Este es un espacio de debate que no compromete la opinión de La Silla Vacía ni de sus aliados.
En 1861, Frederick Douglass –un destacado pensador afroamericano del siglo XIX y abolicionista– pronunció una conferencia titulada “Pictures and Progress” sobre la importancia de las representaciones visuales para la imaginación histórica.
En su discurso, Douglass reflexionaba sobre el poder transformador de las imágenes, resaltando su capacidad para influir en las opiniones públicas, así como en la formación de los prejuicios y exclusiones raciales.
En plena guerra de secesión, formulaba un argumento que hoy en día parece visionario: más allá del enfrentamiento armado, las imágenes jugarían un papel fundamental en permitir a los Estados Unidos construir una nueva manera de entenderse a sí mismos. En ciertas formas, en la pelea sobre la cuestión racial y la esclavización, las imágenes podrían volverse armas aún más potentes que los fusiles.
Más de un siglo y medio después, Sarah Lewis, otra intelectual afroamericana y profesora de Harvard, ha retomado la discusión sobre las complejas intrincaciones entre imágenes, formas de racialización y justicia social, encontrando en el discurso de Douglass una potente inspiración conceptual.
Desde su trabajo como historiadora del arte y curadora, Lewis insiste en la necesidad de superar la visión del arte como un “lujo” (o como una apuesta puramente estética) para entender, adicionalmente, su dimensión profundamente política.
Según Lewis, las representaciones visuales tienen un poder asombroso tanto para construir como para desconstruir nuestros imaginarios. Por lo general, las múltiples representaciones que nos rodean (incluyendo pinturas, vídeos y fotografías, pero también esculturas y monumentos) tienden a encerrar nuestras maneras de entender el mundo en algo acostumbrado.
Sin embargo, bajo ciertas condiciones, las imágenes pueden ayudarnos a romper con nuestros supuestos, invitándonos, incluso, a cuestionar la estructura misma del universo que nos rodea. Son precisamente estos casos – cuando las imágenes logran alterar nuestras actitudes y percepciones de la historia y del orden social – que interesan de manera central a Lewis.
Contrario a la intuición según la cual los textos escritos y los debates “racionales” constituirían el motor del cambio en las sociedades, Lewis piensa que no se debe menospreciar el poder transformador del arte y de las representaciones visuales.
En ocasiones, nos dice Lewis, las imágenes pueden tener un impacto y una eficacia mucho mayores a los de cualquier otro medio para ayudarnos a ver el mundo “con nuevos ojos”.
El proyecto de Lewis se titula Vision & Justice precisamente porque quiere poner sobre la mesa el asunto de la “justicia representacional”. Todo el mundo aceptaría que el derecho a la representación – el derecho a ser reconocido justamente – constituye un asunto fundamental (y fundacional) para el buen funcionamiento de las sociedades democráticas.
Es evidente, sin embargo, que este derecho – que se encuentra inextricablemente ligado a las formas de representación visual en el ámbito público – no se ha cumplido de la misma manera para todos los grupos sociales (pensados en clave interseccional: clase, raza, género, etc.). En este contexto, las luchas por el reconocimiento deben ser entendidas siempre – por lo menos en parte – como luchas por la representación.
Quisiéramos vincular estas discusiones con un proyecto de investigación que estamos realizando acerca de la historia de la Universidad del Rosario. El proyecto – que se titula “La esclavización (y otras formas de opresión racial) en la historia de la Universidad del Rosario” – se ha centrado en la reconstrucción de una dimensión compleja y dolorosa del pasado de la institución, gracias a una exploración minuciosa de los archivos disponibles.
Además, el proyecto ha incluido varias iniciativas “memoriales”, una de las cuales tiene un fuerte componente visual. Se trata de la construcción – con el apoyo de un programa de inteligencia artificial – de once “retratos imaginados”, que evocan las historias de hombres, mujeres, niños y niñas de origen o ascendencia africana, esclavizados, que tuvieron un vínculo con el pasado de la universidad.
La realización de estas imágenes – que serán expuestas en el teatrino del Claustro hasta junio 2023 – nos ha parecido un ejercicio importante, precisamente por un asunto de “justicia representacional”.
Las colecciones del Museo de la Universidad del Rosario (Muro) contienen muchos cuadros, la gran mayoría de los cuales son retratos individuales. Si estas imágenes evidencian la larga historia de la institución – que celebra sus 370 años en 2023 – reflejan poco la diversidad poblacional del país.
Impacta, por ejemplo, que ninguno de los cuadros expuestos en los muros de la universidad represente en primer plano a una persona afrodescendiente o indígena. Durante mucho tiempo, y hasta el día de hoy, las únicas personas que han sido resaltadas y celebradas por la institución – a través de estos retratos – pertenecían a los sectores más pudientes y poderosos de la sociedad.
El “aula máxima” – el salón donde se realizan la mayoría de los actos ceremoniales o protocolarios de la institución – es probablemente uno de los lugares más emblemáticos dentro de este paisaje universitario.
Ahora bien, cuando observamos sus paredes, un mensaje evidente es que somos una institución conectada con la historia del país. Pero, otro mensaje, casi tan evidente como el primero, es que esta historia solo la hicieron poderosos hombres blancos criollos.
De manera general, todas las formas de adorno que se encuentran en el entorno universitario y que se han vuelto parte de nuestros “paisajes” (las placas conmemorativas, las imágenes, las representaciones, las pinturas, etc.) mandan “mensajes” a nuestra comunidad académica (los directivos, profesores, estudiantes, personales administrativos, etc.) pero también al público exterior.
Estos mensajes hablan – implícita o explícitamente – sobre quiénes creemos que somos, pero también sobre cómo pensamos que deberíamos ser. Ahora bien, como en el caso de muchas instituciones que tienen un origen colonial, debemos reconocer que la “cultura visual” que ha caracterizado la universidad hasta ahora ha mandado mensajes “excluyentes”.
Es evidente, por ejemplo, que sus narrativas implícitas han tendido a asociar sistemáticamente la “excelencia” a un grupo social restringido, dejando por fuera grandes sectores de la población, por razón de género, raza o clase: las mujeres, los grupos afrodescendientes o indígenas, las clases populares, etc.
La Universidad del Rosario, sin embargo, ha dejado de exigir “limpieza de sangre” hace muchos años: los hombres blancos criollos de las clases altas ya no son los únicos que pueden acceder a ella.
De hecho, como muchas instituciones de educación superior en el mundo entero, la Universidad ha entendido que, en pleno siglo XXI, la defensa de la diversidad no constituía solamente un imperativo moral, sino una condición necesaria para aspirar a la excelencia.
Durante siglos, las instituciones educativas de élite fueron construidas sobre un modelo que asociaba “calidad social” y “calidad académica”: las mejores escuelas solo se podían construir con los jóvenes varones de las clases más privilegiadas.
Este postulado, sin embargo, ha sido radicalmente criticado: lejos de constituir una virtud, la falta de diversidad – entendida desde el género, la clase o la raza – se interpreta hoy como una limitación para instituciones que pretenden contribuir a la construcción del conocimiento.
En línea con estos cambios, la Universidad ha realizado importantes iniciativas para transformarse en una institución inclusiva: no solamente a través de programas de becas, sino también con la creación de diversos centros dedicados a la celebración y a la promoción de la diversidad (Plurales, UR intercultural, etc.).
La exposición “Retratos imaginados” debe entenderse en este contexto. Podemos resaltar aquí dos intenciones principales. La primera se relaciona con el presente y con la necesidad de celebrar la diversidad étnico-racial en los espacios públicos de la Universidad: así sea de manera incipiente, los retratos pueden ayudar a que nuestro entorno sea un mejor reflejo del mundo plural que la Universidad pretende encarnar.
La segunda – quizá la más importante – tiene que ver con el pasado y con la necesidad de contrarrestar la invisibilidad de las personas afrodescendientes e indígenas en nuestra historia oficial para reivindicar su presencia y su relevancia.
Uno de los hallazgos centrales de nuestra investigación ha sido demostrar cómo las historias de opresión racial habían permanecido, hasta ahora, “ocultas a plena vista”: aunque no lo hemos querido reconocer, existe, en nuestro archivo histórico, una abundancia de evidencias definitivas para mostrar que las personas afrodescendientes e indígenas no han tenido un lugar periférico en el pasado de la Universidad del Rosario, sino central.
Basta con abrir las páginas iniciales de nuestras Constituciones – el primer punto es el de “las Haciendas” – para entender que la esclavización y la encomienda constituyen asuntos fundacionales de nuestra historia.
Sabemos que el camino será largo para deshacer los imaginarios que han conducido a naturalizar, en el ambiente universitario, las ausencias afrodescendientes e indígenas. Esperemos que estos 11 retratos sean una primera invitación para cuestionar algunos de nuestros supuestos sobre quienes cuentan en la sociedad, tanto en el pasado como en el presente.
Como lo hemos resaltado al inicio de este texto, las imágenes pueden, en ocasión, tener un impacto más fuerte que los escritos: esperemos que estas logren trasmitir, tanto desde las emociones como desde los argumentos y el pensamiento racional, un sentido diferente de lo que ha sido la historia de nuestra institución (y, de manera general, del país).
Les invitamos a visitar la exposición “Retratos imaginados – Vidas afrodescendientes en el pasado rosarista” en el teatrino de la Universidad.
Curaduría: Bastien Bosa, Diana Carolina Angulo, Ingrid Frederick
Proyecto de Investigación “La esclavización (y otras formas de opresión racial) en la historia de la Universidad del Rosario: procesos archivísticos y memoriales”.
Museo de la Universidad del Rosario (Muro)
El proyecto ha sido financiado por la Dirección de Investigación e Innovación y el Archivo Histórico de la Universidad del Rosario.
En el año 2022, la Universidad del Rosario fue la primera Universidad latinoamericana en asociarse al Universities Studying Slavery (Universidades que estudian la esclavitud), un consorcio auspiciado por la University of Virginia.
