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¿Cómo se puede sentir orgullo de ser colombiana/o si somos el tercer país más desigual del continente americano?
Mucho se ha escrito sobre la idiosincrasia de los/as colombianas y de nuestro carácter y temperamento. A través de encuestas se afirma que somos el pueblo más feliz del mundo y se dice que somos un pueblo alegre, trabajador, rumbero, musical, acogedor, innovador, recursivo y creativo. Y en lo cotidiano recreamos y nos damos a la tarea de ensalzar estas supuestas cualidades de las que todas/os somos portadoras/es y de las que debemos sentirnos orgullosas/os. Esta magnificación de nuestra idiosincrasia oculta realidades dolorosas, inhumanas e ignominiosas que atentan contra la dignidad humana y expresan ancestrales injusticias y exclusiones. Realidades y comportamientos que a mí manera de ver marcan también lo que se suele llamar nuestra “identidad nacional”.
Seguramente incomodare a muchos/as con estas reflexiones, no es mi intención fastidiar, pero yo en la mayoría de las veces no me siento orgullosa de ser colombiana. Múltiples son las razones para ello. ¿Cómo se puede sentir orgullo de ser colombiana/o si somos el tercer país más desigual del continente americano? ¿Cómo sentir orgullo de nuestra nacionalidad si en cualquier país al cual llegamos dejamos la imagen de ser taimados, delincuentes y avivados? ¿Cómo sentir orgullo de pertenecer una nación que durante 60 años no ha sido capaz de encontrar caminos para terminar un conflicto armado que ha dejado más de 7 millones de víctimas? ¿Cómo sentir orgullo de país en el cual un porcentaje muy significativo de sus habitantes engrandece, aprecia y admira conductas como: “Te doy en la cara marica” y coloca como íconos a personas como Pablo Escobar, que tuvo la capacidad de influir en todas las capas de la sociedad con antivalores como “todo se vale” y el desprecio sobre el valor de la vida o líderes como Álvaro Uribe que repudia a sus contradictores/as, el diálogo político y valida el ejercicio de la política al servicio de los intereses corporativos o familiares?.
¿Cómo sentir orgullo de un país en el cual se mueren de hambre las niñas/os de los pueblos indígenas y en las puertas de hospitales y clínicas mueren personas por falta de una atención oportuna y de buena calidad? ¿Cómo sentir orgullo de un país en el cual los varones a diario violan, maltratan y matan a las mujeres que dicen amar o haber amado, porque ellas se atreven a desafiar su poder? ¿Cómo sentir orgullo de unos medios de comunicación que están al servicio de los intereses de las grandes empresas y del capital financiero; que no orientan y por el contrario contribuyen a la polarización de la sociedad, al estigma sobre las personas y las comunidades? ¿Cómo sentir orgullo de un país en el cual la gran mayoría de su población denigra de nuestras raíces indias y afro descendientes?.
Pero sí me siento orgullosa de las/os campesinas/os que diario sobreviven y resisten al voraz apetito de las multinacionales y continúan cultivando su tierra; de las/os jóvenes que son capaces de superar las adversas situaciones de exclusión e injusticias y se forjan un presente y un futuro mejor; de las/os líderes que contra la corriente hacen un ejercicio de la política de cara a la defensa de una democracia inclusiva y denuncian injusticias, arbitrariedades y corrupción; de quienes hacen defensa de nuestros ecosistemas y le arrebatan al “dios mercado” pedazos de nuestra biodiversidad.
Me siento orgullosa de las mujeres que día a día subvierten al patriarcado ganando autonomía y poder sobre sus cuerpos y sus vidas; de las mujeres que resisten a las guerras públicas y privadas que el sistema económico y el patriarcado nos ha declarado; de las que se rebelan contra una maternidad impuesta y la vivencia de una sexualidad hegemónica.
Me siento orgullosa de nuestros pueblos indígenas y comunidades afro descendientes que luchan no solo por sobrevivir sino también por conservar nuestras raíces culturales y el cuidado de la naturaleza. Orgullosa de colombianas/os que ponen su creatividad e innovación al servicio de mejorar las condiciones de vida de quienes viven en la pobreza y la exclusión. Y de quienes se atreven a protestar, subvertir y rebelarse contra el statu quo.