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En Colombia el aborto es un derecho, pero no es libre. Someter este derecho fundamental a condicionamientos es decirle a las mujeres que son incapaces de ejercer sus libertades con responsabilidad. Este 28 de septiembre marchamos por un #AbortoLibreYSeguro.
El 28 de septiembre se conmemora el Día de Acción Global por el Aborto Legal y Seguro. En Colombia, la interrupción voluntaria del embarazo es un derecho fundamental y desde 2006 se encuentra despenalizada en tres circunstancias con las que la mayoría de la población está de acuerdo. Sin embargo, organizaciones feministas y de mujeres en varias ciudades del país se han movilizado durante la semana y se encontrarán en las calles este viernes y sábado envueltas en pañuelos verdes en defensa del derecho de las mujeres y personas gestantes a abortar. Si el aborto ya es un derecho, entonces ¿qué estamos exigiendo? ¿Qué batalla estamos dando ahora?
Si bien en Colombia el aborto es legal, no es libre. Es decir, las mujeres solo podemos interrumpir voluntariamente nuestros embarazos, amparadas por la ley, si se cumple alguna de las tres circunstancias definidas en la Sentencia C-355 de 2006: si el embarazo es resultado de una violación, si existe malformación del feto que haga inviable su vida o si existe riesgo para la vida o la salud física o mental de la mujer. Pero no se puede abortar por circunstancias diferentes a estas. Si el embarazo es resultado de una falla del método anticonceptivo empleado, si la mujer no tiene dinero para mantener al bebé o si simplemente decidió no querer ser madre, abortar sería un delito y terminaríamos en la cárcel. De hecho, según datos de la Fiscalía, recogidos por Mesa por la Vida y la Salud de las Mujeres, en 2017 había 2.290 mujeres criminalizadas por el delito de aborto en Colombia, de las cuales el 42% estaban entre los 15 y los 19 años de edad.
En otros países las restricciones al aborto están dadas en número de semanas. Es decir, el aborto es legal siempre que se practique dentro de un número de semanas establecido. Este límite varía entre países, pero el más común son 12 semanas como sucede en Suiza, Sudáfrica, Australia y Cuba. En Turquía son 10 semanas, en España y Francia son 14 y en Suecia 18 semanas, siendo este último de los más extensos.
Aunque la legalización del aborto de manera condicionada mediante sistemas de causales o semanas ha significado un logro para las mujeres en varios países, lo cierto es que esa no es la meta. Queremos que el aborto en Colombia, y en toda América Latina y el mundo, sea libre.
Reconocer el aborto libre es el máximo reconocimiento de la ciudadanía, autonomía y agencia de las mujeres en una sociedad. Es reconocer que las mujeres tenemos la capacidad de tomar decisiones autónoma y responsablemente. La idea de definir cuándo sí y cuándo no pueden abortar las mujeres parte de la idea de que las mujeres no sabemos ejercer nuestra libertad de manera razonable y proporcionada. Que si nos dan la mano arrancamos el brazo, y por lo tanto es mejor darnos un poquito de libertad pero condicionarla desde el principio para que no abusemos. Palabras más palabras menos, es tratar a las mujeres como seres no pensantes, irracionales o incapaces de gestionar su proyecto de vida dentro de los límites que impone toda sociedad democrática.
Con esto no quiero decir que las mujeres nos merecemos derechos ilimitados. En el orden constitucional colombiano, ningún derecho es absoluto, ni siquiera la vida. Pero esto no implica que tengamos que definir los derechos como excepciones de una regla general de prohibición o que en su esencia estén condicionamientos de tiempo, modo, lugar y justificación.
Tomemos el ejemplo de la libertad de expresión. En nuestro país toda persona tiene derecho a expresar información, opiniones, sentimientos e ideas a través de códigos del lenguaje de su preferencia: la escritura, la oralidad o la pintura, entre otros. Pero la libertad de expresión no es absoluta. Por esa razón no puede utilizarse para calumniar ni injuriar a nadie, ni para profesar odio contra un grupo de personas. Aún así, y a pesar de lo peligroso que puede resultar el uso desproporcionado de la libertad de expresión, no existen causales ni ningún otro condicionamiento previo para el ejercicio de la libertad de expresión. Si esta se usa de manera abusiva, existen mecanismos y acciones jurídicas para exigir medidas de reparación como lo es la rectificación. Pero la determinación sobre el abuso o no del derecho no es previa sino posterior, es decir, una vez se ha ejercido el derecho y alguien que se siente afectado por ello lo reprocha reclamando una reparación. Para la libertad de expresión, y casi que para ningún otro derecho, no se encuentran preestablecidas en la ley las circunstancias o los momentos en que se puede ejercer. Mucho menos se considera que, por regla general, esté prohibido expresarse con libertad y que sólo es unas causales específicas será posible hacerlo. De hecho, la Corte Constitucional ha dicho que es preferible que un discurso se exprese y que sus daños sean reparados posteriormente a que se establezcan censuras de manera previa.
La forma en la que opera el derecho a la libertad de expresión es consecuente con la idea de que, en principio, los seres humanos, dotados de razón y autonomía, podemos tomar decisiones fundamentadas y ejercer nuestros derechos de manera responsable. Y que los abusos de esos derechos son desviaciones de ese principio para lo cual deben preverse consecuencias. El aborto con condicionamientos de causales o semanas funciona al revés. Parte de que las mujeres somos incapaces de ejercer con mesura y responsabilidad nuestras libertades, pero que solo en ciertas circunstancias esa supuesta incapacidad se puede obviar.
El gran miedo que despierta la posibilidad de abortar libremente es que las mujeres decidamos abortar porque sí, sin razones suficientes que justifiquen ponerle fin al desarrollo de un feto. Pero ninguna mujer aborta porque sí. Cuando las mujeres deciden abortar siempre hay una razón poderosa que guía esa decisión. Es absurdo, condescendiente y prejuicioso pensar que las mujeres toman una decisión como lo es interrumpir un embarazo por mero aburrimiento o pereza.
No solo las mujeres que abortan lo hacen siempre por una razón de peso, sino que la decisión consciente y voluntaria de abortar es de las decisiones más responsables que puede tomar una mujer, como diría Sandra Mazo de la organización Católicas por el Derecho a Decidir. Cuando una mujer decide poner fin a su embarazo, lo hace porque es consciente de las restricciones que tendría para darle una vida digna al bebé. Lo hace porque sabe que darle una vida digna a un hijo o hija parte, ante todo, de haberlo querido tener. Una mujer termina su embarazo como manifestación pura de su mesura, razonabilidad, discernimiento y responsabilidad.
Las mujeres no seremos ciudadanas plenas en esta sociedad si el derecho a decidir sobre nuestra vida y nuestros cuerpos sigue siendo objeto de vigilancia y verificación por parte del Estado. La promesa de igualdad formal ante la ley pasa necesariamente por garantizar un aborto legal, seguro, y sobre todo, libre para todas las mujeres y personas gestantes.