Este es un espacio de debate que no compromete la opinión de La Silla Vacía ni de sus aliados.
El tiempo es por definición un recurso finito, por lo que comprender cómo se hace su uso es una de las maneras de conocer aspectos centrales de la estructura social y económica de las comunidades.
¿Cuáles son las principales ventajas de las mediciones de uso del tiempo para el análisis del cuidado?
La aplicación de herramientas metodológicas de recolección de información sobre el tiempo brinda la posibilidad de comprender las desigualdades entre hombres y mujeres en el ámbito de los cuidados por cuenta de la división sexual del trabajo y otros arreglos sociales que dan respuesta a las necesidades de cuidados.
El uso de estas herramientas permite estimar el uso del tiempo de una manera más objetiva, lo que también facilita las comparaciones en la manifestación de este fenómeno. A través de las encuestas, se observa la posibilidad de hacer un análisis profundo frente al uso del tiempo dispuesto en cada una de las plataformas y maneras de trabajo sin excepción alguna.
Así, no se excluye a las mal llamadas “actividades de segundo nivel o actividades no principales” como el trabajo doméstico, actividades personales y de cuidado entre otros, lo que permite visibilizar y dimensionar el aporte de las mujeres a la economía y obtener una visión de la economía a través del trabajo total.
En esta línea, las mediciones del uso del tiempo permiten cuantificar y traducir monetariamente el aporte del trabajo no remunerado a la economía para poder realizar análisis comparativos con el aporte del trabajo remunerado y establecer propuestas concretas desde la lógica económica actual.
Esta es la principal ventaja de estas mediciones: permite hacer cuantificaciones puntuales y objetivas del aporte del cuidado, teniendo con ello datos que apoyen el discurso social sobre el cuidado y reconociendo a su vez la importancia de incluirlo como factor determinante para lograr transformaciones sociales.
Así, estas mediciones se convierten en un insumo importante para la sociedad civil que se agencia para la ampliación del ejercicio de sus derechos. Pero también para el Estado, pues le sirven para incorporar cambios estructurales que permitan incluir el cuidado como parte de dichos derechos humanos a garantizar.
Asimismo, estas mediciones deben incorporarse dentro de las planificaciones de mediciones estatales de los sistemas nacionales de encuestas y no como actividades que se realicen de manera puntual o aisladas. Solo así será posible hacer seguimiento y monitoreo de los cambios sociales y culturales respecto a las creencias, imaginarios colectivos, actitudes y estrategias llevadas a cabo por parte de las familias y, en concreto, de las mujeres en los arreglos de cuidados (y el tiempo utilizado en su ejecución).
Esta avalancha de información permite evidenciar las marcadas brechas abiertas en cuanto a las desigualdades de género y la división sexual del trabajo, y constituye una ventaja como punto de partida para la formulación de políticas públicas que incorporen la reivindicación de las actividades que atienden las necesidades de cuidado.
¿Cuáles son las limitaciones de las mediciones del tiempo dedicado al cuidado?
Por un lado, la definición misma de cuidado y, por el otro, las labores de bienestar que no pueden estar enlistadas en una herramienta de medición.
En primer lugar, la medición de los cuidados requiere de consenso en la definición de las tareas de cuidado y de los indicadores comunes para su medición y posible comparación. Por lo tanto, para hacer dicha medición en el tiempo, los indicadores consensuados podrían limitar la medición de aquellos componentes propios de la transformación que tienen los cuidados en un contexto.
Desde el debate abierto sobre el alcance de las tareas de cuidados, y posicionándonos en la concepción amplia de la definición, el cuidado implica una diversidad de actividades que dificultan su medición y análisis. Desde esta misma óptica, la capacidad de sincronía y simultaneidad de las distintas actividades dificultan su capacidad de análisis por separado y, por tanto, su cuantificación a través de la medida tiempo.
En segundo lugar, con base en las dimensiones que engloban los cuidados, se encuentran dificultades a la hora de medir aspectos como la dimensión afectiva, el nivel de responsabilidad o el tipo de vínculo, ya que no son aspectos cuantificables.
El propio modelo economicista y su conceptualización del tiempo dota a las herramientas de análisis de la posibilidad de captar la dimensión cuantitativa del uso del tiempo, pero no habilita a conocer otros aspectos cualitativos relacionados con el bienestar. Por lo tanto, la medición es importante, pero es necesario tener en cuenta el contexto y por lo tanto metodologías cualitativas que permitan recolectar la demás información y agenciar otros factores internos del cuidado en los diferentes momentos de análisis.
Por último, otro aspecto que complejizan la medición es el hecho de que las tareas de cuidados formen parte de la categoría “trabajo doméstico” y que las últimas frente a las primeras sean socialmente consideradas menos gratificantes y más sistemáticas y por tanto más fácilmente cuantificables. Esto resulta en una dificultad para que se visibilicen en las encuestas de uso del tiempo. Este último punto está vinculado a las representaciones sociales del cuidado y condicionan las mediciones desde el nivel de conciencia individual, social e institucional.
Si realizamos un zambullón en los dos planteamientos (patriarcado del salario – uso del tiempo) encontramos que ambas posturas constituyen una plataforma de cohesión y coerción a la “otredad” (mujeres), es decir, recrea unos regímenes de jerarquías que las margina y acorrala en las labores domésticas y de cuidados otorgados por la estructura patriarcal quien es custodiada por un andamiaje machista que juzga, vigila y supervisa en sus contextos los quehaceres de este sector social.
Sin embargo, estas también muestran puntos de encuentros en la forma tan perversa como desconocen e invisibilizan las capacidades que regentan el género femenino en las diferentes esferas de la vida. Esto traza una marcada asimetría en la división sexual del trabajo, como también unas notables diferencias en las cifras de los honorarios, las desigualdades sociales y la dedicación en tiempos. Algo que fácilmente se puede tipificar como representaciones de explotación en la era de postesclavización sobre el cuerpo de la mujer.
“El cuidado no es una tarea medible cuantitativamente”
Dejando de lado la pregunta de si los métodos o unidades de medidas aplicadas al proceso de encuestas del uso del tiempo muestran la realidad o no en actividades remuneradas, no remuneradas y actividades personales, considero que, en el caso particular de las actividades intrínsecas al cuidado y de labores domésticas hay muchos otros quehaceres y tiempos que se escabullen en las sendas cuantitativas; es decir, que las cuales no se reconocen al momento de aplicar la herramienta de recolección de datos para identificar el desempeño del uso del tiempo en las actividades en mención.
Esto, porque no se tiene en cuenta aquellas prácticas que pueden verse desde otras esferas como la cualitativa y descriptiva, si se quiere, como las estrategias, gestión y vigilia del cuidado que no alcanzan a ser categorizadas como actividades principales o de ejecución pero que implican una postura y mirada disciplinar, interdisciplinar y transdisciplinar en clave de la prestación de un buen cuidado y cuidado de calidad, como también sobre las características del cuidado.
“Medir el cuidado desde un tiempo cronológico no rescata las riquezas que poseen lxs cuidadorxs”
Para el caso particular de Colombia, las políticas de cuidado existentes adjudicadas a instituciones del Estado-nación; su desempeño en horas es mínima en comparación a los cuidados familiares.
Por ejemplo, el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar en su estrategia de hogares comunitarios presta servicio de cuidado 30 horas semanales (en días hábiles), pero en dicho tiempo suceden cosas muy interesantes que estas mujeres que ejercen el cuidado en las instalaciones de su vivienda familiar y adoptan en el ejercicio patrones de crianzas en buenos valores.
Lo anterior, lo expongo desde las vivencias y experiencias como un egresado de la guardería u hogares comunitarios y como padre de niñxs que también pasaron por esta estrategia.