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En 1981, primer año de conmemoración del 25 de noviembre como Día internacional de no a la violencia contra las mujeres, las feministas nos tomamos las calles con mensajes como: “No te quedes callada”, “La Calle es nuestra” y “Rompamos el silencio”.
En el Primer Encuentro Feminista Latinoamericano, julio de 1981, doscientas sesenta mujeres caribeñas, latinoamericanas, norteamericanas y europeas vivimos la gran odisea de aunar esfuerzos, ganas, dolores, frustraciones, sueños y esperanzas y nos comprometimos a conmemorar desde ese año, todos los 25 de noviembre como el Día Internacional de No a la Violencia contra las Mujeres.
Fue y es una acción de la política de crédito-deuda con nosotras y con las otras mujeres; con todas las mujeres a quienes en sus cuerpos, sueños y esperanzas les ha quedado marcada la violencia perpetrada en su contra.
La acción propuesta en ese Primer Encuentro Feminista, ha retumbado en todos los continentes; hoy, 36 años después, las actividades, las propuestas, las denuncias pero sobre todo la conciencia progresiva de que las violencias contra las mujeres son una violación sistemática a nuestros derechos, son logros innegables de las mujeres y del feminismo latinoamericano y caribeño.
Las feministas reunidas en este Primer Encuentro, decidimos esa fecha para visibilizar las múltiples violencias que vivimos las mujeres y conmemorar el asesinato de las tres hermanas Mirabal, opositoras de la dictadura de Leónidas Trujillo en la República Dominicana. Ellas fueron torturadas, secuestradas, violentadas sexualmente y asesinadas, el 25 de noviembre de 1960.
En 1981, primer año de conmemoración del 25 de Noviembre como Día internacional de No a la violencia contra las mujeres, las feministas nos tomamos las calles con mensajes como: “No te quedes callada”, “La Calle es nuestra” y “Rompamos el silencio”. Y desde 1981, aún en los años más críticos del conflicto armado, del paramilitarismo, del narcotráfico, de recorte de derechos individuales y colectivos, de asesinatos, torturas, desapariciones, desplazamientos forzados y otras violencias, las feministas año tras año, durante 36 años, nos hemos tomado la calle para denunciar, para resistir, para exigir una vida libre de violencias para las mujeres, y los derechos a la verdad, la justicia, la reparación y las garantías de no repetición.
A partir del 25 de noviembre de 1981, la calle ha sido el espacio privilegiado para conmemorar el Día internacional de no a la niolencia contra las mujeres, haciendo carne lo personal como una acción política.
Desde la molestia y la conciencia de estar subvirtiendo uno de los pilares fundamentales del patriarcado, las feministas lo enfrentamos de manera decidida. Identificamos, documentamos y denunciamos las violencias contra las mujeres, tanto en tiempos de paz como de guerra; iniciamos la construcción de centros para la atención a mujeres víctimas de las violencias, desarrollamos modelos de atención psicosocial y jurídica, participamos activamente en propuestas para la construcción de la paz, la formulación de leyes y jurisprudencia de la Corte Constitucional.
Las organizaciones y grupos de mujeres desde 1982 hemos exigido el diálogo político para la terminación del conflicto armado colombiano, como el instrumento ético que rompa con la política de “a la guerra con más guerra”.
En el proceso de diálogo entre el Gobierno y las Farc, iniciado en 2013, incidimos entre otros temas. En la conformación de la subcomisión de género, el nombramiento de dos plenipotenciarias por parte del gobierno colombiano, el reconocimiento del impacto diferenciado del conflicto armado en la vida de las mujeres, las jóvenes, las niñas, las campesinas y la población Lgbti, la violación como un delito no amnistiable, y el reconocimiento de los derechos de las mujeres a la verdad, la justicia, la reparación y las garantías de no repetición.
En estos 36 años de conmemoración del 25 de noviembre como el Día internacional de no a la violencia contra las mujeres, una de las tareas de las organizaciones y grupos de mujeres ha sido que la ley amplíe, proteja y garantice el derecho de las mujeres a una vida libre de violencias.
En esta dirección se logró que la Constitución del 91, en su artículo 42, incluyera la violencia en la familia como atentatoria de derechos, y por lo tanto sancionada por el Estado. Asimismo, se ha incidido en leyes como la 294/96, 1257/08, 1448/09, 1719/14, en las diferentes reformas al Código de procedimiento penal colombiano, y en los Autos 092/08 y 009/15 de la Corte Constitucional.
Y en un largo trabajo, las mujeres del continente americano nos dimos a la tarea de comprometer a los Estados en la eliminación de la violencia en nuestra contra. Luego de debates, concertaciones e incidencia se logró que los Estados del Sistema Interamericano adoptaran la Convención Interamericana para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra la mujer (Belém do Pará, 1994). Ratificada por todos los países de la región.
La Convención de Belém do Pará creó bases para la formulación y aprobación de leyes nacionales que reconocen las diversas formas de violencia contra las mujeres y de mecanismos para prevenirla y sancionarla. En la Convención se le otorga a la Comisión Interamericana de Mujeres (CIM) el derecho a acudir a la Corte Interamericana de Derechos Humanos para consultar sobre la interpretación de la Convención en caso de controversia con normatividades nacionales[1].
Asimismo, el feminismo jugó un papel importante para que el 25 de noviembre, ya reconocido por el movimiento de mujeres y el movimiento feminista desde 1981, fuera oficialmente acogido por la Asamblea General de Naciones Unidas con la Resolución 54/134 del 17 de diciembre de 1999. Su rol ha sido importante en otra normatividad como las Resoluciones del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, sobre mujer, paz y seguridad: 1325/2000, 1820/08, 1888 y 1889/09, 1960/10, 2106 y 2122/13, y la 2242/2015, tendientes visibilizar y garantizar la participación de las mujeres en la solución de los conflictos armados, la construcción de la paz, y a visibilizar la violencias contra las mujeres y garantizar su seguridad en dichos conflictos.
Las mujeres hemos actuado, es hora que la sociedad y los Estados actúen a favor de las mujeres y de las víctimas e intervengan para garantizar la no repetición de los hechos de violencias en nuestra contra, lo cual supone prevención, investigación, sanción, protección y reparación a las víctimas, y transformación en las relaciones de opresión y explotación que vivimos las mujeres.
[1] El Estado Colombiano ratifico la Convención mediante la Ley 248 de 1995