Este es un espacio de debate que no compromete la opinión de La Silla Vacía ni de sus aliados.
Los estudiosos del racismo coinciden en que en la larga historia del racismo en Colombia predomina la negación. El Estado, la iglesia, la escuela y la prensa históricamente han hecho énfasis en la inexistencia del racismo en Colombia, como lo han dicho Viveros, Mosquera Rosero-Labbe o Vásquez y Padilla. (Viveros, 2007; Mosquera Rosero-Labbe & León Díaz, 2013; Vásquez Padilla, 2023).
Los resultados de los estudios realizados por investigadoras como Mosquera Rosero-Labbé y Rodríguez Morales (2009) muestran que en Colombia se considera “que no hay racismo”, “que es distante de nuestra realidad”, y que si existe “no es tan grave como para que el Estado intervenga”, también es muy común encontrar “los racistas son otros, no yo”.
El tema del racismo es tan complicado en Colombia que, a pesar de las leyes (Artículo 13 de la constitución del 91, Ley 1752 del 2015 y la Ley 70 de 1993), las denuncias y campañas de prevención hechas por entidades internacionales como la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco), sus expresiones son más comunes de lo que la gente se imagina.
Por ejemplo, en los programas oficiales del Estado los funcionarios niegan la atención a afrocolombianos desplazados por la violencia porque son unas personas supuestamente “irresponsables”, “bullosas”, “fiesteras” y “perezosas” (Viveros, 2007).
En otros casos, los funcionarios de los programas niegan la aplicación del enfoque diferencial a la población afrocolombiana para evitar que se sientan superiores (Mosquera Rosero-Labbe & León Díaz, 2013).
El racismo en la vida cotidiana es también un problema frecuente. Las personas se resisten a dejar de usar términos como negro, negrita, morocho, etc. porque consideran que son expresiones de afecto, sin tener en cuenta que hay una generación de afrocolombianos que exige no usarlas.
En Cali, por ejemplo, se usa la expresión “negro hijueputa” casi siempre en contextos negativos. Por ejemplo, el investigador Luis Ernesto Valencia (2023) señala como en Cali suele manifestarse que “Cali era ciudad cívica, limpia y ordenada hasta que llegaron esos negros hijueputas.”
Lo curioso de estas ideas es que la pérdida del supuesto “civismo” ha sido más el resultado de malas, desordenadas y corruptas administraciones locales que por la presencia de afrocolombianos en Cali.
Lo que observo es que los estereotipos raciales logran imponerse con mayor facilidad sobre la realidad de los hechos.
La negación histórica del racismo nos ha llevado a una nueva configuración de este en el contexto multicultural. Los especialistas lo han llamado “racismo sin racistas”, caracterizado “por su sutileza, por no ser abiertamente racial y por evitar el uso de términos y discursos raciales del pasado” (Bonilla-Silva, 2020, p. 428).
En mi opinión, el “racismo sin racistas” lo podemos apreciar en la manera como algunos medios de comunicación masivos han tratado los cuestionamientos y críticas hechas a la vicepresidenta de Colombia, Francia Márquez, durante el primer semestre del presente año.
Para sustentar lo anterior, tendré en cuenta 132 notas periodísticas que analicé de la revista Semana Digital. En estas se hacen observaciones, análisis y críticas al desempeño, actuación y decisiones tomadas por la vicepresidenta en su ejercicio público.
Estas noticias fueron publicadas en las redes digitales entre enero y julio del 2023. De lo que se trata aquí es de hacer un análisis descriptivo de los temas cubiertos por la revista para identificar patrones de comportamiento relacionados con el “racismo sin racistas”.
Tengamos en cuenta que uno de los especialistas sobre racismo institucional en los medios, Van Dijk (2007), sostiene que los medios de comunicación tienden a reproducir el racismo a partir de la concentración de sus noticias en ciertos temas, casi siempre estereotipados.
En este sentido, encontré que los temas más abordados por la revista Semana fueron los siguientes:
El uso del helicóptero y de la vivienda en el corregimiento de Dapa con el 28% (37), que fue la cifra más alta, el 15% (20) abordan el tema del viaje a África, el 11% (15) la seguridad personal (incluye 4 noticias relacionadas con la seguridad de un familiar), el 10,6% (14) el viaje a Cuba y sus comentarios sobre el sistema de salud, el 13,6% (18) a temas varios.

Los temas que presentaron una cobertura menor fueron:
Los comentarios hechos sobre la primera línea y la gestión administrativa de la vicepresidenta, ambos con 4,5% (entre estos dos temas se cubrieron 12 notas periodísticas), el Ministerio de la Igualdad con un 3,7% (5), denuncias al racismo hechas por vicepresidenta también con 3,7% (5), acusaciones de racismo de la vicepresidenta con 3% (4) y un 1,5% (2) al tema de la supuesta corrupción de la vicepresidenta por recibir el subsidio de Ingreso Seguro.
Llama la atención que el 59% (78) del total (132) de las notas periodísticas revisadas se podrían calificar de negativas. Son notas periodísticas que cuestionan y critican el desempeño de la vicepresidenta. De hecho, fue difícil encontrar noticias positivas o sin cuestionamientos.
La mayoría fueron temas polémicos y controversiales. Frente a estos resultados surge el interrogante de si hay persecución contra la vicepresidenta, ya que pareciera haber la intención de generar un mal ambiente caracterizado por dudas, cuestionamientos y controversias, o de demostrar una supuesta incapacidad intelectual o técnica para ocupar el cargo.
Una de las estrategias utilizadas para generar este tipo de ambientes negativos es consultar expertos, especialistas o comentaristas que tienen opiniones contrarias (Van Dijk, 2007), en este caso, a la vicepresidenta.
De 132 notas periodísticas, solo el 6,8% (9) fueron notas en las que opinaron personas a favor de la vicepresidenta (Gustavo Bolívar, el presidente Petro, Iván Cepeda, Adriana Lucia, Beto Coral, entre otros), mientras contradictores consultados o citados aparecen con el 59% (78).
Llama la atención que las opiniones de una sola persona, la senadora María Fernanda Cabal, aparece en igual o mayor proporción de quiénes hablan a favor de la vicepresidenta con nueve notas periodísticas.
De lo anterior se desprende que frente a los temas polémicos y controversiales predomine siempre la visión negativa, es decir, la crítica, la duda, y los cuestionamientos por encima de la realidad de los hechos.
Por ejemplo, frente al tema del helicóptero y la vivienda en Dapa predominó el discurso del despilfarro de recursos del Estado, y no las razones que llevaron a la vicepresidenta a hacer uso del helicóptero y cambiarse de domicilio: la seguridad personal.
Incluso, en las notas que cubrieron el tema de la seguridad personal (11%), encontré algunas que cuestionan la veracidad de los atentados contra la vicepresidenta. A lo anterior se suman las críticas al supuesto uso indebido del subsidio de Ingreso Seguro que hacen ver a la vicepresidenta como, además de incapaz, corrupta e incluso criminal si tenemos en cuenta las críticas hechas a Francia Márquez por expresar solidaridad a la primera línea.
Es notoria la poca cobertura dada al tema del racismo aun después de los ataques hechos por ciudadanos a la vicepresidenta (6,7%). Esto evidencia una falta de interés o incredulidad frente al tema, como si viviéramos en un paraíso racial y multicultural.
Sin embargo, fue mucho más notario el hecho que de nueve notas periodísticas, cuatro cubren opiniones que acusan a la vicepresidenta de racista.
En una entrevista, Rita Karanauskas sugiere que la vicepresidenta, al cruzar los pies, refleja que “No quiere hacer empatía y de hecho durante toda la entrevista tiene un sello y es que no quiere ser empática. Las personas que ponen los pies así dicen: ‘Yo me alejo de ti’. Es una forma inconsciente de protegernos”.
En otras palabras, Rita acusa a la vicepresidenta de insegura, agresiva, resentida, y acomplejada. La más evidente fue la crítica del argentino y politólogo Agustín Laje, quien expresó; “ella es racista, la idea de ‘como los blancos lo han hecho, yo ahora como soy negra tengo el mismo derecho a hacer algo malo’. Eso es racismo puro”.
Además, se atrevió a decir que la vicepresidenta es una “mononeuronal”. Es decir, una mujer negra racista bruta que no está preparada para ocupar un cargo tan importante. “Me da la sensación de que no está preparada para ese cargo. Voy a decir algo políticamente incorrecto, a esa señora la han elegido por su color de piel, porque es mujer y porque es pobre”.
Lo cuestionable de esta cobertura dada al tema del supuesto racismo de la vicepresidenta es que no se consulte a expertos de uno de los tantos centros de investigación sobre raza que hay en Colombia.
Pareciera que, a diferencia de otras problemáticas donde hablan voces autorizadas, el tema del racismo lo puede hablar cualquier persona sin tener estudios o experiencia profesional en el tema.
Si consideramos lo anteriormente descrito, la imagen que nos queda de la vicepresidenta es la representación de una mujer negra, popular, racista, incoherente, intelectualmente incapaz para ocupar el cargo de vicepresidenta, resentida, acomplejada, polémica, difícil, oportunista. Una mujer despilfarradora y derrochadora de los recursos del Estado.
Al igual que los casos mencionados al inicio, esta imagen que se reproduce en las notas periodísticas de Semana evitan el uso de términos y discursos raciales, pero generan un ambiente negativo de dudas, polémico y controversia alrededor de la vicepresidenta que se imponen sobre la realidad constitucional del cargo.
Los vicepresidentes en Colombia no tienen un cargo de poder en el que puedan tomar decisiones públicas a menos de que falte el presidente, o que se le asigne un cargo en un ministerio, y este es un rol que, para el caso de la vicepresidenta Francia Márquez, apenas inicia.
Como investigador social del racismo a la colombiana, no me cabe la más mínima duda de que estamos frente a un racismo velado y solapado.
Un racismo que no necesita hacer alusión explicita a cuestiones raciales para afirmar una supuesta incapacidad intelectual, técnica y humana de la vicepresidenta para ocupar el segundo cargo más importante del país, pero que no tiene ningún poder decisorio: la vicepresidencia.
De nuevo, los estereotipos raciales logran imponerse con facilidad sobre la realidad de los hechos.