Este es un espacio de debate que no compromete la opinión de La Silla Vacía ni de sus aliados.
A veintiséis años de su nacimiento, el Festival de Música del Pacífico Petronio Álvarez sigue siendo esa plataforma y ventana de oportunidad orgánica para que las comunidades negras asentadas en las orillas de la Región Pacífico colombiano muestren al mundo sus valores, usos, prácticas y costumbres recreados en los territorios profundos de la Colombia rural y étnica.
Todo este entramado y acervo cultural y lo que han recreado dentro del mismo ha sido un legado ancestral entregado por nuestrxs mayorxs como herramienta de sanación, resistencia, duelo, conmemoración y (re) existencia frente a todas las situaciones que golpean y segregan de manera estructural, sistemática y espacial a la población racializada.
Se muestran entonados versos, décimas, poemas y cantos, rituales mágico-religiosos y espirituales, aromas, olores y sabores que se brindan la cocina alrededor del fogón tradicional, el viche y sus derivados, la estética negra/afro, música en formatos autóctonos, memorias colectivas (donde aparece el sabedor y la matrona), el abuelo y la abuela, lxs niñxs como vehículo para seguir cruzando fronteras con el canasto de saberes propios y narrar lo que se vive en los territorios.
Esa es la diversidad que se encuentra en el marco del Festival Petronio Álvarez.
Resignificando las propiedades curativas del canto y la oralidad del Pacífico.
La región del Pacífico colombiano, la cual circunda con sus aguas los departamentos del Chocó, Valle del Cauca, Cauca y Nariño ha sido y sigue siendo el territorio más afectado por el conflicto armado.
No hay pueblo que no tenga alguna ruina dejada por alguna acción de guerra, como la masacre de Bojayá, la masacre a los jóvenes de Punta del Este en Buenaventura, la toma de Iscuandé y el fracaso del programa “Soldados Campesinos”.
Según datos de la Unidad de Víctimas, más de 783.500 personas han sido incluidas en el Registro Único de Víctimas por hechos ocurridos en el marco del conflicto armado en la región del Pacífico.
Y más del 60% de ellas se autorreconocen como población negra o afrocolombiana, raizal, palenquera, indígena o Rrom.
Además, más del 38% de los municipios de esta región están en riesgo alto o medio alto de que ocurran nuevos hechos victimizantes, de acuerdo con los reportes aportados por Índice de Riesgo de Victimización.
Pero, más allá de la ruina de la guerra y violencia como herramientas para resolver los conflictos, es ver a los y las sobrevivientes y conocer sus historias, hablar de formas asociativas, trueque, lengua, autonomía, movilidad social, conservación, identidad cultural del territorio.
Precisamente, en el marco del Festival de Músicas del Pacífico Petronio Álvarez, y por primera vez, la Unidad para las Víctimas se hizo presente para reconocer y resaltar el abordaje del enfoque étnico en la reparación a las víctimas con el acompañamiento de la Unidad de Restitución de Tierras.
Sin duda alguna, este acto de conmemoración, de reflexión y análisis llamado “En el Pacífico suena la paz: una mirada al enfoque étnico de la reparación integral a las víctimas”, permitió reconocer las prácticas culturales de las comunidades afrodescendientes del Pacífico como una de las herramientas de resistencia pacífica y reconstrucción del tejido social.
Una que ha sido empleada por las víctimas en el Pacífico junto con una importante amalgama de prácticas musicales tradicionales que se caracterizan como acciones que potencializan las iniciativas de construcción de paz territorial desde la memoria y el empoderamiento de las comunidades.
Siéntese tío Guachupé y mire el desconcierto en Petronio
Pasada toda la alegría, el fervor y la belleza que engalana con los colores vivos que lucen la población afrodiaspórica, los arrullos y los bailes zapalateados, que hicieron temblar la ciudad de Santiago de Cali, quedan en la memoria de muchas agrupaciones participantes, asistentes y artistas.

Una lluvia torrencial de inconformidades alrededor de este encuentro que convoca al mundo a (re) conocer la idiosincrasia de las comunidades negras y en específico el evento de cierre del Festival.
Por estos días, luego de saborear un viche curao en mate, me preguntaron sobre el evento de cierre del Festival de Música del Pacífico Petronio Álvarez: acabé ese viche curao cargado de saberes, haciendo un ir y devenir en la conciencia de que este festival no es la “casa grande”, y no nos pertenece y que se ha convertido en una actividad comercial de unos empresarios.
Es como si me clavaran un dardo en la frente cuando viajo en la memoria del propósito inicial abanderado por su artífice Germán Patiño Ossa y en las primeras versiones del festival.
Este es un espacio de encuentro donde la herencia negra/afrocolombiana y sus diferentes manifestaciones y expresiones son los protagonistas, para reconocer a músicos (hombres y mujeres) y agrupaciones que desde su quehacer aportan a la salvaguarda de los saberes culturales, y se destacan con sus creaciones y contribuciones musicales inéditas desde las lógicas propias de las comunidades negras.
El desconcierto de invitar al Grupo Niche a la tarima para cerrar la fiesta desconoce los grandes aportes que han hecho y siguen haciendo grupos que sí representan el acervo cultural e idiosincrasia de las comunidades negras, como la agrupación Herencia de Timbiquí, Grupo Saboreo, ChoQuibTown, Grupo Canalón de Timbiquí, el maestro Alexis Lozano, la maestra Inés Granja, Zully Murillo, Rancho Aparte, La Pacifican Power y otros ramilletes de artistas y agrupaciones que ayudaron a posicionar lo que hoy es el Festival Petronio Álvarez.
Esto los hace dignos merecedores de estar en ese lugar mucho más que al Grupo Niche, especialmente por sus invaluables aportes que fortalecen nuestra identidad cultural del Pacífico.
Muchos hemos bailado, dedicado y cantado a todo pulmón las canciones del Grupo Niche, pero su plataforma es la feria de Cali, el mundial de la salsa y otros escenarios que sin duda han conquistado.
En nuestros ríos, nuestros mayores nos entregan los saberes ancestrales, culturales y tradicionales, de igual manera nosotros debemos entregarle a los que vienen detrás las enseñanzas que nos han permitido mantener vivas hasta nuestros días nuestras prácticas ancestrales, culturales, nuestros usos y costumbres. Lo que nos ha permitido resistir y (re) existir.
Les invito a que reflexionemos alrededor de las mutaciones occidentales que ha sufrido el Festival de Músicas del Pacífico Petronio Álvarez y las que surgen a la hora de valorar nuestro legado.
Aquello lo que hemos recreado en colectivo con el pleno propósito de fortalecer y reivindicar el papel de nuestras músicas en formatos tradicionales, los artistas, sabedores y sabedoras, parteras y a las cantantes son ejes fundamentales de la conservación de la memoria ancestral.
Una memoria que se compone de expresiones artísticas tradicionales e incluye los valores, la medicina tradicional, las expresiones gastronómicas y el conocimiento de los medios de producción.
Si no reflexionamos, el próximo año el Festival Petronio Álvarez en su versión XXVIII lo estará cerrando J Balvin como reconocimiento del artista afrolatino del año.