural y diversa, para la que resultan necesarias las protecciones específicas, las que sólo conciben jueces y juezas que entienden lo que éstas implican para las vidas concretas.
Por eso, no hay mejor fórmula para alcanzar la paz que aquella que ofrece claridad y solidez para entender las desigualdades y para proponer formas de abordarlas desde instancias tan críticas como las cortes.
Pero no voy a exponer aquí sus credenciales porque ustedes pueden leerlas con detalle en sus currículos. No voy a explicar por qué se diferencian y tampoco quiero insistir en que su presencia en esas ternas es sólo una muestra de que en Colombia hay mujeres preparadas y competentes en todas las esferas de la vida social. Como tampoco quiero recordar que en pocas ocasiones todos estos méritos han servido para que sean las mujeres, y no siempre sus pares varones, las que al final resulten elegidas. O que la mayoría masculina del Congreso, a menudo privilegia las prebendas, afianzando ese techo de cristal que les impide a las mujeres alcanzar las instancias de poder.
Tenemos la oportunidad de construir un país en paz, una paz que implica mucho más que la implementación de los acuerdos. No podría explicarse que los nombres de estas mujeres -Isabel, Natalia, “La Paca”- no esten entre los de aquellos que durante los próximos 8 años van a revisar, discutir y proponer si nuestros marcos normativos y de política son consistentes con la Constitución y la respetan.
Y en esta ocasión no se trata sólo de defender, aunque también, el derecho de las mujeres a participar por el hecho de ser más de la mitad de la población, sino de una oportunidad para realizar gestos por la paz que anhelamos, gestos que demuestren que para lograrla, es necesario incorporar a las mujeres, y en este caso a algunas de nuestras mejores mujeres. Una inclusión que es a la vez un gesto de paz y la certeza de que su presencia va a asegurar decisiones que afiancen la paz.
Mujeres sí hay. Y queremos verlas, no sólo en las listas, sino en las Cortes. No sólo en las Cortes sino en todas las instancias de poder y toma de decisión.