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No es solo quien abusa, somos todos y todas victimarios cuando justificamos el hecho por cómo iba vestida o por lo que le dijo y la re victimizamos “porque ella se lo buscó”.

“Ningún “el no de las mujeres es sí o el que calla otorga”. Todo lo que no sea sí: fuerte y claro es NO.

Muchos son los casos que han ocurrido y que siguen ocurriendo –cada vez más- de mujeres y niñas que son abusadas en diferentes espacios y contextos. Rosa Elvira Cely, Yuliana Samboní, solo por poner un par de ejemplos.

Un caso más o un caso menos, pareciera que nos diera igual, estas situaciones las hemos ido normalizando cada vez más. En nuestras casas por familiares y/o amigos, en la calle por extraños o en una fiesta por compañeros de estudio o de trabajo.

Miles son las razones que se intentan dar para justificar estos actos –que no tienen justificación-, “estaba muy tomada y le coqueteo”, “caminaba por la calle sola y se lo buscó”, “era demasiado cariñosa y lo confundió”.

Expresiones como “ese no era de sí”, “dijo que no pero se le notaba que quería”, “primero dijo que no pero se quedó quietecita” y/o “dijo que no pero luego se notaba que le gustaba” No son querer ni consentir.

El consentir una relación sexual, en ningún caso debe inferirse, debe ser una manifestación clara, libre y autónoma. Nunca puede deducirse de una parálisis, de una palabra o conducta, ni del silencio o de la falta de resistencia. Así como no puede creerse que la violencia se refiera o se limita solo al acto sexual sino a toda aquella que se utiliza para doblegar la voluntad, sin importar que este no tenga prolongación en el tiempo de la ejecución de los actos.

Miedo, pavor, terror, pánico infinito, es lo que puedo medianamente imaginarme se debe sentir en una situación así.

Miedo infinito por la actitud amenazante, violenta e irracional de su agresor, miedo por lo que pueda pasar si se mueve, miedo por lo que pueda pasarle a sus seres queridos si grita.

Debería ser claro para todos y todas que en esos casos, la parálisis o la falta de respuesta violenta se debe a ese miedo que producen las amenazas de las consecuencias para ella, su vida, su integridad de una respuesta, y no a la asunción de que “luego sí le gustó” o que “se quedó quieta porque le gustaba”.

Ahora, si esto es así cuando hay un agresor, es inimaginable lo que puede sentir una persona cuando está frente a varios agresores, como ocurrió en el caso español de “La Manada”.

¿Qué puede hacer una mujer de 18 años contra 5 hombres muy borrachos? ¿Responder cómo se espera que lo haga una persona que “no quiere” que la violen y exponerse a que la maten, cómo ya ha ocurrido? ¿De verdad tenía –y tenemos- alguna posibilidad de librarse –librarnos- de eso sin que poner nuestra vida en peligro?

Mucho es lo que se puede decir, lo que podemos “planear” sobre cómo reaccionaríamos o qué haríamos en un situación como esa pero por más que lo planeemos, nada es más cierto que lo incierto de nuestra reacción.

Los seres humanos tenemos diversas formas de reaccionar ante situaciones de peligro, tanto física, como mentales y emocionales.

Nuestro cuerpo responde en forma automática, es decir, inconscientemente, se aumenta la presión, la respiración se agita y los músculos se tensionan.

En términos fisiológicos, dicho proceso se denomina “lucha o huida” y consiste en alistar el cuerpo para enfrentar el objeto de peligro o huir de este.

Pese a que científicamente se afirma que los seres humanos estamos programados para desplegar estas conductas, se encuentra demostrado que algunas personas tienen otro tipo de reacción natural al peligro de la que no se habla mucho: la parálisis o el ensimismamiento.

Si esto ocurre frente a situaciones de peligro, ahora pensemos en lo traumante que es física y mentalmente una situación de violencia sexual, por ende, no todas las personas reaccionan de la misma forma ante este tipo de agresión.

Algunas(os) pueden tratan de huir, gritar o defenderse, pero otras (os) la mayoría de las víctimas entran en estado de shock e incredulidad, principalmente cuando el victimario es una persona de su familia o en quien confían, de ahí que algunas se paralizan, se aturden o hasta se desconectan de la realidad.

Desmitificando muchas creencias, estudios como “Understanding Sexual Violence: Prosecuting Adult Rape and Sexual Assault Cases” demuestran que el cuerpo reacciona automáticamente a estas situaciones y que la lubricación de las mujeres, no es producto de que “luego sí quiso o que le estaba gustando” sino que esta es una reacción física puramente automática.

Esto es así porque el cuerpo humano está preparado para responder a estímulos que recibe a través de los cinco sentidos.

En momentos de temor y amenaza de daño corporal, el sistema nervioso se activa y moviliza las respuestas de “lucha, escape o parálisis”, que colocan a la persona en una modalidad de supervivencia.

Esto da cuenta de que la lubricación en la mujer e incluso el orgasmo, son reacciones corporales estimuladas por diversos factores, pero en ningún caso implican que esté consintiendo o disfrutando el acto sexual.

Esto nos debe llevar a pensar a todos y todas en lo mal que estamos criando a nuestros niños y jóvenes como para que no puedan aceptar un NO por respuesta, y en lo mal que estamos como sociedad para justificar una violación porque “ella se lo buscó” o porque “luego le gustó”.

No es solo quien abusa, somos todos y todas victimarios cuando justificamos el hecho por cómo iba vestida o por lo que le dijo y la re victimizamos “porque ella se lo buscó”.

Nada lo justifica. No hay “aceptaciones tácitas”, el consentimiento es uno: sí, fuerte y claro. NO, sigue siendo no; antes, durante y después. 

 

Imagen de portada tomada de encolombia.com

Feminista. Abogada de la Universidad del Norte, Barranquilla. Magister en Derecho, modalidad de investigación, Universidad Icesi, Cali.