Este es un espacio de debate que no compromete la opinión de La Silla Vacía ni de sus aliados.
A la memoria de María Isabel Plata. Una figura central en la consolidación de los derechos sexuales y reproductivos en Colombia.
Hace mucho que no tenía noticias tuyas. Me pasó a mí y a muchas otras desde que te jubilaste hace ya una década y decidiste que no querías saber nada más del trabajo. Que te querías dedicar a otras cosas, y a descansar. Hasta ayer cuando recibí, con gran tristeza, la noticia de tu muerte.
Cuántas cosas se vinieron a mi mente, cuantos recuerdos, cuántas imágenes, pero, sobre todo, cuánta gratitud. No puedo imaginar mi historia ni las luchas a las que he dedicado mi vida, ni los derechos de los que hoy gozan cientos de mujeres en Colombia, sin recordar todo lo que hiciste para que eso fuera posible.
A tu lado aprendí, y me atrevo a decir que no fui la única, que era posible combinar ese mundo profesional tan tradicional del que venía, la medicina, con el feminismo.
Y que de esa combinación podían resultar cosas increíbles como el respeto por las decisiones de las mujeres, que eran la mayoría de las pacientes que veía por esa época, que los y las jóvenes podían ejercer su sexualidad con protección y que quienes ejercíamos la medicina éramos un vehículo para eso.
Y, finalmente, que con el prestigio de esa profesión podíamos ayudar a cambiar muchas de las injusticias y discriminaciones que les impedían a las mujeres ejercer sus derechos sexuales y reproductivos.
Fuiste protagonista de muchas luchas en este campo. Recuerdo con claridad las peleas para que en Colombia dejara de existir la obligatoriedad del consentimiento de la pareja para que las mujeres pudieran esterilizarse, o la exigencia de tener pareja e hijos antes de poder hacerlo. Que lo único que tuviera valor fuera la decisión de cada mujer sobre si embarazarse o no, y tener los medios y el poder para hacerlo.
En Profamilia, aunque ya era médica cuando empecé a prestar servicios, aprendí a poner el dispositivo intrauterino porque en esa facultad conservadora a donde había estudiado medicina, en Medellín, me habían negado el derecho a una educación plena y no me habían enseñado todo lo que aprendí en la Institución que dirigiste durante tantos años, y a la que ayudaste a convertir en un referente a nivel mundial.
Un referente porque, entre muchas otras cosas, hiciste posible que los servicios se prestaran con un enfoque de derechos y que la atención a la violencia contra las mujeres fuera parte indivisible de los servicios de salud sexual y reproductiva.
Pero ahí no pararon tus batallas, y con la misma convicción con la que hiciste tantas cosas, se introdujo bajo tu liderazgo la anticoncepción de emergencia que tantos médicos se resistieron a ofrecer hasta que se encontraron con tu firmeza, y tuvieron que aprender a garantizar los derechos a tantas mujeres que gracias a este método evitaron embarazos no deseados.
Al mismo tiempo, resolviste que toda la institución debería prestar servicios con enfoque de género, y me hiciste parte de la aventura gigante que supuso reentrenar a miles de profesionales de la salud a quienes pusimos a pensar para que ejercieran sin discriminación y lejos de los estereotipos.
Y, como si no bastara, abriste el espacio para que trabajáramos de la mano del movimiento feminista que en un momento de gran persecución y de absoluta prohibición del aborto hizo posible que entre varias feministas, incluida tú, creáramos la Mesa por la Vida y la Salud de las Mujeres.
Una organización desde la que acompañamos la primera batalla por la despenalización del aborto en tres causales en el 2006, en la que tú fuiste una pieza clave, y que años más tarde haría posible la consolidación del Movimiento Causa Justa que consiguió la histórica despenalización del aborto hasta la semana 24.
Y, como si fuera poco, mantuviste una conexión estratégica entre las luchas por los planes, acuerdos y estándares de derechos humanos que discurrían en distintos espacios internacionales de las Naciones Unidas y las luchas por cambios legales y de política a nivel nacional.
En cada una de esas batallas, además, me abriste puertas, me contaste con generosidad todo lo que sabías, me mostraste a toda la gente que conocías y me diste el valor y la confianza que a los veinte pocos años era difícil que alguien te diera.
Pero sé que no soy la única. Somos muchas la que aprendimos a tu lado. Tu rebeldía, tu anarquismo y la ruptura de tantos moldes, junto con tu inteligencia, tu estatura moral, tu integridad y tu absoluta generosidad, hicieron que tu lucha se convirtiera en la lucha de muchas de nosotras
Hasta siempre.