Este es un espacio de debate que no compromete la opinión de La Silla Vacía ni de sus aliados.
Columnistas invitadas: Maria Clara Salive y Yolanda Puyana, coinvestigadoras del proyecto “De lo privado al público: un estudio multidimensional de las violencias de género en la Universidad Nacional de Colombia”.
El 14 de octubre organizamos un evento en el que quisimos dar cuenta de los resultados de la investigación “De lo público a lo privado”, encaminada a entender las distintas dimensiones en que la comunidad universitaria es víctima de violencia basada en género (VBG).
Este evento de difusión suscitó más debate que el informe mismo, razón por la cual queremos expresar nuestra percepción sobre el tema y responder a la columna de la profesora María Luisa Rodríguez, publicada en este mismo espacio.
Es preocupante que, en la prestigiosa Universidad Nacional de Colombia, generar controversia o juzgar el trabajo de otras y otros investigadores sea más importante que ahondar en los contenidos. Esto solo demuestra la imposibilidad de luchar en conjunto por una causa. También es desafortunado darle eco a una opinión basada en argumentos que parecen fundarse en el “como no me invitaron, no es válido lo que hicieron”.
Ahora bien, aunque del debate se nutre la difusión de las investigaciones, me encantaría que la profesora María Luisa Rodríguez leyera el informe. Parte de las conclusiones dan cuenta de cómo el estudiantado, sobre todo mujeres y población no binaria, se ve afectado por los conflictos al interior de los feminismos que generan relaciones inequitativas de poder y que son agresivas. Además, estas conclusiones ponen sobre la mesa que las luchas contra la violencia basada en género (VBG) no se pueden volver un campo de batalla, como si se replicaran —sin querer— las lógicas patriarcales.
Si ser feministas blandas implica oír, tolerar, incluir, repensar y soñar un mundo sin binarismos ni exclusión, somos feministas blandas. La investigación en que participamos supuso hacernos escuchar. Y si eso implica volver a invitar a la rectora a oír, me parece más productivo hacerlo que seguir sentadas en las fallas institucionales y seguir luchando desde el margen.
Siempre es mejor construir, y para ello en la academia primero se debe escuchar y leer, antes de emitir juicios.
Aunque la autora se basa en el evento del 14 de octubre, que algunas feministas se encargaron de deslegitimar por mensajes de chat -entre ellas, Mónica Godoy-, nos gustaría pensar en la opinión de las colectivas que ese día hablaron con contundencia y denunciaron que se sienten solas en su lucha. Muchas personas las juzgaron por participar en el evento e insinuaron que estar ahí constituía una especie de traición. Esto nos parece un gesto irrelevante que solo revela a unas intelectuales divididas que, más que transformación, buscan protagonismo.
Le preguntamos en este espacio a María Luisa si ha tenido tiempo de mirar el estado del arte y las conclusiones de cada uno de los ejes; si de verdad le parece irrelevante el esfuerzo detrás del evento, que no era protocolario, sino académico, y por lo tanto requería de escucha, de información y de una actitud que dé cuenta de que las mujeres podemos luchar sin ser violentas y construir juntas.
Un libro no se debe juzgar por la portada. Y un encuentro de difusión de una investigación tampoco debe serlo por los invitados.
Queremos invitar a María Luisa Rodríguez a leer el informe y a contribuir con sus aportes, en vez de reaccionar desde la inmediatez y la emocionalidad, algo que sobra en este país y le hace mucho daño a la posibilidad de concertación.