Este es un espacio de debate que no compromete la opinión de La Silla Vacía ni de sus aliados.
Resulta que en las sociedades patriarcales los hombres pueden ser lo que quieren, siempre han podido. La pregunta es si es ético y solidario de su parte nombrarse feministas. Aquí algunas claves para que cada una establezca su postura.
¿Hombres feministas? Mi cara siempre ha sido de asombro. Me hace ruido que un hombre cisgénero habite un espacio, con su corporeidad y su palabra, y se enuncie feminista. De entrada, me parece ególatra y arrogante. Me raya.
Aclaro que siempre que he escuchado a algún varón nombrarse feminista, ha sido en espacios políticos, o en donde estamos sosteniendo conversaciones políticas, pues allí, las personas nos jugamos con el discurso el reconocimiento de los otros y las otras, así que ellos sacan esa carta, la que dice: “no, es que yo también soy feminista y por eso entiendo el problema, puedo opinar, quiero opinar y lo que digo es muy importante”. Bostezo de mi parte.
También, los hombres se enuncian feministas cuando están enamorando, para posar de deconstruidos y legitimar, por ejemplo, que son poliamorosos gracias al feminismo que los liberó de la monogamia. Pero cuidado, de eso los varones nacieron liberados, no nos confundamos.
Entonces, para escudriñar en el porqué de mi molestia con los “feministos” y no sentir que es una incomodidad y ya, luego no tener que explicarme diciendo que NO odio a los varones, a pesar de que esta sociedad no se excuse del nivel de odio que nos tiene a las mujeres (ver cifras de feminicidios), debo recurrir a mi experiencia situada desde que me encontré con el feminismo.
Lo primero que llegó a mi vida feminista, además de amigas, fue el establecimiento de prácticas de autocuidado, en el conversar conmigo misma y en el tejer colectivamente con otras, para liberarme de tanta violencia y subordinación que me heredó el patriarcado. Es decir, el feminismo me salvó la vida y me la sigue salvando.
¿De qué se salvan los varones cuando se nombran feministas? ¿De estar silenciados? Digamos que el poder de la palabra lo han tenido hace rato.
También, me encontré con una vasta literatura y producción académica feminista, en diferentes campos del saber, que, desde un enfoque crítico, como lo es el feminismo, le han aportado a los análisis de la vida y el mundo, una mirada hacia el lugar que nadie mira. Las gafas violetas como dicen algunas.
¿Quiénes se las han puesto? Fundamentalmente las mujeres. No tengo en mi cabeza hombres de la academia, cisgénero, escribiendo desde un enfoque crítico feminista.
He leído algunos que le plantean debates al feminismo, lo cual esta bien por supuesto, pero la academia y la literatura feminista la han edificado fundamentalmente las mujeres. Desde Simone de Beauvoir, Kollontai, Zetkin, Millett, Butler, Amorós, Valcárcel, Puleo, Lagarde, Segato, Curiel, Gargallo, Paredes, Facio, Davis, Lorde, Ngozi, Paredes… y tantas otras mujeres que me avergüenza no nombrar para no hacer de esto una lista de mercado.
Mencionarlas es apenas una ilustración de a quiénes nos ha interesado la reflexión feminista, que es distinta a la de género, y eso por lo menos habría que reconocerlo.
Tercero, me encontré en las organizaciones de izquierda, a donde pertenece el feminismo, con mujeres en conversación con otras mujeres para poner en la agenda los temas de las mujeres. Y cuando no pudieron, las vi saliendo de tales organizaciones o partidos, para cuidar de su salud física y mental, e insistir en la arena política, sin la presencia abrumadora de los varones.
Y he visto a mis compañeras y me he visto a mi misma, en todas las marchas y escenarios de protesta, bancando las luchas sociales, genuinamente, en contraposición a muy pocos bancando las nuestras. Porque, ¿Para qué dividir la lucha?, dicen los adalides progresistas.
Lo acepto, el 8M/2019 ha sido una gran y reconfortante sorpresa, por el número significativo de marchantes; hombres, mujeres, seres de todos los sexos o géneros, con un aditivo especial e importante, sin varones “al mando” o dirigiéndonos el camino.
Pero en la regla general, a los espacios de mujeres, solamente las mujeres, y si hay 3 varones por 250 de otros seres, estos 3 se dan el lujo de tomarse la palabra, sin tiempo y sin reparo, para explicarnos lo que hemos venido reflexionado hace rato.
De ahí vienen las incomodidades con los hombres “feministos”, de las entrañas, donde nace mi identidad feminista, que no es solo carga subjetiva, sino escenario de saber y de postura ética y política, por la cual han trabajado tantas ancestras y han resistido y muerto tantas compañeras.
¿En serio creen que es tan fácil ser feminista? ¿Tan fácil como recoger los frutos de las otras y acogerlos como propios?
Eso siento que hacen los hombres que se denominan feministas; avanzar en un camino construido con el esfuerzo de las mujeres, tomar nuestras palabras y usarlas en su beneficio, aumentar sus privilegios.
El feminismo nos ha costado bastante, como para que lo coopten y lo pongan en el lugar de “cosas que quiero, cosas que obtengo”.
¿Tenemos que implorarles que nos dejen a esto a nosotras? Que nos lo dejen mientras la deconstrucción de su privilegio no vaya en serio, porque no es solo reconocerlo, es transformarlo con acciones concretas, en las cuales querido compañero: no ocupas el espacio de las mujeres, no tomas la palabra, no les explicas de que va todo esto, haces la mitad de las tareas y no esperas un aplauso por ello. Y lo más importante, no piensas que somos excluyentes por esto.
Los varones en su ejercicio de deconstrucción han hecho cosas interesantes, y están hablando de la masculinidad y construyendo otras masculinidades, en ejercicios individuales o colectivos que me parecen necesarios. Por nuestro lado, entendimos hace rato que no es nuestra responsabilidad cambiarlos, hemos cambiado nosotras y hemos cambiado los discursos hegemónicos sobre la feminidad, y eso, innegablemente ha tenido un correlato en los de la masculinidad, que, en últimas, sustentan el patriarcado. Seguiremos trastocándolo.
Así pues; conversen, escriban, interlocuten con nosotras, construyan con nosotras, con nosotrxs, sean solidarios y transformemos juntas honrando la palabra y la historia, si no, la seguirán escribiendo “los vencedores”, que adivinen quiénes son en el patriarcado.