Este es un espacio de debate que no compromete la opinión de La Silla Vacía ni de sus aliados.
Traigo a colación este limpiador que, según una mente delirante, ayuda a eliminar el contagio que supone la presencia de las personas negras.

No se trata de impulsar la venta de un detergente, aunque “Fabuloso” es un conocido desinfectante usado por millares de personas en Colombia para higienizar el hogar. Queridos lectores y lectoras, no es el caso.
En esta oportunidad lo traigo a colación como el limpiador que, según una mente delirante, ayuda a eliminar el contagio que supone la presencia de las personas negras que al parecer continúan estorbando a aquellos ciudadanos que se piensan arios o sin máculas raciales.
El caso sucedió hace poco, en diciembre del año pasado, cuando fui invitada a una sesión de socialización del Estatuto docente etnoeducador, que reglamentará el ingreso de los próximos docentes etnos al sistema educativo. Algunos líderes del espacio de concertación nacional convinieron hacer eventos para difundir esta propuesta reglamentaria. Allí, en un espacio de comunidades negras, un joven negro que reside en el departamento de Casanare contó la siguiente anécdota.
Un día estaba en la iglesia, en la parte de atrás del templo, y unas señoras estaban al lado haciendo gestos que denotaban su disgusto. El no prestó mayor atención porque no estaba haciendo nada malo y ni siquiera conocía a las mujeres.
Pasado un momento, una de las señoras salió del sitio y entró a una tienda que daba al frente de la iglesia. Para sorpresa de nuestro hermano, la señora regresó a regarle limpiador “Fabuloso” al chico, lanzando comentarios racistas al joven, gesticulando asco. Dando a entender que olía feo y había que desinfectar el espacio.
El joven no salía de su estupor. No logró más que tomar distancia de la señora, se le salieron las lágrimas porque no entendía cómo llegó esa persona a ese estado de racismo en una situación tan cotidiana como ir a una iglesia a pedirle a Dios por la humanidad, y al mismo tiempo terminar insultando a un joven por su color de piel. ¿Incomprensible verdad?
La pregunta de obligatoria enunciación es ¿qué impulsó a esta señora a rociar limpiador a un chico que jamás había visto en su vida, que estaba vestido para una misa normal y cuando no había ninguna seña que implicara amenaza de contagio para la integridad de la mujer?. Probablemente en el delirio de esta persona requiera no sólo desinfectarse a si misma, sino reconocer el tamaño de su propia descomposición.
Este caso no es solamente una agresión física en estricto sentido. No hay duda de la violencia psicológica a la que fue expuesto el jovencito del relato. Su llanto es prueba fehaciente de ese dolor que nadie en Colombia está dispuesto a admitir pero que igualmente sabemos que está presente en el diario vivir de las personas negras.
Una vez más la afectación psicológica sigue sin respuestas a las victimas de racismo y los pocos espacios que se han ganado para denunciar este tipo de violencia son copados por personas a quienes que no les interesa comprender la dimensión de este flagelo.
El joven que compartió este relato quedó tan dolido que al contar el suceso volvía a compungirse, se le quebraba la voz. Se le aguaban los ojos al recordar ese evento debido a su color de piel.
En el evento en que estábamos, la anécdota sirvió para que otras personas empezaran a contar sobre su llegada a la Orinoquía y las situaciones acontecidas debido a su color de piel. Aunque admitieron también que gracias al papel de algunas organizaciones y personas las cosas se han ido transformando poco a poco en esa región de los llanos orientales.
Escuchando este caso vinieron a mi mente las primeras imágenes con las cuales construí mi tesis de maestría; las ilustraciones de las comunidades negras en los textos escolares para enseñar historia (2006).
Recordé que la investigación me condujo al nacimiento de la poderosa industria del aseo, la cual debe a las personas negras mucho de su poderío. Durante siglos circularon imágenes de la industria del aseo, cuyo eslogan de campaña publicitaria hacia gala de la limpieza de la negritud para un producto higiénico efectivo. Abajo un par de imágenes. Recordar es tomar posición ante los hechos del pasado que atormentan el presente.

Seguramente los lectores y lectoras aún tienen presente otro comercial que circuló recientemente en redes sociales en el que una persona asiática echa en la lavadora a una persona negra y esta, después del ciclo de lavado, sale blanca.
Considero que el repudio social a esta serie de narrativas va en aumento y produce réditos importantes en la lucha antirracista. Otras manifestaciones como las marchas, los plantones y demás estrategias de presión son necesarias para generar un ambiente de cambio en la sociedad racializada.
Y, por supuesto, no se puede dejar de expresar la necesidad de que el Estado responda a las garantías de protección que Colombia ha firmado tanto a nivel nacional como internacional contra el racismo. La institucionalidad no puede seguir siendo ajena a la protección de la ciudadanía ante la discriminación racial que afecta a las comunidades negras.
Por ahora, un reconocimiento a los héroes y heroínas que día a día y de forma pacífica agencian una cantidad de vulneraciones que bien daría razones para colapsar a este país racista.