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Hace una semana la Corte Constitucional discutió la despenalización del aborto. Ante el impedimento del magistrado Linares (abiertamente a favor del derecho a decidir de las mujeres), la votación quedó en un empate: cuatro votos a favor y cuatro en contra.
Esta votación no es sorprendente. El tema polariza. Lo que llama más la atención es que tres de los votos en contra provengan de mujeres y solo una haya votado a favor de que el aborto no sea un delito. Por otra parte, hubo tres votos masculinos a favor de la libertad reproductiva de las mujeres y solo uno en contra (sin considerar que Linares también habría votado a favor).
Es decir, parece que la mayoría de las magistradas de la Corte Constitucional están en contra del aborto voluntario, y los magistrados, a favor de su despenalización. ¿Cómo podemos explicar esta situación desde una perspectiva de género?
En primer lugar, es importante tomar en cuenta la influencia de la religión católica en varias de las magistradas. Pardo, Meneses y Ortiz son católicas. La magistrada Pardo ya ha intentado limitar los derechos de las mujeres en discusiones previas sobre el aborto. Al analizar una tutela de una mujer que solicitó un aborto por razones de salud (pues durante el embarazo se le había detectado al feto una patología grave), la magistrada Pardo llevó el caso ante la Sala Plena considerando que debería haber un límite de 24 semanas para la interrupción del embarazo.
Aunque sus argumentos sobre la viabilidad y el sufrimiento fetal fueron derrotados en plenaria, su intención claramente era poner límites al derecho a decidir de las mujeres. Sin embargo, gracias a este caso, la Corte Constitucional emitió una sentencia progresista y unificadora de su jurisprudencia sobre los parámetros constitucionales que se deben adoptar para la práctica de la interrupción voluntaria del embarazo en las tres circunstancias actualmente permitidas: violación sexual, malformaciones fetales y por riesgo a la vida o salud de las mujeres (Sentencia SU-096 de 2018).
De acuerdo con los perfiles realizados por La Silla Vacía, la magistrada Pardo es una mujer de ideas conservadoras, una católica ferviente. En este sentido, su voto en contra de la despenalización del aborto voluntario no es sorprendente.
Por otra parte, la magistrada Meneses es amiga del presidente Duque desde el colegio. Dentro de la Corte Constitucional no se ha distinguido por elaborar sentencias a favor de la libertad sexual y reproductiva de las personas. Su voto en contra del derecho a decidir de las mujeres también era previsible.
Quizás quien podía votar a favor y no lo hizo era Gloria Stella Ortiz. La magistrada Ortiz tiene una larga historia de fallos a favor del reconocimiento de los derechos de las niñas y adolescentes. Sin embargo, es también católica y sobre el tema del aborto opina que es una “cosa juzgada” por la Corte Constitucional, siendo el Congreso quien debería regular el tema.
A pesar de que el argumento es procesalista (se concentra en un tema estrictamente formal), implícitamente apoya a la bancada conservadora de mujeres. En este sentido, los opositores al aborto utilizan este tipo de estrategias procesales para evitar que se estudie el tema de fondo y que la Corte avance en la interpretación del contenido de los derechos reproductivos de las mujeres.
Por último, Diana Fajardo votó a favor. ¿Qué distingue a esta magistrada de las demás? Es la más liberal de todas. Fue la magistrada ponente del reciente fallo de la Corte sobre eutanasia, argumentando que la dignidad como un derecho fundamental de las personas protege la muerte digna (Sentencia C-233/21). Un fallo que continúa la tradición liberal de la Corte al respecto (la primera sentencia que consideró la práctica de la eutanasia amparada por la dignidad humana fue la del magistrado Carlos Gaviria en 1997, conocido liberal, con argumentos similares).
El peso del catolicismo en las juezas no es menor. Por sus creencias religiosas, a las mujeres en estos cargos les cuesta más trabajo asumir una postura a favor del aborto que a los hombres porque el catolicismo inculca como destino femenino la maternidad. La Iglesia Católica condena el aborto porque lo considera un atentado contra la vida en gestación, que es sagrada bajo este credo. Las mujeres embarazadas son portadoras de esta vida y por eso, en muchos casos, la Iglesia amenaza con la excomunión a quienes votan a favor de la libertad reproductiva en las cortes o en los congresos.
¿Qué se puede hacer al respecto? Promover que más mujeres con un perfil laico y liberal lleguen a las altas cortes de justicia. Lo ideal sería que, además, fueran feministas.