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Las mujeres tenemos mayor control sobre la sexualidad, la reproducción, disputamos poder en lo público y lo privado, y ganamos aún en contra del patriarcado autonomía en nuestras vidas.
A las mujeres nos están matando, violando y agrediendo y todo sigue igual en el país y en la casa. Las cifras que el Instituto de Medicina Legal y la Fiscalía General de la Nación dieron a conocer, recientemente, sobre la violencia que cotidianamente debemos sufrir las mujeres, son por decir lo menos, escalofriantes. Y sin lugar a dudas, un país justo y democrático con las mujeres declararía crisis humanitaria a favor de ellas.
En rueda de prensa el Fiscal General de la Nación afirmo que: “entre enero y octubre de este año, la Fiscalía ha recibido 99.805 denuncias”, lo que significa que diariamente 332 mujeres son agredidas en el espacio privado. De acuerdo con la Fiscalía el “crecimiento es de 20.4% en comparación con el mismo período del 2015, y anunció la imputación de cargos contra 3.015 personas autoras de casos de violencia intrafamiliar y orden de captura a 650 de ellas”.
El director de Medicina Legal, en diálogo con Caracol Radio, el 25 de julio de 2016, aseguró que la violencia intrafamiliar está aumentando. “Las lesiones producidas en el marco de la violencia intrafamiliar, de la violencia de pareja, donde son los ámbitos donde se genera la violencia de la mujer, estas lesiones son de mucha mayor gravedad, son lesiones que se han caracterizado por que producen altas incapacidades, afectando a mujeres entre 20 y 30 años”.
Algunas de las preguntas que surgen: ¿Por qué esa forma despiadada de tratar a las mujeres? ¿Por qué tanto odio y desprecio hacia ellas?
En las sociedades patriarcales las mujeres desde la infancia estamos expuestas a las violencias. La pertenencia al sexo femenino se constituye en uno de los factores de riesgo. Las estadísticas muestran que la violencia está dirigida fundamentalmente contra las mujeres y es infligida por los varones, tanto en el ámbito privado como en el público.
Pues bien, para interpretar y explicar las violencias contra las mujeres, se debe tener en cuenta que son expresión de opresión, subordinación y de injusticia social, y entender que la relación socio-sexual que predomina en las sociedades actuales, “es una en la que el poder del amor de las mujeres, entregado libremente, es explotado por los hombres” (JONASDOTIR, Anna C; 1993: 314). Tener claridad en relación con estos aspectos, puede permitir dimensionar que las violencias contra las mujeres son prácticas sociales sistemáticas que no solo mantienen la desigualdad socio-sexual, sino que perpetúan una forma específica de encuentros y de intercambios de los varones con las mujeres.
Quizás también es pertinente indagar y preguntarnos, por la forma como amamos las mujeres y como se dejan amar los varones, ello permitirá explicarnos qué pasa y cómo se articulan las violencias contra las mujeres, en el ámbito privado y en el público, y puede ser uno de los caminos para encontrar alternativas construidas prioritariamente, partiendo del análisis de los deseos, necesidades e intereses de las mujeres, “en vez de sobre la complementariedad de géneros, que tiende a infravalorar las relaciones de poder implicadas” ((JONASDOTIR, Anna C;1993: 316).
Es, además, necesario comprender y aceptar que la familia patriarcal, en la cual el varón era el jefe y la máxima autoridad, está en crisis porque las mujeres hemos luchado, en todas las partes del mundo, para ser sujetos de derechos y para obtener el estatus de ciudadanas emancipadas, y esto, ha alterado las relaciones de opresión y subordinación en las cuales se cimentaba ese modelo de familia. Y también está en crisis porque emergen nuevas formas de familias cimentadas en el deseo de compartir el amor y la sexualidad en libertad y autonomía.
Las mujeres tenemos mayor control sobre la sexualidad, la reproducción, disputamos poder en lo público y lo privado, y ganamos aún en contra del patriarcado autonomía en nuestras vidas. Los agresores se resisten a dejar de tener poder individual y colectivo sobre las mujeres, y surgen nuevas formas de violencia como el feminicidio, las redes globales de trata de mujeres y la violencia en las redes sociales. Formas que, buscan mostrar a las mujeres que debemos volver a la familia, no porque este espacio sea el más seguro para nosotras, sino porque se considera que desde allí es más fácil controlarnos y disciplinarnos. Pero este regreso es inviable, debido a las transformaciones que las mujeres hemos llevado a cabo en lo individual y lo colectivo, y a los cambios sociales, económicos y culturales que están sucediendo desde hace más de tres décadas.