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Para el mes de la mujer viene como anillo al dedo al recordar la inmensa sabiduría que trajeron las mujeres esclavizadas al nuevo mundo. De esas reuniones no sólo salían conspiraciones contra el sistema sino que esos espacios constituían intensas redes de hermandad.
Un aquelarre es una reunión de brujas que, para el mes de la mujer, viene como anillo al dedo al recordar la inmensa sabiduría que trajeron las mujeres esclavizadas al nuevo mundo. De esas reuniones no sólo salían conspiraciones contra el sistema sino que esos espacios constituían intensas redes de hermandad.
La envidiosa Europa quiso silenciar todo ese conocimiento milenario quemando a muchísimas ancestras, cuyo pecado fue mostrar una profunda comprensión del alma humana y de las dolencias corporales.
Recordando a las incineradas, vemos que la hoguera ha sido desde siempre un recurso entre el mundo libertino de las mujeres y el brutal control del sistema patriarcal.
Acudiendo a esa memoria profunda de las ancestras y de las contemporáneas que batallan porque el mundo sea mejor, quiero honrar la propuesta filosófica de Francia Márquez Mina. Ella propone retomar el rumbo del amor maternal como un farol en medio de las tormentas que se ciernen sobre esta nación.
No es fácil convocar a esta juntanza cuando los territorios de comunidades negras están en manos de los malos, como señala Francia. Pero tampoco es imposible, porque las mujeres han atajado mucho del exterminio por la vía de los saberes femeninos.
Es así como veo pertinente honrar la fuerza, el coraje, la valentía de cantidades de mujeres que desde los roles más básicos y también los más complejos aportan a la construcción de una sociedad que requiere la ética, como único camino para salir adelante.
Francia, desarrolla una poderosa idea del amor maternal explicando que cuando este país decida hacer las paces consigo mismo, reconciliarse entre los hermanos, el cariño que prodigan las mujeres unas a otras y sobre sus renacientes será esa la terapia que esta sociedad necesita .
Escuchando a Francia surge la idea de una mujer luchadora que al lado de otras y otros sensibles han tejido oportunidades de cambio en las comunidades azotadas por la corrupción, el abandono estatal y la falta de oportunidades.
Ese desolador contexto produce una intensa fuga de los mejores cuadros que buscan las oportunidades que se concentran en las ciudades andinas de esta nación. Mucha de esa diáspora regresa a sus pueblos a buscar temporalmente, el amor de su familia.
Francia reconoce que el amor maternal permitió que su parentela femenina criara a sus renacientes. Por eso, todos son tíos y tías en la comunidad.
Este amor es una voz que se suma a las denuncias de miles de mujeres negras desposeídas y desterradas de sus territorios ancestrales. Este sentimiento hace que se fortalezca la comunión con los bálsamos y terapias que las mujeres han creado y conservado de sus mayoras y que han pasado de generación en generación a través de diversas prácticas que ponen en juego las sabedoras, las parteras, las curanderas, las campesinas y muchos grupos de mujeres que en el ámbito rural acuden a mecanismos ancestrales de cuidado y protección.
Conocí a la mamá de Francia, una mujer a la que las huellas de las manos se le borraron debido a su trabajo en las minas del norte del Cauca. Es una mujer muy fresca, con esos halos de humildad que sólo quien viene de abajo logra respirar.
Recordé a mi propia madre, cansada por las extensas jornadas, haciendo oficios para que lucieran resplandecientes las casas de las mujeres blancas donde trabajaba como empleada doméstica.
Al ver a Francia y a su mamá me imaginé a mi misma con una matrona dispuesta a señalar que no todo vale en la vida para ganarse el pan de la familia. Esas mujeres que representan el rostro de las mujeres negras en Colombia son los símbolos de la resistencia que la historia debe honrar.
La imagen que representa Francia, su mamá y la inmensa mayoría de las mujeres negras representa un tema pendiente en el movimiento feminista, el alcance de la raza y el género cuando se trata de las mujeres que no forman parte del privilegio blanco.
Vale la pena tomarse un momento para reflexionar si cuando se piensa en las marchas y demás movimientos del mes de marzo, las mujeres negras están incluidas en estas reivindicaciones. Aunque moleste, esta problemática tiene que pasar por el reconocimiento de profundas diferencias al interior del debate de género.
Entonces, el aquelarre, la imagen de la mujer negra, los liderazgos políticos, la necesidad de criar a los renacientes con valores éticos ancestrales son los puntales de la Filosofía del amor maternal.
Esta es la Historia que detrás adelante y a los costados de la historia de las mujeres de la negritud y a las cuales llamo a cerrar filas en esta conmemoración que se realiza en marzo.
Felicitaciones a Francia y a muchas lideresas que desde el balcón de la dignidad proponen que el cariño de las mamás sea la base emocional para resolver los odios fratricidas que no permite una relación sana y solidaria entre los seres humanos en Colombia.
No olvidemos que el aquelarre es la juntanza para perpetrar el amor como un estilo de vida que haga respetar a todas y cada una de las criaturas que ocupan el globo terrestre.
¡Un abrazo sororo para las compañeras negras en Colombia en el mes de la mujer!