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En la semana de los #2AñosRedLíder publicamos los perfiles de liderazgo de los candidatos presidenciales que han pasado por La Red Líder.
La visión de Claudia López 360º #TrendingLíder. Perfil publicado el 2 de mayo de 2015.
Perfil publicado el 2 de mayo de 2015.



Sobre su liderazgo, el liderazgo, y el liderazgo de los demás
La Red Líder: Todo liderazgo surge de influencias en la vida: personales, intelectuales, vivenciales, de todo tipo. ¿Cuáles diría que son esas influencias que han determinado su estilo, su ímpetu y sus motivaciones en materia de liderazgo?
Claudia López: Creo que todos los seres humanos somos fruto de nuestras circunstancias -que no dependen de nosotros- y de nuestras decisiones -que sólo dependen de nosotros-. En mi caso, hay tres circunstancias que han influido en mi vida profesional y pública.
Una, mis padres. Ambos ciudadanos súper activos, conscientes, ciudadanos militantes. Mi madre: maestra, con una vocación de servicio público toda su vida, sindicalista, de izquierda. Una persona que no soporta la palabra injusticia, ni ninguna de sus expresiones. Le ha dedicado su vida a tratar de usar su profesión para hacer un mundo más justo. Ya está pensionada.
Mi padre, un hombre hecho a pulso, empresario, de derecha, primero galanista, después uribista. Un hombre al que la guerrilla casi lo secuestra, muy afectado por eso. Un colombiano como tantos otros, afectado por la guerrilla y por eso es tan inclinado a esa causa, aunque ahora es un poco más crítico. Creo que fue candidato al Concejo de Bogotá con Luis Carlos Galán, un hombre muy metido en política, que al final nunca se hizo elegir a nada. Creo que el día que yo me muera, mi papá no va a llorar tanto como el día que mataron a Galán, fue algo muy conmovedor. Es un antes y un después en su vida.
Mi familia cercana, y también la ampliada, no ha sido apática o distante de lo público o de lo político. Todo lo contrario, han sido ciudadanos activos, militantes. El tema político y de los público siempre hizo parte de nuestra sobremesa.
Lo segundo que me influenció mucho fue la amenaza constante de la mafia contra la democracia colombiana. Hay gente que cree que yo me dediqué al tema de la parapolítica desde el 2005 por casualidad, pero no. Yo estoy luchando contra la mafia desde que tengo uso de razón. Yo tuve que sobrevivir al narcoterrorismo en la ciudad como tantos jóvenes de esa época. Yo tenía una gran ilusión de estrenar mi cédula y votar por primera vez. Cuando fui a hacerlo, las primeras tres personas por las que me hubiera gustado votar habían sido asesinadas por la mafia: Luis Carlos Galán, Bernardo Jaramillo y Carlos Pizarro. Los asesinaron mafias distintas, unas con más vínculos con el Estado, otras con menos, pero al fin y al cabo la mafia. Eso me ha marcado mucho la vida pública y política, porque siempre ha sido como ‘no nos vamos a dejar callar, no nos vamos a dejar amedrentar y vamos a defender esta democracia de quienes creen que pueden, usando el poder de la plata y la violencia, imponerse’. La época de los noventas en particular.
Lo tercero fue el azar de las oportunidades. De esto he sido consciente en el transcurso de la vida y con mi formación. Yo soy Claudia López, nací en Bogotá, mi madre fue la primera mujer de su familia en tener un título universitario, soy de una familia de clase media baja urbana. Si yo hubiera sido Claudia López que hubiera nacido en Quibdó, mi madre fuera analfabeta, mi estrato socioeconómico fuera de pobre o indigente, pues eso hubiera marcado mi vida, porque esa es parte de la desgracia de Colombia. Este es un país en el que la gente nace marcada y no importa qué haya hecho, ni importa qué vaya a hacer en la vida.
Más mitad de lo que va a ser o hacer depende de sus circunstancias. Esas fueron cosas del azar que me favorecieron enormemente: ser blanca, nacida en una urbe, de una mujer profesional, con un ingreso aceptable. Eso predijo en un 70% que yo pudiera haber estudiado, hecho una carrera profesional, que hubiera podido tener ingresos mejores que los de mis padres. Y nada de eso depende de mí, es física suerte, físico azar. Eso claramente ha marcado mis oportunidades, no es porque yo sea muy inteligente o muy brillante. No! La mitad de lo que yo he podido hacer en la vida es sólo fruto de esas circunstancias, simple y sencillamente.
LRL: Ese es un porcentaje alto, pero otro, el propio. Llamémosle temperamento, habilidad, esfuerzo …
CL: Ahora ¿cuáles fueron las decisiones que me han marcado la vida?
Uno, yo desde muy chiquita supe que no podía ser abogada. Soy muy consciente de mi carácter apasionado, beligerante, y soy muy consciente de que para ser juez, para impartir justicia, se necesita un carácter mucho más ponderado. A mí muchas veces, como tengo fama de hablar bien y desde chiquita. De tener buena capacidad de comunicación y ser expresiva, mucha gente me decía “usted por qué no estudia derecho, usted va a ser buenísima” pero yo les decía que no, para ser juez hay que ser mucho más ponderado, mucho más sereno.
Yo soy una bomba de tiempo, yo soy apasionada, yo soy beligerante. Eso sirve para motivar causas, para inspirar, no necesariamente para juzgar. Yo creo que es una decisión que me marcó la vida porque tuve eso claro desde muy chiquita, desde cuando tenía 16 años que tenía que decidir qué iba a estudiar. También tenía claro que a mí no me ilusionaba en la vida producir un peso. Admiraba mucho a mi padre, que ha sido toda la vida un comerciante, un hombre hecho a pulso, un berraco, un generador de riqueza y de empleo, pero esa no era mi habilidad.
En cambio sí me apasiona promover una idea, defender una causa. Entonces siempre tuve claro que no iba a ser ni lo uno ni lo otro: yo no estoy ni para producir plata ni para emitir juicios, yo estoy para promover causas. Eso es lo que a mí sí me mueve el alma. Estudié gobierno, administración pública, me fui por esa vía. Esa fue mi decisión y mis papás estaban dispuestos a apoyarme en lo que yo quisiera estudiar. Y esa decisión creo que fue muy acertada y me ha marcado mucho la vida, porque me ha ido labrando un camino.
Lo segundo que creo que ha dependido de mí es no tenerle miedo al riesgo, al cambio, a innovar y tener un carácter que me permite como adaptarme muy fácil a las circunstancias. Yo soy una persona que no tiene problema en adaptarse a cualquier circunstancia, no hay que tenerle miedo al cambio. Si ustedes miran mi hoja de vida van a encontrar que más o menos cada 5 o 6 años me reinventé. Me reinventé es que empecé a hacer una cosa completamente distinta en la que no tenía credenciales y tenía que partir de cero, tenía que ganarme el puesto y en cada cosa que empecé a hacer, llegué hasta la cima. Es decir, yo empecé a estudiar administración pública y muy joven llegué a ser la funcionaria del gabinete del Alcalde Mayor de Bogotá más joven de la historia. Me posesioné de 27 años para ser la Directora de Acción Comunal del Distrito, todos mis empleados tenían mayor edad que yo, y salí de ahí y me fue muy bien. En administración pública pude ascender sin problema y destacarme.
Después por azar del destino incursioné en el periodismo porque me invitaron a ser columnista. Siendo columnista empecé a ser periodista de investigación y me dediqué a eso varios años y me fue muy bien. Empecé en Semana online, y terminé haciendo una carrera de periodismo investigativo reconocida. Y lo mismo, yo partía de cero, me fue bien.
Después en este tema político, que ha sido como la tercera parte de mi vida. La política siempre había sido parte de mi vida, yo me he dedicado siempre a causas públicas, pero nunca me había metido a nada electoral, que es una cosa muy peculiar del mundo público. Hubo un momento en la vida en el que dije, bueno, no importa, otra vez es un terreno en el que voy a empezar de cero, pero yo puedo empezar y hacerlo bien y aquí estoy, y me ha ido muy bien hasta ahora.
LRL: ¿En la academia también?
CL: En la academia también me fue muy bien. En la academia he sido investigadora, profesora y pues estoy haciendo mi doctorado. Fui Fellow de la Universidad de Yale, me gané la beca Fullbright para el doctorado, me gané la beca del BID para hacer mi maestría, he sido profesora en la Universidad Externado, profesora de horas cátedra en varias universidades de Colombia.
LRL: ¿Cómo se ha ganado esas becas?
CL: Por mérito, por notas y por experiencia, por trayectoria. Por plantear una visión. Uno se gana una beca por decir: mire esto es lo que yo he hecho en la vida, pero esto es lo que yo quiero hacer con esto que voy a estudiar. Yo voy para allá. Esa combinación de trayectoria que muestra coherencia, disciplina, logro, con una visión de para qué quiere usar lo que le van a dar. Porque usted esta pidiendo que le regalen doscientos mil dólares, que los inviertan en usted, que vale la pena.
Cuatro veces he cambiado de vida. Como funcionaria pública, como periodista, como académica, ahora como política. La clave es no tener miedo a volver a empezar. No pasa nada. Arrancamos de cero y vamos a ascender, no pasa nada. No tenerle miedo a eso, no quedarse en el punto cómodo, donde a uno ya lo conocen y vivir de lo mismo.

LRL: La confianza en sí misma es fundamental en todo lo que está hablando. ¿De dónde viene esa confianza?
CL: Creo que de mi madre. Yo fui hija única 10 años, tuve todos los privilegios de ser hija única. Porque además era la única nieta, sobrina, todo. Era la única niña de la casa, imagínese, 10 años me duró el consentimiento. Y tuvimos una tragedia familiar chiquitos, muy chiquita, que nos marcó mucho la vida a todos, pero a mi mamá y a mí que vivíamos solas: mi hermana, que era un año menor, se mató en un accidente, se cayó de una azotea. Estábamos jugando las dos encima de una claraboya. La ruleta, me había podido caer yo que acababa de pisar la misma claraboya, pero por alguna razón no me caí yo sino ella. Eso estrechó mucho la relación con mi mamá obviamente.
LRL: ¿Qué edad tenía?
CL: Yo tenía 4 años y mi hermana 3. Y mi mamá básicamente es un poco el otro extremo. Mi mamá me ha convencido toda la vida de que yo soy maravillosa, de que yo soy lo máximo de lo máximo, de que yo soy el centro del universo. Siempre con una dosis de mucha confianza, de “tú eres lo máximo y vas a lograr lo que tú te propongas si tienes disciplina, si tienes honestidad, si tienes coherencia. No hay nada que tú te vayas a proponer en la vida que no vayas a lograr, nada, absolutamente nada.” Ella siempre ha sido una fuente de amor, de certeza, de norte. A mí no se me ocurre que hay algo que uno se proponga y no va a lograr. Y no quiere decir que no haya fracasado. Yo he aplicado a cosas y me rechazan pero a la cuarta aplico y a la cuarta me la dan.
LRL: Se supone que las adversidades son las que forman en el camino ¿usted ha tenido adversidades?
CL: Por ejemplo, cuando salí del colegio quería estudiar medicina, era mi primera opción. Pero la medicina cuesta un infierno de plata, claramente mi familia no tenía con qué pagarme, así que mi única opción era la universidad pública. Me presenté cuatro veces a la Nacional a medicina y no pasé ninguna de las cuatro. Siempre me llegaba una carta diciendo “muchas gracias, se presentaron 4500, recibimos 120, usted quedó en el puesto 150”. A mí me provocaba botarme por una ventana. Después fui al ICETEX y dije “bueno a mí qué me importa la plata, un día vemos cómo pagamos la plata, no nos vamos a varar por eso”. Me fui, me conseguí el crédito del ICETEX para estudiar medicina. Mi mamá me dijo “mija pero esto no lo vamos a poder pagar nunca”, y yo le decía “bueno después vamos a ver cómo lo vamos a pagar, pero no puede ser que la plata me va a limitar a mí en esto”. Después me presenté al Rosario, pasé el examen y no pasé la entrevista. ¡Es la única entrevista que he perdido en mi vida! Entonces quedé con la plata y sin el cupo porque perdí la entrevista. Dije “bueno ¿qué otra cosa?”. Salieron unas becas en el ICETEX para estudiar medicina en Polonia. Yo apliqué a la beca, me gané la beca. Me daban todo: el tiquete, el hospedaje, me pagaban todo ¡todo! Ya, la tenía en la mano y se cayó el gobierno de Polonia porque se cayó el Muro de Berlín. Me quedé sin el gobierno que me iba a dar la beca. Hágame el favor la adversidad!
En el entretanto había empezado a estudiar biología en la Distrital. Alcancé a hacer 5 de 8 semestres de Biología en la Universidad Distrital. Y como era una adversidad tras otra, de este nivel, no pasé en la Nacional, perdí la entrevista del Rosario, me ganó una beca y se cae el gobierno. Entonces dije “bueno, esto ya es demasiada adversidad, esto es que no me conviene y uno no puede ser tan testarudo en la vida”. Me quedé reflexionando mucho porque me dio muy duro obviamente, lloré, pataleé, me dio depresión.
Mi mamá me decía “piensa otra cosa, de pronto tú estás muy obcecada en que ese es tu único camino, piensa qué otro camino te haría feliz”. Ahí fue cuando llegué a esta conclusión que ni empresaria pues porque esa no es mi habilidad, no a mí no me inspira producir plata, respeto mucho a los que la producen, empezando por mi padre que es un gran ejemplo, ni abogada porque tenía claro que ese no era mi carácter, y ahí dije “bueno, puede ser lo público!”.
Ahí empecé a buscar, no era tan fácil y terminó pasando una cosa maravillosa. Yo si algo le agradezco a la vida es haber estudiado el pregrado que estudié, que era finanzas, gobierno y relaciones internacionales, porque era como mandado a hacer para mí. Era una cosa multidisciplinaria, súper liberal, en una universidad más liberal, una carrera basada en estudiar derecho, finanzas, economía e historia, lo máximo como pregrado. Realmente la época más feliz de mi vida, sin duda, fue esa. Y eso me cambió la vida, porque ahí conocí a mucha gente que después me abrió un rumbo profesional. Peñalosa fue mi profesor, Adriana Mejía que después fue mi jefe durante muchos años en muchos puestos, me ayudó muchísimo. Ahí lo conocí. Mucha gente que conocí en la Universidad que me abrió un camino.
En el 2009 tuve otra racha súper difícil. Ya había publicado las cosas de parapolítica, y tenía la gran fortuna de haber sido invitada a ser fellow de la Universidad de Yale, me escogieron como una de las 15 líderes del mundo ese año. Eso fue muy bueno, pero me botaron de El Tiempo en público. Pelearse con El Tiempo no era fácil, entonces me quedé sin empleo, expulsada, apliqué como a tres becas para quedarme. Ninguna de las tres me la gané, apliqué a Harvard, no pasé, apliqué a una beca en Washington, no pasé. Entonces, fue un semestre muy difícil. Estaba sin empleo, botada de El Tiempo, fue un año muy complicado. Y dije “bueno voy a perseverar aquí en mi vaina”. Me puse a hacer lo de investigación, que ya estaba haciendo cuando me fui para Yale. Me dediqué a culminar mi libro y con esa investigación publiqué “Y refundaron la patria”, que es de lejos uno de los libros más exitosos de Colombia de esa rama de ciencia política. En 2010 vino la recompensa. Al año siguiente de toda esta adversidad, me gané la beca Fullbright, y pasé al doctorado. Uno tiene que saber pasar las malas rachas sin desesperarse y perseverar en su camino y vuelve y sale, no pasa nada. Creo que esos han sido los dos momentos de mayores adversidades de mi vida. Uno más jovencita y este ya más adulta.
LRL: ¿De qué origen regional es su familia?
CL: Cundiboyasence. Mi madre bogotana y mi padre de Cucaita, Boyacá. Y la familia de mi mamá, una parte bogotana y otra parte de Cundinamarca, de un pueblito que se llama Vianí y Vitui, en Cundinamarca.
LRL: ¿Cuáles fueron sus primeros rasgos, actos, insinuaciones de liderazgo?
CL: Creo que desde el colegio, incluso mucho antes de que nacieran mis hermanitos. En esas actividades de chiquitos. El deporte, quién es el capitán del equipo, esas cosas. Un poco como de deporte, de juego, del club de lectura, yo en todas esas cosas siempre estaba de algo. De coordinadora, de organizadora, de lo que fuera desde muy chiquita.
LRL: Analicemos sus habilidades para entender cómo afectan su liderazgo?
CL: Yo creo que inspirar. Inspirar no solamente confianza, sino inspirar en el propósito. Cuando tú propones algo, cualquier cosa, por ejemplo, organicemos un equipo de basquetbol y nos inscribimos. Todo lo nuevo siempre inspira algún temor. Si no conseguimos el patrocinio y si no nos dan permiso. Entonces es poder decir “hombre, no le teman al cambio, no pasa nada, pues vamos buscando las cosas”. Y proponer, y decir, sí hay una margen de incertidumbre pero que se le hace. Hagámosle, ¿qué perdemos?
LRL: ¿Siempre ha sido propositiva?
CL: Siempre. Siempre. Entonces es inspirar confianza de vencer los temores naturales de empezar algo que aparentemente no se está haciendo.
LRL:¿Cuáles diría que son las habilidades claves que le han servido para liderar?
CL: Yo diría que por un lado como la habilidad argumentativa. Por otro lado la de atar los cabos. Hay temas muy complejos, pero si uno dice “sí, eso suena muy complejo pero vea, eso es tan sencillo como conectar esto y esto y esto. Y eso produce esto”.
LSL: ¿Y eso qué es: descubrir, profundizar, entender?
CL: Simplificar lo complejo. Trata de explicar en una página y media de un artículo, qué es la parapolítica, cuando nadie había hablado de eso nunca. Para eso tienes que tener la capacidad. Yo tenía una tonelada de información, pero necesitaba poner esa tonelada de información en cinco páginas, con unos mapas y unos cuadros simples que cualquiera pudiera entender. Si no, era una grande historia que nadie iba a entender.
Poder separar, qué es lo que me ayuda en la visión, separar por encima de lo obvio, en lo que está atascado todo el mundo viendo que parece obvio, y decir “un momentico, pasemos un poquito por encima de eso”, y también decir “bueno si miráramos la película desde una perspectiva más distante, o desde una perspectiva más del presente hacia el futuro, o tratando de entender de dónde vinimos y por qué estamos aquí y a qué dirección nos abre esto”. Salirse de lo obvio por un momento y desde ahí poder decir “ vea esto se ve muy complejo pero realmente es esto”. Y decirlo de manera sencilla. Eso es una habilidad enorme.
LRL: ¿Maneja bien las emociones, tiene inteligencia emocional?
CL: La verdad no. No creo que siempre las maneje bien, porque a veces me siento muy desgastada. Me hace falta esa habilidad. Siento que es una que cosa que tengo que trabajar todo el tiempo, mantener mis emociones más distantes sobre algo. El día la conciliación que hundieron el plan de desarrollo, yo me fui deprimida de este sitio. Tenía las lágrimas en los ojos, porque yo no logro que me resbale. Una cosa es que uno puede estar indignado, porque le hicieron una trampa. Pero no. Yo salí más que indignada, estaba dolida, realmente me iba apabullada ese día. ¡Apabullada!
Eso me cuesta mucho trabajo. No sé si es bueno o es malo. Esa soy yo, a mí me va a quedar siempre muy difícil desconectar lo uno de lo otro.
LRL: Los políticos en Colombia tradicionalmente han sido políticamente correctos. Pocos llaman las cosas por su nombre. Hay dos políticos que hoy en día dicen las cosas con mucha vehemencia: Álvaro Uribe y Claudia López. A Álvaro Uribe lo acusan de pasar los límites del respeto. A usted la critican también por ser muy vehemente ¿ve diferencias en el manejo de la verdad y en el respeto por los demás en su actitud?.
CL: No. A mí esta tradición política colombiana de las buenas formas me enerva. Me parece que es la hipocresía en su máxima expresión y a mí eso realmente me enerva. Esta cosa de seamos políticamente correctos. ¡No, no, y no!
Seamos todo lo políticamente incorrectos que podamos ser. Porque ser políticamente correctos es no llamar las cosas por su nombre, no desafiar las jerarquías del poder que se benefician con qué es lo correcto y qué es lo incorrecto. Es trivializar el mal. Es llamar al asesinato a sangre fría de jóvenes, falsos positivos; es llamar a los criminales agentes del Estado, fuerzas oscuras. Entonces a mí eso me enerva, me revienta.
Creo que si algo le hace falta a esta sociedad es franqueza. Es llamar las cosas por su nombre, es no ponerse a inventar ni palabras, ni símiles, ni frases. Eso lo único que hace es proteger al poder y a quienes abusan de él, esa es la única función de ser políticamente correcto. Así que yo he sido una rebelde contra lo políticamente correcto eterna, y ahí me voy a quedar.
LRL: ¿Qué es distinto en la manera en que usted ataca, a la manera que utiliza Álvaro Uribe?
CL: Que yo no estoy incluida en un interés directo, no estoy beneficiándome ni tratando de defenderme de un interés directo mío. Yo no estaba tratando de ocultar nada que yo hubiera hecho cuando ataqué la parapolítica, o cuando ataqué la mafia. Ni estoy tratando de justificar una actuación mía.
Álvaro Uribe es un tipo que ataca diciendo “que a mí me investiguen por parapolítica es inadmisible pero que yo mande chuzar a los demás porque son terroristas, eso sí es justificable.” Y es un tipo que siempre usa el argumento para eso, para justificar los actos criminales o indebidos, o abusivos que él comete e injustificar lo de los demás.
En ningún tema que yo haya denunciado, ni en la parapolítica, ni en la narcopolítica, ni en la corrupción, yo he tenido un interés directo. Yo no estoy tratando de defender una actuación mía, ni de justificar una actuación mía diciendo “puede que lo que yo haya hecho sea indebido, pero lo que él hizo es peor”. Esa es la diferencia con Álvaro Uribe.
Él es un tipo que siempre usa su vehemencia y manipula la verdad para justificar sus actos y condenar los de los demás. Yo no tengo nada que justificar. Yo no le he recibido plata nunca a un narco, yo no he mandado a chuzar a nadie, yo no he cometido un falso positivo, yo no estoy tratando de justificar una actuación mía diciendo “la mía es justificable pero la del otro sí es peor”. No es un hombre frentero, manipula la verdad para cubrir su impunidad.
Yo expreso mi opinión con vehemencia para denunciar un hecho, para poner en evidencia un hecho. Creo que hay otra diferencia importante y es que a mí, como periodista y como ciudadana, me han dicho “usted se equivocó, eso que usted afirmó no es cierto”. Si es cierto no tengo ningún problema en corregirlo, en pedir excusas. Por ejemplo, no he debido decirle a Álvaro Uribe sanguijuela, que no es ningún delito ni nada por el estilo, pero es inapropiado y desvió el debate de los argumentos, que yo creo que eran buenos, a un adjetivo. Yo no tengo ningún problema en pedir excusas, yo no tengo ningún problema en reconocer cuando me equivoco. Soy cero terca.
LRL: ¿Usted se saluda cordialmente con el expresidente Uribe en el Congreso?
CL: Sí. Con todo el mundo. Yo sé que soy una persona apasionada. Pero una cosa es que yo sepa cómo eso me afecta a mí personalmente y otra cosa es que yo crea que me lo voy a tomar personalmente. Yo no tengo ningún debate personal con nadie. Estos ni son mis amigos, ni son mis novios ni nada por el estilo. Aquí esto es una relación profesional que tiene que seguir en términos profesionales.
LRL: ¿A qué personas de la vida pública le reconoce sinceridad, no caer en esa tendencia de la política colombiana de ser políticamente correcto, de las buenas maneras?
CL: A muchos.
Gilma Jiménez, por ejemplo, es una persona de quien yo aprendí eso. Ella era una persona muy frentera, que decía lo que pensaba tal cual. Mucha gente le decía “ay no, no digas eso porque es que eso no es políticamente correcto decir que queremos colgar de las pelotas a los violadores”. No, pues es que sí los queremos colgar de las pelotas ¿y qué? Y demos el debate de si es democrático, justo o no, pero eso es lo que queremos. Ella era maravillosa. Gilma era una persona súper que no se disfrazaba de nada. Una líder liberal, de vieja andanza. “No hay nada que yo deteste más que los rosaditos” decía Gilma. Los que se dan de liberales pero desteñidos, pero les cuesta defender las cosas que eran del liberalismo. Ella fue una influencia muy importante en mi vida. Era una persona súper frentera.
Enrique Peñalosa. ¿Por qué le dicen a Enrique Peñalosa que es un mal político? Porque dice la verdad y dice lo que piensa. Dice “lo del metro es una estupidez. Aquí a todo el mundo le podrá parecer muy simpático el metro, eso suena muy bonito, eso no es viable. Ustedes no han estudiado el tema, yo sí”. Eso suena arrogante, pero es cierto. Enrique es una persona franca, es una persona que dice lo que piensa, no está calculando si eso es correcto o no, si es popular o no.
Sin duda, Mockus. Un tipo súper auténtico. Dice lo que piensa “soy ateo, yo no creo en ninguna religión y el Estado debe ser laico”. Eso puede que le haya fregado la primera presidencial.
Doy los tres ejemplos y hay muchos más. Yo aprecio mucho eso. No hay nada que a mí me irrite más, sobre todo en este espacio político, que uno está tan expuesto a eso, que la lambonería. Yo aprecio mucho la gente que me dice en la cara “es que usted me cae gorda, me parece que usted es una vieja altanera, que se cree superior”. Lo saludo de la mano y le digo “le agradezco mucho que conmigo sea sincero, entiendo porque le puedo parecer una persona altanera. Ahora yo no me creo nada, sólo digo lo que pienso y si usted piensa distinto dígalo y controvertimos con argumentos”.
Yo no expreso mis opiniones porque yo crea que tengo una autoridad moral, no. Yo no tengo ni más ni menos autoridad moral que nadie, esto no es una discusión de autoridad moral, es una discusión de argumentos. Yo tengo argumentos y evidencias para tener esta posición.
LRL: ¿Por qué es altanera? ¿Por temperamento?
CL: Por el temperamento y porque soy mujer. Si fuera hombre sería frentero. Soy altanera, porque soy mujer. Eso sí es un tema de machismo puro y duro. Un hombre que habla duro y franco, es berraco, frentero o líder. Una mujer que tiene exactamente las mismas características es una altanera, atrevida, loca. Eso sí es un problema de machismo, pero no de mí ni de mis características.

LRL: Entremos a analizar su visión de liderazgo. La visión tiene el diagnóstico, una meta y una fórmula para alcanzarla ¿cuál diría usted que es su diagnóstico del país?
CL: Mi diagnóstico de la sociedad colombiana: esta es una sociedad brutalmente desigual. El nivel de exclusión e inequidad política, territorial, económica, que tiene Colombia, es insostenible para una democracia. Es simplemente insostenible. Si Colombia quiere tener una economía de mercado moderna y una democracia liberal moderna, tiene que reducir los niveles de exclusión territorial y social, es una condición necesaria e indispensable. Porque, además, eso no solamente es malo para los excluidos, sino que también es un yunque encima del hombro de los incluidos. Yo soy una mujer incluida en esta sociedad, yo soy blanca, profesional, educada, senadora. Yo siento el yunque, yo siento el límite que tengo a mis oportunidades personales y como sociedad por cuenta de esta inequidad tan brutal. Si Colombia no ha resuelto los temas del siglo XIX ¿cómo va a resolver los del XX y cómo va a aprovechar las oportunidades del XXI?
Ese es mi diagnóstico central. Yo creo en la democracia liberal y creo en la economía de mercado. Esas dos cosas son insostenibles con el nivel de exclusión territorial, exclusión política y exclusión socioeconómica que hay en Colombia.
LRL: ¿Qué ha causado ese nivel de exclusión tan alta?
CL: Yo creo fundamentalmente que dos cosas. Una, el régimen político. La manera como opera el régimen político, la manera como se accede y se ejerce el poder político en Colombia. Mientras en Colombia el poder se ejerce posando de corbata con apellidos Santos o Vargas desde el centro, pero cogobernando con delincuentes y matones de las regiones, las regiones siempre pierden. Porque esa manera de cogobernar clientelista y con matones, nunca va a construir instituciones en las regiones, y si no hay instituciones no hay cómo proveer bienes públicos, y si no hay cómo proveer bienes públicos, no hay cómo disminuir la inequidad. Así de simple.
La meta es cerrar estas brechas. Colombia son tres países. Posiblemente de las pocas cosas buenas de este plan de desarrollo que acaba de salir es que reconoce, expresamente que este país son tres países y que tenemos que proponernos ser uno sólo. Mi meta es que nosotros tenemos que poder ser la generación que fue definitiva para que cualquier colombiano con su cédula, en cualquier lugar de este territorio, tenga acceso a las mismas instituciones y a los mismos derechos y oportunidades. Eso no pasa ahora.
Yo, parada en Bogotá tengo un nivel de instituciones, de oportunidades y de protección, que no tengo parada en Buenaventura, que no tengo parada en Putumayo, que no tengo parada en Urabá, y que no tengo parada en la Guajira. El que está en Cali no tiene el mismo nivel de oportunidades que el que está en Buenaventura. Eso es cerrar las brechas. Digamos, la meta es esa.
LRL: ¿Pero hay países de América Latina en donde eso no sucede?
CL: No, claro que no. Pero ninguno con el nivel extremo de Colombia. Todos los países del mundo tienen inequidades. Estados Unidos, que es una democracia por excelencia enfocada a la economía del mercado tiene asimetrías. El nivel de oportunidades que usted tiene parado en Minnesota no es el nivel de oportunidades que tiene estando en California. Pero son diferencias mucho menores. Hay unas cosas básicas que no están en discusión. Los derechos a la libertad de expresión, a seguridad alimentaria, al acceso a bienes públicos de calidad.
LRL: ¿Cuál diría que es la sociedad más igualitaria en América Latina?
CL: Yo creo que podría ser Costa Rica. Ellos tuvieron una revolución liberal que transformó su régimen político un siglo antes que en Colombia. Nosotros no hemos podido llegar ni siquiera a eso que logró cambiar un pacto de élites, que renovó la apertura hacia las élites para ser una economía de democracia de mercado liberal. No era para más esa revolución, no era para hacer el comunismo. La tuvo hace 100 años y Colombia hoy, 100 años después no ha podido hacer nada ni siquiera equivalente.
LRL: ¿La de 1936 no fue una revolución liberal?
CL: Fue una propuesta de cambio liberal truncada por La Violencia.
LRL: Y mirando hacia atrás, pensando en líderes colombianos ¿cuál le atrae? ¿Usted es más de la línea de López Pumarejo o de Lleras Camargo? ¿O cree que hubiera sido buen presidente Jorge Eliecer Gaitán?
CL: Creo que cada líder en sus circunstancias. Alberto Lleras Camargo, me parece un líder excepcional en la historia de Colombia. Me parece que tenía una claridad, visión, y comprensión. Él propuso hace 60 años lo que estamos tratando de hacer ahora, un programa de paz y posconflicto que incorporara al país y a las regiones. Que proveyera bienes públicos, en fin. A mi ese hombre me parece increíble como líder, como visionario y como ideólogo para entender a este país. También tengo una profunda admiración por César Gaviria porque fui parte del proceso constituyente del 91 y eso me volvió el alma. Después de años de estar tratando que no nos mataran puedo decir que el proceso de la constituyente me devolvió el alma. La ilusión de que se podría lograr algo. En ese sentido Gaviria es un referente muy importante para mí. De ahí para adelante lo que tengo es una cantidad de promesas truncadas. Galán es una promesa truncada porque no puedo saber realmente cómo habría sido. Bernardo Jaramillo también lo es. Lloré mis ojos el día que lo mataron porque además lo conocía y lo admiraba profundamente como líder. Me parecía un hombre inspirador y verraco.
LRL: Usted tenía un perfil temerario en un país muy peligroso, como Jaramillo. Ejercer el verdadero liderazgo público en Colombia es peligroso. Su estilo de liderazgo público es tal vez de los más riesgosos, y usted ha tomado muchos riesgos en general al ejercerlo. A muchos de esos líderes en Colombia los han matado. En el premio de Mejores Líderes Colombia hicimos un video con el resumen de esos líderes que lo llenaba a uno de lágrimas. Y ese tema de la política y del pragmatismo es muy difícil porque la sinceridad y los principios están del lado de la valentía, pero la valentía generalmente no ha sido capaz de lograr concretar reformas, sí de inspirar, de mover, de aprovechar crisis. Pero poner el último ladrillo generalmente no se logra con valentía sino con pragmatismo. Seguramente usted reflexiona mucho sobre eso ¿qué opina de este tema?
CL: Yo me considero una persona pragmática. Es decir, si no lo fuera no me sentaría a hacer proposiciones con Paloma Valencia. Muchas cosas que yo me he sentado a sacar aquí, como el tribunal de aforados, van a salir por la colaboración de muchas personas que yo no necesariamente estoy de acuerdo en muchos otros temas. Yo no tengo como condición que nosotros tenemos que estar de acuerdo en todo para poder estar de acuerdo en algo. Podemos sacar adelante el algo en el que estamos de acuerdo, aunque no estemos de acuerdo en todo.
LRL: entonces a quienes creen que usted es Juana de Arco ¿ les diría que ejerce una política pragmática?
CL: Es que la política es transaccional. Es transar intereses distintos en aras de un punto concreto convergente.
LRL: ¿Y en dónde está el límite?
CL: El límite está en principios, en no transigir a los medios en aras del resultado. En ese sentido me considero una persona muy pragmática. Yo no voy a sacrificar los medios por el fin, eso sí lo tengo muy claro.
Hoy en día es tema retrechero, pero ¿el tribunal de aforados por qué va a salir como va a salir? Porque el uribismo ha pujado con nosotros. Hasta que era un tribunal estuvimos de acuerdo, ahora que decidimos dejar como instancia de cierre a la Corte Suprema de Justicia ellos ya no se unen, pero la mitad del proyecto lo sacamos adelante porque pudimos ponernos de acuerdo en ese punto. En ese sentido me considero una líder enfática y beligerante pero pragmática también. Qué tal que todo el mundo tuviera que ser perfecto para poderle hablar o solo discutir una proposición. Eso sería imposible, me tendría que ir del Senado. Todos somos igual de imperfectos.
Yo siento que esa combinación de no transigir en la meta ni en los principios, pero entender que tenemos que converger en cosas concretas sin tener que ponernos de acuerdo en todo es lo que nos ha llevado hasta aquí y cada lucha de éstas ha valido la pena. El narcoterrorismo quería llevar a este país a ser Malasia, y no lo pudo lograr. La parapolítica antes de que yo llegara aquí, hace 10 años cuando yo escribí mi primer artículo de parapolítica, tenía la presidencia, el 40% del Congreso y el 50% de las gobernaciones. Hoy no tiene la presidencia, tiene el 17% del Congreso y el 20% de las gobernaciones. Así que ha valido la pena. Hemos domesticado a esos tipos que creían que nos iban a domesticar a nosotros. Nos quedan dos salvajes por domesticar, la guerrilla y la clase política. Y es en ese orden. Solo vamos a poder domesticar a la clase política si primero domesticamos a la guerrilla porque ella es el último eslabón de amparo que le queda a esa clase política corrupta y una mafia vinculada. No les queda nada más. Si sacamos esa excusa y domesticamos a la guerrilla vamos a poder domesticar a la clase política.
LRL: Hablemos de la cultura de liderazgo en el país. ¿Usted cómo describiría la cultura de liderazgo del país?
CL: En el país hay tres tipos de liderazgos. El liderazgo que resiste, no avanza pero resiste porque lo hace por sobrevivir y es un liderazgo impresionante. Usted ve a todas esas mujeres de las organizaciones de víctimas, de desplazados o gente que ha hecho política y los han asesinado. Ese es un liderazgo por la resistencia y la dignidad muy impresionante y muy valioso. No construyen mucho pero resisten y no se dejan borrar de la historia. Esa resistencia afecta todo tipo de ideologías y de personas colombianas.
El segundo tipo de liderazgo es el del privilegio. El liderazgo de los que están en el poder y su fruto del poder es la inequidad. Ellos tienen mucho más de lo que podrían tener el resto y es un liderazgo arrogante, es de los que son dueños de un poder e intocables. Es el liderazgo de los Montealegres, de Sarmiento Acuña, de Santos. El liderazgo de los privilegiados del poder.
Y el tercer liderazgo es el de la gente que aprecia y reconoce el valor de los que han resistido pero les dicen que hay que jugársela por algo que vaya más allá de resistir. Hay que jugársela por cambiar, por tomar un riesgo. Aun si todo no es perfecto. Hay que jugársela por la paz tomando el riesgo de que acabando la guerra podemos construir un país más equitativo. Es un riesgo porque los líderes de privilegio pueden provechar que ya no hay guerra y tomarse todo el poder, pero también puede pasar que se acaba la guerra y eso nos permite domesticar a esos líderes privilegiados. Es un riesgo que hay que correr. Ese es el liderazgo que dice que corramos el riesgo de cambiar porque en parte ese liderazgo a resistir es también una defensa al status quo. Porque podemos legitimar lo que no quisiéramos si tratáramos de hacer un cambio.
Yo creo que hay esos tres tipos de liderazgo en Colombia y siento que el pivote de la transformación política que puede tener Colombia para ser una sociedad más equitativa, para ser un solo país y no tres, para acabar esta guerra y ser la generación que construye un país más incluyente y decente está en que los líderes que proponen el cambio y los que han resistido se junten por un cambio, que va a ser sin violencia y que será lento pero seguro.
LRL: Más allá de los nombres y del papel que están cumpliendo ahora ¿usted cómo ve a la izquierda, a la derecha y al centro derecha del país? ¿Qué les reconoce?
CL: Yo creo que todos estamos reinventándonos y para eso sí que se va a necesitar liderazgo. Empiezo por mí. Yo no puedo pretender hacer política toda la vida a punta de la para-política si esa es solo una parte de la historia del país. Eso me ata al pasado y al liderazgo de la resistencia. Tenemos que dedicarnos a construir una alternativa, a reinventarnos. Nosotros en la Alianza Verde tenemos que aprender a reinventarnos haciendo política que vayan más allá de defender los páramos, el agua o la vida. De tener propuestas concretas de cómo vamos a usar el presupuesto participativo local para acabar con el clientelismo. O de tener propuestas concretas de cómo vamos a hacer la educación para que de verdad sea un vehículo de dignidad social. O digamos que vamos toda la vida en las causas sociales de la izquierda.
LRL: ¿En qué lugar del espectro político considera que está usted?
CL: Verde y continuo. Tenemos que reinventarnos, buena parte de mi gestión este año es reinventarme. Para mí hubiera sido frustrante llegar al Congreso a hacer un debate de parapolítica. Ese debate lo hizo el señor del Centro Democrático, no yo porque yo no vine a hacer lo mismo que hemos hecho. Y yo creo que la derecha también se tiene que reinventar. La derecha en este país tiene que aprender a ganar elecciones sin raspar. Tiene que aprender a gobernar sin justificar lo injustificable porque hay guerrilla. Tiene que aprender y reinventarse. La democracia necesita eso. Necesita que la izquierda deje de hacer política a punta de denuncia y que la derecha deje de hacer política a punta de justificar lo injustificable. Todos tenemos que reinventarnos.
Los ciudadanos que no confían en la política y que no la ejercen, como ciudadanos tienen que ejercer su ciudadanía activa. Votando de manera inteligente, controlando, informándose, proponiendo, movilizándose. Si cada uno de nosotros…
Si cada uno de nosotros, como ciudadano o como líder político, no nos reinventamos este país no cambia. Así de fácil, porque es que este país no va a cambiar porque expidamos una nueva ley, ni porque cambiemos la constitución, sino porque cada quien en su actuar social y político está dispuesto a correr el riesgo de reinventarse.
LRL: Entonces ¿cuál es el catalizador, la paz?
CL: Ese es uno, pero no es el único. En catalizador más importante es acabar la guerra. Una mínima garantía es que la gente pueda confiar en que puede defender sus ideas sin que lo maten. El problema de la guerra es que inhibe muchas voces. Mata a unas e inhiben a millones de voces.
Yo siempre pongo en todas mis conferencias un ejemplo. Antes que la vida, lo que la guerra mata es la ciudadanía. Y la ciudadanía es la única esperanza de cambio de esta sociedad. Si alguien en este momento entra aquí dando plomo, a ninguno de nosotros se le ocurre salir con un cartelito que diga participe, todos estaríamos callados metidos debajo de una mesa tratando de sobrevivir. Eso es exactamente lo que la guerra le mata a este país. La guerra le ha matado a Colombia casi un millón de ciudadanos, pero le ha inhibido a la ciudadanía a 30 millones de colombianos que podrían cambiar este país. Yo no veo algo más que pueda tener un efecto catalizador más importante que eso.
LRL: La política mediática, superficial, de escándalos, simplificante, justificadora, es la que atrae al periodismo político en este momento. Si no es escándalo, no le llama la atención a la gente, y como no le llama la atención a la gente los medios no lo reproducen. Usted ha sido una gran beneficiaria de ese modelo. Por aquí pasan todos los medios porque usted tiene la habilidad de resumir y poner de manera gráfica las cosas de la política. Pero alguna gente la critica porque dice que termina siendo parte de la cultura del escándalo. Del reduccionismo y la caricatura de los problemas complejos. ¿Qué opina de eso?
CL: Esa es otra muestra de mi pragmatismo. Yo no voy a cambiar los medios de comunicación y los necesito para adelantar las causas en las que yo creo. Que otros cambien los medios. Yo los uso como lo que son, un medio de comunicación. Si los medios funcionan de una manera, yo me voy a adaptar.
Ahora, yo trato de hacerlo con rigor, pero parte de mis logros como investigadora y como política, es tratar de combinar dos cosas:
Uno, el tema de los medios no tradicionales, que lo buscan es rigor, profundidad, coherencia.
Dos, los medios tradicionales que usan el escándalo, los grandes nombres, la noticia incendiaria.
Yo no voy a tratar que cambie ninguno, porque a mi me sirve eso. Me sirve la profundidad y el rigor, porque eso le llega a un público. ¿Voy yo a cambiar a RCN y Caracol? ¡No! Yo no los voy a cambiar, pero no voy a depender sólo de ellos. Porque ellos cada vez tienen menos el monopolio del análisis. Si uno tuviera un nivel de reconocimiento sólo por salir en televisión, yo debería tener un nivel de reconocimiento de 90 puntos. Pero mi nivel de reconocimiento es de 30. Eso es importante, pero es bastante repartido.
LRL: Eso suena a que todo es malo. Hablando de liderazgo, hay una iniciativa de grande en este país que es la de la paz, del presidente Juan Manuel Santos. Hay gente que dice que carece de visión, que es debilidad, que no se va a lograr nada. Visto desde el punto de vista del liderazgo es una apuesta realmente transformadora. No es lo que la gente quiere oír, sino lo que realmente produce cambios duraderos.
Desafortunadamente, se usa para beneficio político de todo el mundo. Pero el país tiene que empezar a analizar un poco más serenamente el liderazgo. Es un esfuerzo de paz en materia de liderazgo que no se había hecho, tan estructurado, tan avanzado. ¿Cuál es su opinión sobre eso? Porque estamos en un mundo donde las mayorías solo valoran el liderazgo impositivo, caudilista. Se lo pregunto porque usted ha sido muy responsable en el tema de la paz. Ha dicho que le cuesta políticamente y hay que premiar a los políticos que en el tema de la paz son responsables.
CL: Yo soy una optimista total de nuestras posibilidades de acabar la guerra y de tener un país en paz, porque creo que eso depende de la ciudadanía y no de los Juan Manuel Santos o los Álvaro Uribe. Para concluir la negociación, para hacer la negociación de cómo acabar la guerra, Uribe, Santos y Timochenko son fundamentales. Pero para hacer la paz son casi irrelevantes.
Eso depende más de la ciudadanía común y corriente, de los riesgos que esté dispuesta a tomar, de las decisiones que esté dispuesta a hacer, de los cambios de comportamientos y de liderazgo que quieren hacer ellos, que de ellos tres.
Ese es parte del temor, porque ellos ahí son unos reyes. Pero en la paz, los reyes vamos a pasar a ser los ciudadanos.
Esa es la dificultad, pero por otro lado esa también es la ilusión. A nosotros nos toca sacar este proceso de paz adelante. Nos toca como generación. Yo lo siento como una responsabilidad, no por mí, porque yo ya me morí de buenas en este país. A mí ya me fue bien, así me mataran mañana. Yo ya logré mucho más de lo que hubiera pensado lograr.
Pero hay 15 millones de colombianos que si la pagan muy duro con esta guerra. Negros, indígenas, mujeres, campesinos que la llevan en la mala. Les quitan la tierra, les reclutan a los hijos, les violan las hermanas, las primas. Es miserable lo que les pasa.
Ser la generación de la paz es decir que primero están esos 15 millones de colombianos. Vamos a poner por primera vez en la historia de este país como prioridad a esos 15 millones de colombianos en su mayoría étnicos, mujeres, niños y pobres. Vamos a ponerlos de prioridad por primera vez en 200 años, porque o sino este país no sale adelante.
¿Cuál es la dificultad? Que esos 15 millones de colombianos tienen muy poca representación y voz. Nosotros tenemos que poner nuestra vocería a su servicio. En este senado no hay una sola mujer negra. En este congreso no hay un campesino con ruana, y esa es parte de la historia que tenemos y de la guerra que vivimos. Ese es el resultado del país que tenemos. No podemos esperar a ver si algún día ellos pueden representarse adecuadamente a ver si podemos acabar esta guerra. A nosotros los más privilegiados, los urbanos, los blancos, las mujeres mejores educadas y con mejor salario, nos va a tocar hacer de vocería de esos colombianos, si queremos salir de esta guerra. Y nos toca hacerlo con la siguiente dificultad: este es un proceso de paz en el que no tenemos un De Klerk, tenemos a Uribe, y no tenemos un Mandela, tenemos a Santos. Eso fue lo que dio la tierrita, y con eso nos toca hacerlo.
La oportunidad es que este país tiene 60 años de guerra, y es el único país del mundo que tiene 30 años de experiencia en paz. Nadie en el planeta tierra ha hecho 10 procesos de paz. Eso sólo lo ha hecho Colombia, lo que quiere decir que aquí se sabe cómo es desmovilizar a unos delincuentes, reincorporarlos, rehacer pactos políticos. Tenemos que usar esa experiencia en nuestro favor. Me parece muy bien que nos cuenten de los proceso de Irlanda de Sudáfrica, pero nadie en el mundo tiene más experiencia que nosotros. Está muy bien escuchar a los demás, pero sobretodo tenemos una gran oportunidad de aprender de nosotros mismos. Si aprendemos de nuestra propia historia, y si logramos salir de estos tres sujetos que representan un grupo y una élite más grande, si logramos domesticarlos para que entre ellos no se maten, de ahí para adelante las oportunidades que tiene este país a punta de ciudadanía son enormes.
LRL: Esta pregunta no le gusta a los políticos: hablar del liderazgo de otros. Pero hay que empezar a reconocerlos. Cinco nombres:
¿Liderazgo de Antonio Navarro?
CL: Extraordinario. Lo mejor de estar en este congreso. Pero es exactamente lo contrario a lo que yo podría definir como mi estilo de liderazgo. Él es la sabiduría, es la ponderación, la moderación. Un hombre que entendió desde el día uno que el que tenía que reconciliarse con el país era él, y no el país con él.
LRL: ¿Liderazgo de Humberto De La Calle?
CL: Ese sí que es un patriota. Más que Juan Manuel Santos, él se ha echado al hombro el ver cómo salir de esta guerra, junto con Sergio Jaramillo. Ojalá el presidente Santos tuviera la cuarta parte de la compresión de lo que significa hacer la paz que tienen De La Calle y Jaramillo.
LRL: ¿Liderazgo de Gustavo Petro?
CL: El desperdicio del exceso.
LRL: ¿Liderazgo de Álvaro Uribe?
CL: Le tenga una gran admiración a Uribe como líder en muchos sentidos. Su perseverancia, su constancia, su disciplina. Él tiene fama de caudillo, pero entiende que necesita tener toda una organización a su alrededor. Le dedica mucho tiempo a construir esa organización y ese colectivo es enorme.
LRL: ¿Liderazgo de Juan Manuel Santos?
CL: Nos toca cargar con ese líder. Es un liderazgo cínico. Es el liderazgo de la arrogancia del poder, un liderazgo mediocre.
Un líder tiene que saber interpretar a su sociedad, conducirla, inspirarla.
LRL: Pero lo fácil es interpretar una sociedad que está enceguecida de rabia, adicta a la violencia, que sólo quiere más guerra. El liderazgo de decir “ese no es el camino, es este otro” y pagar políticamente por ello, resulta interesante para un historiador.
CL: Digo que es mediocre porque es que uno no mete la cabeza por semejante camino tan difícil, cosa que yo le reconozco, para ejercer las cosas de manera mediocre.
Juan Manuel Santos es la combinación del liderazgo valiente y de asumir la causa más difícil y complicada de este país que es acabar la guerra, pero lo ejerce mediocremente.
Santos se mete con valentía y con visión en el tema que corresponde y como corresponde y luego lo ejerce mediocremente. Lo ejerce sin entender que tiene que inspirar a la población, no sólo en la paz, sino en qué le va a traer la paz. En qué significa para él, en lo que está dispuesto a ceder él, a mejorar, a cambiar.
Acaso Juan Manuel Santos ha salido a decir “yo estoy dispuesto a compartir mi posición como élite privilegiada de este país con ustedes y no con Timochenko”
LRL: Pero ¿eso no sería muy costoso políticamente?
CL: Bueno, pero entonces ¿A cambio de qué es la paz? De que él tenga un Nobel y ya. Ahí es donde se vuelve mediocre. Este es un tema complejo.
Lo que tiene de valentía le sobra en mediocridad. Ese es parte del problema de que estemos tan atrapados en lo que estamos.
LRL: Dentro de 20 años los historiadores escogen estudiar este momento político y se les pide “escoger cinco líderes para analizar y entender este momento”. ¿Qué cinco líderes escogería usted para estudiar?
CL: Yo creo que en el futuro la gente va a estudiar líderes como Nicanor Restrepo o Carlos Enrique Cavelier. Personas que lograron entender que para hacer una economía moderna, ellos tenían que entender que tenían que actuar como capitalistas modernos y no como capitalista salvajes. Hay un tipo de personas como ellos que esta sociedad va a reconocer.
Va a reconocer a personas como Antanas Mockus, que fue capaz de decir “la vida por encima de todas las cosas”, “la vida por encima de cualquier otra diferencia”. “La vida es sagrada” y “los recursos públicos son sagrados”. No hay que ponerse de acuerdo en mucho más, podemos tener diferencias en muchas otras cosas. Pero en esas dos cosas tenemos que estar de acuerdo y ser coherentes en defenderlas.
Va a reconocer a líderes como Juan David Aristizábal de “Todos por la Educación”. A todo ese combo de muchachos que salió a decir “vea yo ya tengo educación, pero yo ahora quiero que mi sociedad se comprometa a que todos la tengamos”.
A las mujeres que lideraron este cambio. ¡A todas las mujeres involucradas! Mujeres como Carmen Palencia, como Martha Ruiz, como María Teresa Ronderos, como Diana Sofía Giraldo. Mujeres que lideraron cada una desde su posición y en sus respectivos roles. Ellas están jugando un papel fundamental en este momento.
En 20 años van a decir “ellas, esas mujeres, esos jóvenes, esos líderes empresariales que entendieron que tenían que ofrecer un capitalismo moderno, y los que estaban al frente sirvieron para acabar la guerra. Los Timochenkos, los Santos y los Uribes ayudaron a acabar la guerra, pero esos otros fueron los que hicieron la paz”.

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