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El pensamiento neoliberal en particular el concepto de responsabilidad individual ha permeado diferentes esferas de la vida social y el tema de las violencias contra las mujeres no ha sido la excepción. En el contexto del neoliberalismo, la idealización de ciudadanía liberal consiste en promover y asumir una mentalidad de responsabilidad individual por los hechos y en este contexto surge el término sobreviviente. El/la ciudadana/o ideal es quien evita la mentalidad de víctima, quien asume responsabilidad individual y se enfoca en protegerse del riesgo de ser considerado víctima en vez de enfocarse en el derecho de no ser victimizada/o como lo expresa Rebecca Stringer, investigadora y teórica de la Universidad de Otago, en su libro Knowing Victims: Contemporary Feminism and Victim Politics. Al ser individual la violencia se convierte en un problema personal y no político. La violencia se convierte en un asunto entre la víctima y el perpetrador de violencia en vez de un problema estructural y de carácter político.

En los años 70 las feministas lograron importantes avances en el reconocimiento de las violencias contra las mujeres como problema público. Las violencias son conceptualizadas desde un sentido político y colectivo a lo que hasta entonces había sido considerado de tipo personal e individual. La concepción de víctimas se erigió sobre la base de la dualidad, de la complejidad y las estructuras que la provocan. Los grupos de consciencia del feminismo radical como expresión de resistencia y agencia de las mujeres abrieron paso a los espacios para el reconocimiento de victimización a la vez que develaban las estructuras que las provocan.

Tras los avances, como Sharon Lamb profesora y académica de la Universidad de Massachusetts en Boston y autora del libro New Versions of Victims : Feminists Struggle With the Concept lo documenta, vino el backlash por parte de medios de comunicación y literatura en lo que se ha sido llamado “antivictim movement”; campañas destinadas a mantener el estatus quo atacaron ampliamente al feminismo. En los años 80 y 90, como Stringer demuestra, los ataques a estos avances del feminismo alcanzaron una mayor fuerza en los corrientes conservadores durante la década de los 90 con el despliegue en gran parte un discurso de lo “políticamente correcto”. Organizaciones derechistas como Civitas en Londres dedicadas a combatir cualquier amenaza política contribuyeron en gran medida a la creación de “pánico que el discurso feminista estaba creando una sociedad de víctimas”, asociando la conceptualización feminista de víctimas como algo totalmente negativo y repudiable.

El movimiento anti-feminista se centró en criticar el carácter de pasividad que supuestamente implicaba el concepto víctima. De acuerdo con Stringer, las feministas fueron difamadas como las “peores” perpetradoras de violencia por el uso del concepto de víctima que “victimiza” a las víctimas. La noción víctima antes política adquiró una connotación individual/mental asociada con pasividad y negatividad, por lo que empezó a ser evitada como lo señala Stringer e incluso rechazada como lo hizo el “antivictims movement”. Curiosamente un número de teóricas consideradas feministas se alinearon a estos ataques sobre la base de erigir las concepciones de agencia que da fundación a la palabra sobreviviente.

Críticas/os de la concepción feminista de victimas estratégicamente usó el discurso sobre sujetos víctimas. Un claro ejemplo es el uso de los desarrollos teóricos sobre la “conciencia dividida” (“divided consciousness”) realizados por Sandra Lee Bartky, una de las teóricas que más ha contribuido al campo del feminismo. Curiosamente, la parte del discurso feminista que hace referencia a victimización es atacada y la otra parte, la cual hace referencia a agencia, es cooptada. Para esto plantean una supuesta dicotomía entre victimización y agencia, y lo que en otrora fuera planteado por el discurso feminista en términos de dualidad, es ahora tratado como si fueran mutuamente excluyentes. En el hurto de la noción de agencia en aislamiento, el “nuevo” término– sobreviviente- enfatiza en la resistencia y la agencia dejando en el vacío el elemento de politización de la victimización, perdiendo todo contexto y significancia.

De acuerdo con Lamb, el término sobreviviente se popularizó en detrimento del discurso de victimización y se genera un auge cultural sobre la base de que las víctimas tienen el derecho a “negarse ser una víctima” y “escoger” llamarse sobreviviente como un derecho a nombrarse y como forma de “empoderamiento”. Esto sirvió a intereses políticos conservadores de la época camuflada en la capacidad de “escoger”. De acuerdo con Stringer, el concepto de sobrevivencia al desarrollarse en los tiempos del auge y consolidación del neoliberalismo, encuentra eco y resonancia en las concepciones de individualidad que implica este pensamiento.

Sobreviviente es un término que hace referencia a aspectos de tipo mental que según Stringer por un lado casi que “alaba” y resalta el sentido de “triunfo” del haber “sobrevivido”, es así como el “vocabulario que habla de estructuras de dominación, inequidad y opresión ahora pareciera estar cediendo a la celebración” como lo documenta Chirstine Scharff, una teórica feminista. Al mismo tiempo el termino sobreviviente genera un imaginario de las violencias sobre las bases de casos extremos comparándose con el genocidio -contexto en el que palabra es originaria. Asimismo, sobreviviente se compara con los casos donde la vida estuvo en peligro, y la/el sujeto literalmente sobrevivió. De acuerdo con Lamb, las violencias se convierten entonces en sinónimos de casos extremos, reforzando la idea que la “real” violencia solo sucede cuando la vida ha sido puesta en peligro. En cualquiera de los casos, esta terminología lejos de significar progreso ha planteado retrocesos para la conceptualización de las violencias.

En conclusión, sobreviviente, un término que se popularizó en los años 80 y 90, lejos de plantear progreso, ha planteado retrocesos para la conceptualización de las violencias. Detrás de este auge está el fortalecimiento del pensamiento neoliberal y con ello, de la responsabilidad individual y personal, incluyendo del problema de las violencias. Aún más “En la derogación de la noción de víctima, el neoliberalismo promociona una concepción subjetiva en vez de social, un estado de la mente en vez de una situación mundial” como lo expresa Stringer. Sobreviviente es un término que continúa siendo cuestionado y que aunque en países como Colombia apenas empieza a llegar, vale la pena examinar con cautela los orígenes e implicaciones de este término.

Con más de 10 años de experiencia profesional a nivel nacional e internacional en los temas de los derechos de las mujeres, política pública y global, y análisis de género, Deidi ha trabajado para la Casa de la Mujer y en colaboración con organizaciones de cooperación internacional. Es Trabajadora...