Este es un espacio de debate que no compromete la opinión de La Silla Vacía ni de sus aliados.
Uno de los empresarios admirados del país por su visión y ejemplo desde el sector privado, con enfoque a la responsabilidad social. Carlos Raúl Yepes, jurado del premio Mejores Líderes de Colombia y presidente de Bancolombia es #TrendingLíder360º de esta semana.





Entorno del líder
Todo liderazgo surge de unas influencias en la vida: personales, intelectuales, vivenciales, de todo tipo. ¿Cuáles diría usted que son esas influencias que han determinado su estilo y sus motivaciones de liderazgo?
Mi proceso de formación con los jesuitas, que me dio una vocación, una sensibilidad especial por lo social, por la dignidad del otro y por el espíritu de servicio. Lo tengo muy claro.
Las mayores influencias han venido de mi formación y mi familia. Mi papá era director del Conservatorio de la Universidad de Antioquia, era músico, una persona muy espiritual. Vivíamos muy bueno. Viví muy bueno en la casa con mi papá, mi mamá y cinco hermanos.
La confianza en sí mismo es fundamental para el liderazgo. ¿De dónde proviene su confianza en sí mismo?
Primero, de entender qué es confianza. En la vida no hay nada entre seres humanos que produzca resultados positivos que no esté precedido de confianza, y a mayor confianza, mejores son los resultados.
Más que autoconfianza es reconocerse a uno mismo con humildad, saber que todos los días se puede aprender, que en cada contacto con otra persona uno se enriquece. Saber hablar y saber escuchar son dos cosas que parecen obvias, pero son muy difíciles.
Pienso que de ahí viene la confianza, de ser capaz de escuchar, y todos los días procuro saber hablar.
Las adversidades ayudan a formar el carácter y la personalidad del líder. ¿Qué adversidades ha tenido que superar?
Indiscutiblemente, mis enfermedades. Todo eso lo pone a uno al límite. Se aprende a apreciar lo simple, a disfrutar las cosas sencillas de la vida.
Trato que las cosas no sean automáticas, sino mecánicas. Por ejemplo comer, o cuando voy caminando ser consciente del acto de caminar y poder ver a mi alrededor; cuando estoy compartiendo con alguien siempre esperar lo mejor porque estoy aprendiendo.
Estar al lado de la muerte en tres oportunidades me ha ayudado a ver la vida diferente y a querer mucho a la gente.
¿Cuál es el origen regional de su familia?
Antioquia por punta y punta.
¿Cuáles fueron sus primeros rasgos, actos, o insinuaciones de liderazgo?
Desde el colegio. Era un organizador de todo, organizaba el festival de coros y conjuntos, era del concejo estudiantil, lo mismo me pasó en la universidad.
Después, en mi vida laboral, siempre he sentido que soy confiable para mis compañeros de trabajo y he sido un buen consejero y buen amigo de mis colegas y compañeros. Eso me ha ayudado muchísimo.
¿Cuáles habilidades han facilitado su liderazgo?
La comunicación. Soy muy cuidadoso del lenguaje, de la comunicación. Mi papá contaba que Beethoven decía que tocar piano era muy fácil, simplemente era tocar la tecla correcta en el momento correcto. Lo mismo me pasa en esto. Es saberse comunicar, y cuando uno tiene claras sus ideas y tiene un mensaje lo expresa, se asegura que sea entendido y que sea ejecutado. No solamente se encarga de decir las cosas, sino de asegurarse que sean entendidas.
Por supuesto todo esto construye un lenguaje común, como lo hemos hecho en Bancolombia. Aquí a una persona le preguntan qué es calidez, cercanía, respeto, inclusión, coherencia e integridad y sabe qué es eso, porque es nuestro lenguaje.
¿Considera que maneja bien las emociones y la inteligencia emocional?
Sí, y cada día me esfuerzo por hacerlo más.
Cuando uno está en un cargo cómo estos, está muy expuesto, no tiene derecho a decir bobadas y a equivocarse, pero uno sabe que es un ser humano, que puede cometer errores. Yo nunca salgo a la escena, nunca estoy al frente de personas sin prepararme, cuando estoy al frente siempre me repito una frase que aprendí de don Alberto Araujo, “que nada perturbe mi calma”.
Tengo un buen autocontrol y por supuesto es una de las cosas que más me importan. En la organización a veces sé que los sistemas pueden fallar, que a veces no hacemos buenos negocios, pero lo que no permito es un maltrato, un grito, nada de eso. Para mí tienen más valor esas cosas que lo demás.

Visión de liderazgo
¿A qué personas de la vida pública les reconoce usted liderazgo? Y mirando hacia atrás, pensando en líderes colombianos ¿cuál le atrae?
Me han llamado mucho la atención Jorge Eliécer Gaitán, Álvaro Gómez y Nicanor Restrepo, con quien me entiendo mucho por los temas de paz, colectividad y desarrollo social.
Sinceramente, en este momento en Colombia tenemos una gran crisis de liderazgo y eso me preocupa mucho. Yo me pregunto dónde está ese líder en el país que uno admira, que quiere seguir, que lo inspira, que lo ve como una persona íntegra, con un propósito transparente, que tenga pureza de intención. Es escaso.
Una visión de liderazgo tiene un diagnóstico de la situación a intervenir, una meta hacía a dónde ir y una fórmula para lograrlo. ¿Cuáles diría usted que son su diagnóstico, fórmula y meta?
De Ignacio de Loyola he aprendido muchas cosas, no me acuesto sin hacer algo que hacen los jesuitas y es el examen general. Todos los días antes de acostarme pienso qué hice bien, qué pude haber hecho mejor, dónde me equivoqué, es una reflexión permanente. Hago también otra cosa, pararme a pensar. Muchas veces lo que convencionalmente se llama un monólogo, es tal vez el más bonito de los diálogos, que es con uno mismo. Hacerse las preguntas correctas.
Cuando entré a Bancolombia me preguntaba qué era lo que más me molestaba del sistema financiero. Me di cuenta que el sistema financiero era arrogante, lejano, excluyente, frío. De ahí nacieron nuestros atributos del relacionamiento: calidez, cercanía, respeto, inclusión. Y nace la banca más humana, que no es nada diferente a establecer relaciones a largo plazo, basadas en el respeto y en la confianza, esos son nuestros dos pilares.
Muchas veces lo que menos hacemos los seres humanos es ser humanos, cuando empecé a hablar de una banca más humana me di cuenta que no había que humanizar la banca, sino la sociedad.
Por eso empecé a hablar de una transformación trascendente. De uno como persona, de nuestra organización empresarial, pero que a veces son insuficientes y no se proyectan hacia la sociedad. Ahí es donde pienso en algo que me sucedió con el profesor Jay Rao, que es el director de tecnología e innovación del Babson College, cuando me conoció me dijo “ustedes en Bancolombia están haciendo algo que es lo que nosotros buscamos desde la academia, están haciendo evidente la economía de la empatía”.
¿Cómo conectamos a las empresas con la sociedad? En Bancolombia tenemos esa fuerza interior, ese criterio. Hoy por hoy, 53.000 empleados tenemos un propósito común que nos inspira, a Bancolombia no sólo venimos a trabajar, sino a vivir y procuramos vivir bien.
¿Cuál es el ejemplo que usted le da a sus seguidores? Y ¿cómo encarna con su ejemplo los valores de su visión?
Cuando fui designado Presidente de Bancolombia el 28 de noviembre, un viernes, el domingo anterior estuve almorzando al frente de mi casa con mi señora y mis hijos. Mi hijo me hizo una pregunta, “papi, si a ti te va mal ¿qué nos va a pasar?” ese fue el tema de conversación en el almuerzo.
La verdad es que “mal” en la vida, es que a mi me digan que no soy un hombre íntegro, las demás cosas las acepto y convivo con ellas. “Es que usted ha sido mal presidente, usted pudo haber hecho, usted pudo haber sido mejor, pudo haber dado más utilidades…” eso lo da la tierrita, si no estuviera yo, habría otro presidente muy bueno, pero con lo que no sería capaz de convivir es que a mí, frente a mis hijos, mis amigos, al banco, a la sociedad, me dijeran “usted no es un hombre íntegro”.
Por lo cual siempre procuro, así sea en los pequeños detalles, ser un hombre íntegro, siempre. Todo cuenta, ese es un principio ético.
Esta organización me está dando la oportunidad de trabajar, está poniendo en mis manos sus recursos. Yo cuido absolutamente todo, porque si uno quiere liderar e influir en los demás, y todos tenemos la capacidad de hacerlo, tiene que hacerlo con el ejemplo. Y el ejemplo demanda -tal vez, uno de los atributos más importantes para mí en la vida- la coherencia. No puedo hablar de la banca más humana, ni contar esas cosas bonitas si saliera de la oficina y tratara mal a la secretaria, a lo conductores, si inventara negocios propios, si aprovechara el puesto para cualquier cosa.
¿Cuáles son sus principales resultados en materia de liderazgo?
Extraordinarios. Cuando en el banco vine a proponer la banca más humana, tenía muchos temores, estaba corriendo un riesgo muy grande. En la sociedad si hay algo más inhumano, es un banco, ¿yo por qué iba a decir que no? Tenía que demostrar que sí era posible hacer una banca más humana y hacerlo con el ejemplo, sino yo iba a ser el primer crucificado.
Lo que pensamos es que la obligación de ser rentable no ha cambiado, lo que cambió fue el concepto de rentabilidad. ¿Qué es un buen negocio? Si las empresas nos preguntáramos eso, hoy por hoy, no podríamos responder qué da plata, ni qué genera utilidades. Nosotros lo que buscamos es generar valor compartido para la sociedad en la que estamos, para hacer esta una empresa perdurable.
Más que un concepto de sostenibilidad, es un concepto de perdurabilidad, que las cosas buenas que nosotros hagamos sigan en el futuro. Bancolombia hoy tiene 140 años de haber sido fundada, 20 años de haber llegado a la Bolsa de Valores de Nueva York. Nuestro desempeño financiero es muy bueno, eso es lo que yo esperaba, que desde lo cualitativo, los resultados cuantitativos fueran mejores.
Hace muchos años leí sobre Natura, la compañía de cosméticos brasilera, una frase de los dueños que me dejó marcado “aquí no se trata de ver cómo se reparten las utilidades, sino cómo se obtienen”. Nosotros por supuesto creamos utilidades, por supuesto somos rentables, pero nos preocupamos por cómo lo obtenemos. Y lo obtenemos en la forma en la que respetamos, damos confianza y nos conectamos con la sociedad. Eso para nosotros es lo más importante.
Hay una cosa que llama la atención, somos un banco, con lo que genera de hostilidad un banco en la sociedad. El barómetro de confianza del año pasado dice, que en lo que menos cree la sociedad es en los bancos y en los abogados, yo soy las dos cosas.
Hoy por hoy, Bancolombia es la empresa privada del país con mayor reputación. Somos la empresa privada más deseada para trabajar y donde los jóvenes quisieran tener su primera experiencia laboral, y somos un banco. Eso a mí me da a entender, que nuestros resultados cualitativos se están alcanzando y que si nos paramos y jugamos bien en la cancha, los resultados económicos van a ser superiores, como está pasando.
Hablemos de la cultura de liderazgo en el país. ¿Usted cómo describiría la cultura de liderazgo del país?
Con toda sinceridad, veo que el liderazgo se está diluyendo.
Tenemos que seguir trabajando la sociedad para entender el verdadero liderazgo, tenemos que hacer escogencias éticas, tenemos que seguir procurando darle valor a la sociedad y pensar más en las causas colectivas y en el interés general. Somos una sociedad que se acostumbró a mentir, una sociedad que es tramposa, es egoísta y, además indiferente.
Una de las frases más bonitas del libro “Una fuerza para el bien” de Daniel Góleman, que me impactó profundamente y se conectó con lo que pienso, es “la invisibilidad de la injusticia social causa indiferencia”. Esta sociedad se dedicó a ignorar lo injusto, por eso somos indolentes, insensibles, todo es problema de los demás, es el gobierno el culpable, pero no pensamos en nosotros, en nuestro metro cuadrado, donde nos desempeñamos, donde trabajamos, donde actuamos. Si ese metro cuadrado lo cuidamos, la sumatoria tendría que ser muy positiva.
Hoy por hoy, con tristeza y lamentándolo, digo que hemos retrocedido en calidad moral.
Dentro de 20 años unos historiadores deciden estudiar este momento de la vida del país, a través de cinco líderes emblemáticos. ¿Qué cinco líderes escogería usted para estudiar?
Partiendo de este momento, es indiscutible que habría que hablar del presidente Santos, del presidente Uribe.
Hay tres temas colectivos en los que creo profundamente. El primero, creo en las buenas fundaciones que hacen una labor callada, que copan los espacios donde no ha llegado el Estado, que trabajan con las uñas, pero todo es fruto de sus convicciones y de creer en una sociedad mejor. Hay fundaciones espectaculares.
Segundo, el empresariado serio y responsable, hay muchos. El empresariado en el país ha logrado pasar momentos muy difíciles y ahí está, es un gran empresariado. Finalmente, el que más nos une en este momento, el deporte. En 20 años yo diría ¿qué pasó con el deporte colombiano que nos une tanto? Y no es sólo la Selección Colombia, que es de todo mi afecto, sino que aparecen personas como Jossimar Calvo, Nairo Quintana y Rigoberto Urán, Mariana Pajón, los muchachos del automovilismo Tunjo y Chávez, Katherine Ibargüen. Eso es muy bonito. En este momento en el país, lo que más nos une es el fútbol. Lo que más nos une es la Selección Colombia. Miren lo que pasa cuando juega la Selección, todos somos amarillos, todos somos patriotas. Me inspira mucho la disciplina y la responsabilidad de los deportistas hoy, que están proyectando una imagen diferente y que logran unir a la sociedad, lo que no hacen otros actores importantes de la sociedad.
¿Cuál cree que es el papel del empresariado en el proceso de paz y en un eventual posconflicto?
Es poderoso, es infinito. Hay que cambiar de mentalidad. Ha sido débil, se requiere de mayor activismo, mayor compromiso, no solamente dar empleo y pagar impuestos. Es concebir a la empresa no solamente como un actor económico, sino también como un actor de la sociedad, ser un actor activo de la sociedad, proponer ideas.
En Bancolombia hace dos años definimos la agenda de aporte para la paz. A mí la palabra posconflicto no me gusta, porque es como si estuviéramos esperando que hubiera un acuerdo en La Habana para empezar a tener un agenda por el país. Desde ya, con el liderazgo del empresariado y de otros actores importantes de la sociedad cómo los medios de comunicación, la clase política y los líderes de opinión, tenemos que construir lo que decía Álvaro Gómez, un acuerdo sobre lo fundamental. No creo que todo sean desacuerdos, como sociedad hay muchas cosas que nos unen, tenemos que identificarlas y trabajar con ellas.
Ahí el empresariado puede hacer muchos aportes, es motor de crecimiento, está en todos los sectores de la economía, tiene que generar valor para todos. En Bancolombia, nuestra agenda tiene más de 80 iniciativas en pro de la paz. Personalmente, estoy absolutamente comprometido más que con la paz, con un proceso de reconciliación.
En el país nos acostumbramos a gritar, a pelear, a insultar, pero nos olvidamos de aportar, ¿qué puedo hacer yo por la paz?
Un poco a la manera de Nicanor Restrepo, usted ha sido un abanderado de la paz en medio del empresariado antioqueño que es un poco más escéptico. ¿Eso le ha generado dificultades?
No, ninguna. Por el contrario lo que he recibido es apoyo, porque esto no se trata ni de partidos, ni de apoyar a Uribe o a Santos, sino de creer en un proceso de transformación social, que es lo que está ocurriendo. Al final, lo que estamos escogiendo es un nuevo modelo de sociedad y lo que va a pasar es que todos somos reinsertados.
Creo en la reconciliación, pero para que haya reconciliación tiene que haber perdón, y para que haya perdón tiene que haber arrepentimiento. Esta sociedad tiene que hacer un alto en el camino y serenarse, calmarse y no desaprovechar un momento histórico para redefinirse y transformarse.
La percepción de los ciudadanos es que la empresa privada en general, con excepciones claro, ejerce poco liderazgo público en el país. ¿Qué opina de eso?
Es cierto, es culpa del empresariado, pero no se puede generalizar. Yo conozco un empresariado serio, comprometido, que tiene sus causas sociales no como un tema de fundaciones, sino como parte estratégica esencial de lo que hacen.
Sí, se requiere un mayor activismo y compromiso, una mayor unión con lo público. El caso de Medellín ha sido muy afortunado en los últimos años y se ve el progreso de la ciudad, porque en las iniciativas ciudadanas siempre está presente lo privado, lo público y la academia. Yo voy a un evento y voy con el Alcalde y un rector de una universidad, el rector va con el Alcalde y con un empresario, el Alcalde va a inaugurar algo y va con un empresario y un académico. Esa diversidad e inclusión nos ha permitido tener una agenda común.
Cuando Medellín fue reconocida como la ciudad más innovadora del mundo nos pusimos felices, sin embargo, Monseñor Ricardo Tobón, el arzobispo de Medellín, dijo “yo comparto la alegría y no me quiero tirar la fiesta, pero esta ciudad tiene unos problemas”. El Alcalde en vez de defenderse y criticar a Monseñor por dañar la fiesta, lo que hizo fue invitarlo junto con un grupo de personas de la fuerza pública, los medios de comunicación, el empresariado público y privado para que pensáramos cuál era la problemática real de Medellín. Nos dimos cuenta que era un problema cultural, la cultura de lo fácil, del paisa mentiroso.
Era un acto de reflexión y construcción muy importante, de ahí nació un proyecto que se llama Vida Plena 2025. Nos vamos a enfocar en la transformación de la cultura, porque esas son las raíces para todo. El mejor ejemplo de cultura lo vemos en la cultura metro, ¿por qué una persona en la calle se maneja mal y cuando pasa el torniquete del metro se transforma y es capaz de bajarle el volumen al radio, de ceder el puesto, de no rayar el metro? Eso quiere decir que sí se puede, y así lo vamos a hacer ahora con cultura tranvía y lo he propuesto para cultura estadio.
Es la ilusión que desde lo cultural logremos transformar.
¿En qué cree que se diferencia el empresariado paisa del resto, en materia de liderazgo público?
En el compromiso y respeto por lo público y en la capacidad de trabajar juntos. Así a secas, ha sido lograr la alianza entre empresa, Estado y academia. Esos tres actores con una agenda común, sin agendas paralelas, buscando el bienestar de la sociedad.
El regionalismo, como el paisa, ¿le parece positivo o negativo para el desarrollo democrático del país?
Me parece muy positivo, lo que pasa es que no podemos hablar de regionalismo de manera peyorativa, o decir que los paisas no creen en cosas, que son sólo ellos.
Yo entiendo el regionalismo como el amor por el lugar donde se vive, y eso es diferente. Hay una característica del paisa muy importante, positiva, y es el arraigo por la tierra y por su familia. Nosotros también sabemos qué hacemos mal.
¿Cómo se percibe desde el empresariado paisa a un gobierno tan marcadamente bogotano como el actual?
Eso es un sofisma. Es más una consecuencia de la polarización política.
A mí con frecuencia me preguntan si soy uribista o santista, y digo que soy institucionalista. Me gusta que las instituciones sean fuertes, que le permitan al ciudadano acceder a ellas en igualdad de condiciones, ese es mi sueño. Lo hizo el presidente Uribe en su momento, era el líder democrático y legítimo, y le debemos mucho. Ahora el líder es el presidente Santos, y si a él le va bien, a todos nos va bien. Hay que apoyar lo que creemos que se debe apoyar, eso no quiere decir que uno no pueda plantear críticas, pero lo hacemos con respeto. Más que generar debates generamos conversaciones inteligentes.
Algunos sostienen que el centralismo es devastador, mientras que otros consideran que las élites locales han sido un obstáculo al desarrollo porque se oponen a las reformas sociales importantes. ¿Cómo analiza esa tensión?
Ni lo uno, ni lo otro. Es esa tendencia natural a creer que las cosas son entre dos opciones.
Hay cosas muy buenas del centralismo, que son potentes, que generan valor, y hay cosas muy buenas de las regiones. Por ejemplo, la paz es regional, es territorial. No es lo mismo el conflicto de los Montes de María, que el de Mapiripán en el Meta, ni el de Corinto en el Cauca.
La idea de paz, que es estar en paz, no es la misma. Por eso hablamos más de reconciliación y convivencia. Esta es una sociedad que necesita hablar más de convivencia, se nos ha olvidado convivir, se nos ha olvidado respetar al otro, sea el vecino, el que maneja en el carril anexo al mío, etc. Lo que hemos generado son confrontaciones.
El tema de paz es importante, pero hay que hablar de convivencia, de seguridad, de reconciliación. Hay que cambiar el lenguaje, cuando se cambia el lenguaje, cambia la realidad. Por eso insisto que esta sociedad tiene que hacer un alto en el camino, porque por el camino que vamos estamos equivocados.
Usted es uno de los empresarios paisas de mayor proyección fuera de Antioquia, ¿A qué cree que se debe eso?
No sé si sea cierto. Lo que sí es cierto, es que no es buscado. Lo único que estoy haciendo es vivir, lo que hago no es una postura ni un plan de mercadeo, sino que nace de mis convicciones y las expreso con naturalidad y espontaneidad, eso es una fuerza interior. Seguramente lo que digo, la forma cómo lo digo y cuándo lo digo, toca temas que pueden ser sensibles en la sociedad, pero de lo que estoy seguro es que nunca estoy irrespetando a nadie, siempre estoy pensado en el otro.
La constitución alemana, lo aprendí del libro “Dios, el dinero y la conciencia” de Anselm Grün y Joshen Zeitz, en su primer capítulo dice que la dignidad humana es inviolable y creo en eso. Así como escogí la frase “que lo injusto no me sea indiferente” que es lo que me inspira, en lo personal la palabra de nuestro lenguaje que más me inspira es “respeto”. Cuando uno respeta las cosas de los demás, no roba, cuando uno respeta la vida, no mata, cuando uno respeta a un ser humano, no habla mal de él, respeta su honra. Esa palabra me gusta mucho.
¿Considera que el empresariado colombiano juega un papel más modernizante o más retardatario frente a las reformas grandes que tiene el país por hacer?
Depende de donde uno lo mire. Hemos logrado avanzar en algunos temas, y si pudiera escoger, en temas económicos hemos avanzado. Me alegra mucho que el país tenga más clase media, que haya más personas que tengan acceso a lo público, que vayamos avanzando en inclusión, en diversidad.
Pero estamos retrocediendo en moralidad y en solvencia. Pienso que las empresas, además de solvencia económica, requieren de solvencia moral. Los políticos, además de solvencia moral, necesitan asumir un liderazgo. La institucionalidad del país la veo débil, no es fuerte. El Estado dejó de respetar al ciudadano, por eso el ciudadano dejó de respetar al Estado. Eso me preocupa mucho.
Hemos avanzado, se ha modernizado el país en muchos temas como tecnología, innovación, economía, y queramos o no, lentamente en inclusión, en disminución de la pobreza, en una clase media con más acceso a lo público.
Sin embargo, para mí lo más preocupante es la calidad moral de la sociedad. En eso hemos retrocedido, así como en convivencia y en nuestros comportamientos.
Leí, de una indígena Wayuu, que Colombia es un país que se acostumbró a mentir. Grandes mentiras y pequeñas mentiras, pero todas mentiras. El principio de vida es que todo cuenta, robo cuando me robo un peso o un millón y ese es el problema.
¿Ha notado diferencias en materia de liderazgo desde su perspectiva como jurado del premio Mejores Líderes de Colombia 2015?
Primero, me halagó mucho ser ganador en el 2013 y el 2014, me dio mucho pesar no estar en el 2015, pero me dio mucha alegría que me hubieran tenido en cuenta como jurado.
Eso me permitió ver la Colombia que sueño, que es la Colombia diversa, incluyente, basada en valores, que tiene un liderazgo que es invisible muchas veces. Este país está lleno de líderes invisibles que trabajan con las uñas, con pocos recursos pero con mucho entusiasmo, con mucha calidad moral.
Cuando uno ve a un joven que sale a vender bolsas en la mañana y con lo que se gana va y atiende al final del día a seis viejitos que recogió de la calle, ¿por qué un ciudadano haría eso? Hay casos, también, tan importantes como los de personas recién reconocidas.
El trabajo de la Fundación Liderazgo y Democracia y de la Revista Semana es precisamente que coincidimos en las preocupaciones, ¿dónde está el liderazgo del país?, ¿cuál es el liderazgo que queremos?, ¿cuál es el liderazgo que soñamos?, ¿cuál es el liderazgo que tenemos que hacer realidad? Y hacerlo visible, así sea con líderes invisibles.
La importancia es, precisamente, que este liderazgo es transversal a una sociedad. No es un liderazgo exclusivo en lo económico, es uno de los reconocimientos más bonitos que hay que seguir manteniendo y promoviendo.
¿Algunos dicen que usted es una versión moderna de Nicanor Restrepo, qué opina de esto?
Que no es cierto tampoco. Tuve toda la vida una muy buena relación con el Doctor Nicanor, lo respeté muchísimo, lo seguí muchísimo, coincidíamos en nuestra sensibilidad social, en ese anhelo de justicia y de una sociedad mejor. Era un líder que inspiraba y con él, a pesar de que ya se había retirado de la vida pública, compartía tres o cuatro veces al año y desayunábamos, yo iba a contarle en qué iba, qué estaba haciendo, él se alegraba mucho de escucharme, yo me alegraba más de oírlo.
Cuando él murió por supuesto que me dio muy duro. No pudimos hablar porque él estaba por fuera del país, habíamos quedado de vernos y en ese momento, cuando el presidente Santos me asignó en la Comisión Asesora de Paz, lo cogió la enfermedad. No nos pudimos reunir, pero sus hijos me contaron que esas banderas sociales, a él le había gustado muchísimo que hubieran estado en mis manos, se emocionó mucho con la designación y realmente sería irrespetuoso decir que me parezco al Doctor Nicanor.
Lo que sí puede decir es que teníamos una conciencia y una afinidad muy marcada en nuestro pensamiento social.

Iniciativa de liderazgo
¿En qué consiste su iniciativa de liderazgo?
En producir transformaciones trascendentes. No es simplemente un cambio o una evolución imperceptible, sino que trascienda. Un liderazgo que tenga claro su mensaje, sus objetivos, que inspire y que deje huella.
¿De dónde surge o qué lo llevó a iniciarla?
Todo lo que hemos hablado. Mi proceso de formación, mi familia, mi pensamiento social, mi marcada tendencia orientada por los jesuitas. Una opción preferencial por los demás, eso nos los enseñan y trato de ejercerlo todos los días en cada una de mis acciones y decisiones.
¿Qué es lo distintivo de su iniciativa?
Lo humano. Parece obvio, pero como lo mencioné antes, lo que menos hacemos los seres humanos es ser humanos.
Aquí no estoy haciendo nada distinto a haber querido activar, en el mundo de la empresa y al servicio de la sociedad, la dimensión humana de los seres humanos. Eso nos está dando resultados cualitativos y cuantitativos superiores. Nos marca, Bancolombia tiene hoy 53.000 empleados que creen en esto, esto es un trabajo y un pensamiento colectivo y esa idea es la que nos inspira.
Al final, tal vez diría que servir y hacer feliz a una persona no tiene precio. Aquí estamos para mejorar la vida de todas y cada una de las personas. Una persona hace un tiempo me dijo que si me había detenido a ver que yo estaba en un cargo donde le cambiaba la vida a la gente, tengo el cargo que le cambia la vida a la gente y el encargo de hacerlo.
¿Cuáles han sido los principales obstáculos que ha tenido que superar para desarrollar la iniciativa?
Desde el punto de vista empresarial una empresa de esta magnitud es muy compleja, pero no lo veo como un obstáculo.
Desde el punto de vista macroeconómico o de la tecnología y la innovación el día a día a transcurrir, por supuesto está lleno de problemas, pero no se trata de ver un punto negro, sino una pared blanca, por naturaleza soy optimista, entusiasta y comprometido.
Una conversación telefónica no la improviso, trato siempre de ver qué es lo que quiero decir y cuido, cuento y peso mis palabras. Definitivamente eso ayuda mucho.
¿Cree que dado el contexto apropiado, cualquiera puede ser líder?
Todos somos líderes. El líder no es uno, sino lo que hace. A veces lo hacemos solos, a veces lo hacemos juntos, pero creo en el liderazgo de las personas. Todo el mundo puede asumir un liderazgo en cualquier espacio donde esté, no necesariamente el laboral, puede ser el de su familia, en su grupo de amigos, en la universidad, en su grupo de teatro, en su grupo de deporte. Uno siempre está llamado a hacer mejor a los demás. Ese es el verdadero líder.
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