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En ese momento –y en este también- la sociedad machista y patriarcal se dedicó a cazar “brujas” por miedo a que esa autonomía e independencia pusiera en peligro y en cuestión lo que se consideraba “correcto”.
Las hogueras nunca se han apagado: “Es una bruja; quiere tener derecho; quiere votar; quiere decidir sobre su cuerpo…”
Hace aproximadamente 500 años, la cacería de brujas fue el nombre con el que se le conoció a la persecución y asesinato de mujeres por dedicarse a la hechicería o por realizar actividades que eran propias de los hombres; parece que fue hace mucho tiempo pero no, aún nos siguen cazando. Fueron perseguidas y quemadas por ser mujeres libres, valientes, que no tenían miedo a existir, mujeres independientes y liberadas sexualmente, determinadas a cuidar de si y decidir sobre sus cuerpos, mujeres que desafiaron los límites y planteamientos tradicionales, condenadas por no tener un hombre y decidir luchar por sus derechos. En ese momento –y en este también- la sociedad machista y patriarcal se dedicó a cazar “brujas” por miedo a que esa autonomía e independencia pusiera en peligro y en cuestión lo que se consideraba “correcto”.
Les dio miedo –y qué bueno, sintieron la presión-; les dio miedo ver mujeres firmes y decididas a cambiar una sociedad en la que no eran tenidas en cuenta, que las invisibilizaba, las menospreciaba y las instrumentalizaba. Tanto fue el estruendo causado por estas mujeres desafiando los cánones impuestos, que el Estado y la iglesia tuvieron que avalar y promulgar todo tipo de instrumentos para combatirlas y acabarlas, incluso erradicándolas. Desde el Siglo XV aproximadamente –lo que no sugiere que no haya habido persecuciones antes por alguna otra razón- se ha asediado a las mujeres por múltiples motivos, en ocasiones valiéndose de creencias sociales, religiosas o simplemente por discursos que han protegido el poder de algunos grupos.
No es un secreto que la situación de las mujeres a lo largo de la historia ha sido –y sigue siendo-, considerablemente, más difícil que la de los hombres. Luchas, marchas, protestas y todo tipo de manifestaciones han sido necesarias para exigirle a una sociedad “liderada” por hombres con una visión machista, el reconocimiento de la condición de ciudadanas y con este el respeto y garantía de sus derechos. Pese – y gracias- a todas estas luchas, en algunos lugares conquistas como el voto, cargos y participación pública, acceso al mercado laboral, entre otros, han sido grandes triunfos y avances hacia una sociedad que no “teme” a las mujeres. Lastimosamente, mientras en unos lugares celebramos pequeñas victorias, en otros contextos la situación es mucho más desalentadora, absurda y casi irreal. En algunos países de oriente, las luchas son por poder decidir si se quiere y con quien se quiere casar, tener su propio patrimonio, o simplemente votar. En países como Arabia Saudita, las mujeres luchan porque las dejen practicar un deporte, viajar o ir solas al médico. Esto no quiere decir que la situación en occidente sea ideal, está muy lejos de serlo, la realidad es que nuestras luchas y pequeños triunfos están muy marcadas y determinadas por los contextos religiosos, culturales, sociales y políticos.
Las luchas siguen y las hogueras aunque cambian, no se apagan. Muchas mujeres y en nuestra época hombres, esas y esos que se levantan contra el “orden”, “lo natural”, “lo tradicional”, siguen siendo cazadas (os), perseguidas (os), abucheadas (os), censuradas (os) –y si se pudiera quemadas (os)- por exigir sus derechos. Mientras en Argentina se lucha por el derecho al aborto legal, en México con campañas como #MeToo o #JuntasHastaLaVida se lucha contra los altos –y cada vez más altos- índices de feminicidios, vemos como el Estado y la misma sociedad pone cada vez más trabas a que estos se puedan garantizar cómo se debe. Somos todos y todas parte de este entramado de sujetos, instituciones y tradiciones que sigue relegando a las mujeres a ciertas labores, espacios y oficios. ¿Algún día se acabarán las cacerías? ¿Alguna vez podremos apagar las hogueras y sentir que pararon las persecuciones y que por fin tenemos y se respetan nuestros derechos?
Después de tanto tiempo, luchas y cacerías, seguimos existiendo “brujas” y “brujos”, nietos y nietas de esas que no pudieron quemar, seguimos desafiando los estándares, los tradicional, lo correcto, “lo que ha sido así siempre”. No queremos ahora una cacería de brujos, no queremos más Estados ni instituciones decididas a cazar y perseguir “brujas” y “brujos”, queremos ser nuestras dueñas, de nuestros cuerpos, de nuestras decisiones, de nuestras vidas y de nuestras acciones. Queremos respetar y que se nos respete, que se nos den las mismas oportunidades y espacios para expresarnos y debatir con argumentos lo que queremos y necesitamos. Queremos que se nos deje estar, participar, y que se nos escuche.
Como dijo la escritora brasileña Clarice Lispector: “dejo registrado que si vuelve la Edad Media, yo estoy del lado de las brujas”.