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En este perfil de la Red Líder hablamos con Humberto de la Calle sobre su vida, el liderazgo colectivo en el Acuerdo de Paz y su futuro.

Información del líder
Humberto de la Calle. Foto: Mateo Rueda
 
Nombre del líder
Humberto de la Calle
Lugar y fecha de nacimiento
Manzanares, Caldas. 14 de julio de 1946
Ciudades donde ha vivido
Manizales, Bogotá D.C., Madrid, Londres y Washington
Estudios
Derecho en la Universidad de Caldas
Actividades profesionales
Abogado. Continúa prestando asesoría a la Oficina del Alto Comisionado para la Paz
Profesión frustrada
Medicina con énfasis en psiquiatría
Líderes admirados
Barack Obama, Papa Francisco, Winston Churchill, Sigmund Freud
Columnistas favoritos
Rudolf Hommes, Carlos Caballero Argáez, Guillermo Perry, Héctor Abad, Rodrigo Uprimny, César Augusto Londoño, Ana Milena Muñoz, Santiago y Armando Montenegro, Francisco Gutiérrez, entre otros
Libros leídos recientemente
Mantengo en mi móvil los 50 libros que estoy leyendo al tiempo entre esos ‘Genoma, autobiografía de una especie’. ‘Sapiens’. ‘Homo Deus’. ‘The Next 100 Years’ de George Friedman. ‘El Café existencialista’. ‘Big Data’. ‘El liderazgo de Jesús’. ‘Las leyes del Liderazgo’. ‘Economía para Dummies’. ‘La Biografía del Che Guevara’. ‘Rayuela’ y algunos libros de Tomas González
Políticamente correcto
Lo era, ahora me parece que es necesario cierto margen de incorreción en la política
Causas que apoya
Lucho contra las corridas de toros habiendo sido taurino en mi juventud. El enfoque de género y la igualdad de derechos
Películas favoritas
Durante 6 años no pude ver cine por estar en La Habana. He visto recientes ‘Hasta el último hombre’ y ‘El cliente’. Del pasado, y películas clásicas vi ‘Sarajevo’. En mi juventud, ‘La nueva ola francesa’.
Música favorita
Bastante ecléctico. Jazz, clásico, boleros, tango, rock, ahora he recuperado grupos como Kings of Leon o Foster The People
Churchill o Gandhi
Ambos por su capacidad de cambio
Bolívar o Santander
Es una encrucijada. Tengo más cercanía con Santander por razones intelectuales y profesionales, por el tema del trabajo reposado y serio, fue batallador. Bolívar es más una gesta heroica militar.
Qué opina de Barack Obama
A pesar de la controversia sobre la eficacia de su gobierno, tiene un lenguaje espiritual muy importante en términos de respeto, de tolerancia y reconocimiento de derechos a las minorías. Me parece que dejó una huella en particular con la paz, brindó apoyo permanentemente al Acuerdo.
 
Reflexiones

La Red Líder: El propósito fundamental de la Constituyente del 91 era la paz. Pero después de expedir la Constitución, Colombia vivió una de la etapas más violentas de su historia. ¿Ahora sí se podrá implementar una Constitución tan transformadora como la del 91?

Humberto de la Calle: El mensaje central de valores implícitos en la Constitución del 91 es el camino de la paz, lo fue y lo sigue siendo. Ahí no veo ninguna contradicción entre esa época y esta.

Porque los valores son la inclusión, integración territorial, respeto a la descentralización, utilización racional tomando en cuenta el interés de las regiones más apartadas, búsqueda de una mayor representación política de estas regiones, como pasa con las circunscripciones especiales de paz. Coinciden completamente con el deseo constitucional, enormes dosis de participación ciudadana que fue una de las bases de la Constitución del 91.

Repito, ésta ha fracasado en la macro participación política -como los referendos- pero hay gran ebullición en las comunidades que son justamente la base del Acuerdo de La Habana. También para programas de desarrollo con enfoques territoriales, limpieza de la política, lucha contra la financiación indebida de la política -que no lo hemos logrado y que son todavía tareas vigentes- mejoramiento del sistema electoral, transparencia del mismo, inclusión de nuevas fuerzas, un sistema más equitativo, la utilización de bienes públicos para la política.

Eso se hizo en la Constitución del 91 y sirvió también para lograr el Acuerdo.

LRL: Pero los del No creyeron que el Acuerdo cambiaba la Constitución

HdlC: Las disposiciones del Acuerdo no están dirigidas a cambiar la carta de derechos ni la esencia de  la Constitución, sino a buscar una Jurisdicción Especial Transitoria. De modo que son previsiones netamente transitorias, que no sustituyen la Constitución, y al contrario, me parece que son los ideales originales los que permitieron lograr aquí la paz. Luego, para mí, al revés de lo que piensan muchos, es ese mismo mensaje de la Constitución del 91 el que ha permitido tener éxito en lo que hemos logrado ahora.

LRL: Usted ha estado en los dos momentos culminantes de la historia contemporánea de Colombia: la nueva Constitución y el fin del conflicto armado. Ambos han sido negociaciones. ¿Qué de su manera de ser lo ha predispuesto al rol histórico de negociador?

HdlC: La Constituyente se concibió inicialmente como un cuerpo elegido para refrendar un pacto político que iban a hacer las fuerzas políticas, liderado por César Gaviria a través de un proyecto oficial. Cuando me vinculo a esta causa iba a ser el vocero del Presidente en la Constituyente para la defensa de ese tema. La Corte Suprema desbarató eso, y dijo ‘si hay Constituyente tiene que ser soberana, aquí no puede haber ningún acuerdo previo’. De modo que por ser una Constituyente soberana discutió los proyectos con toda libertad.

Esto generó un cambio inmediato de la correlación de fuerzas y de la presencia del Gobierno. Fue tal la reafirmación de la soberanía de la Constituyente que en el reglamento prohibieron la entrada de todos los ministros con excepción de la mía, por ser el Ministro de Gobierno. Cuando entré al salón de la Constituyente no existía un sitio para mí como ministro, me acomodé en las sillas donde estaban los invitados. Lo que hice fue obrar con toda humildad y paciencia. Nunca dije: ‘exijo esto porque soy la voz del Gobierno’.

Me dediqué, como los demás constituyentes, a discutir y presentaba las ideas del Gobierno. Las presentaba en tono menor, con cuidado, con respeto por los demás, y finalmente logramos tener una Constitución en medio de una ovación, en la que muchos me recuerdan y otros seguramente no.

¿Qué fue lo que le sirvió?

Hdlc: Lo que allí me sirvió fue el respeto por otras ideas, la humildad, la paciencia, y eso se replica en La Habana, justamente porque no llegué de manera arrogante. Algunos decían ¿por qué De la Calle no arrodilló a las Farc? ¿Por qué no responde públicamente las intervenciones de Márquez? Lo que planteo es que no es una pelea de gallos, ni al país le interesa una pelea entre De la Calle y Márquez, les interesa es que haya un Acuerdo y lo logramos.

LRL: Esa capacidad de negociación la ejerció con el M-19 en la Constituyente y las Farc ahora. ¿Qué concepción de la sociedad le ha permitido llegar a estos acuerdos con sectores extremistas en un sistema político dominado por el anticomunismo?

HdlC: Cuando me dicen negociador me siento un poco raro, no tengo mayor capacidad para negociar. Más bien es tener sentido común, orientación política, paciencia y humildad. Eso me permite dar un segundo escalón en la respuesta, y es que probablemente estas características me han servido para lograr los propósitos. Pero eso no quiere decir que carezco de ideales políticos u orientación política firme.

Me parece que es una combinación de ideas a las cuales me debo y que defiendo en todo momento, con una perspectiva de amplitud y de buscar, en este caso, los resultados que se obtuvieron. Luego pienso que es combinación de convicciones, tratar de no dejarse llevar por la coyuntura.

Siempre me hago la metáfora de un baile. La gente está bailando, entonces el que está bailando no ve todo, ve pedazos del baile. Pero si uno se sube al balcón donde está la orquesta y mira desde arriba tiene una mejor visión. Siempre trato de separarme de la coyuntura y pensar más bien qué es lo que se viene para Colombia. No soy muy bueno en el ajedrez, pero lo que hago siempre es pensar, si tomo esta decisión vendrá esta réplica, y entonces puedo ir previendo el futuro. De modo que esto también me ayuda mucho.

Siempre trato de separarme de la coyuntura y pensar más bien qué es lo que se viene para Colombia

Humberto de la Calle

LRL: Cómo describiría el liderazgo de Juan Manuel Santos en el proceso de paz?

HdlC: Él venía del Ministerio de Defensa, para él lo fácil hubiera sido seguir con la inercia de la guerra -era lo que ya sabía hacer- pero romper la inercia es parte del liderazgo y hay que reconocer que Santos lo hizo y está saliendo adelante.

LRL: En el proceso de negociación usted logró una hazaña: que la clase dirigente que se oponía al proceso lo respetará y encontrará que usted ofrecía garantías de seriedad y verticalidad frente a las Farc. No logró lo mismo el presidente Santos. ¿Cómo lo consiguió usted?

HdlC: No quisiera entrar en esa comparación. Porque es el presidente Santos al que le toca cargar con la responsabilidad mayor, obviamente que muchas consecuencias de lo hecho se le atribuyen a él con toda razón porque es la figura que adelantó el liderazgo del proceso. Con los sectores adversos siempre lo que hice fue decir la verdad. Me reuní infinitas veces. Por ejemplo, con gremios tuve una confrontación dura, preguntas difíciles y me pareció que el mejor camino era siempre decir ‘mire, la propuesta del Gobierno es esta, no estoy de acuerdo con sus críticas, las respeto pero es bueno que mire desde este punto’. Digamos que era un proceso bastante racional.

LRL: Mientras que el proceso de paz le costó a Juan Manuel Santos su capital político en materia de favorabilidad, para usted representó un enorme crecimiento en favorabilidad según dicen las encuestas. 

HdlC: Es un fenómeno paradójico. Ya exalté el liderazgo del presidente Santos. Nunca pretendí, ni se trata de competir con el liderazgo del Presidente, seguramente también por eso la mayor responsabilidad pesa sobre los hombros de él.

Respecto a lo que hice -sin ánimo de comparación- creo que me sirvieron varias cosas. En primer lugar, en la mesa no nos orientamos por el síndrome de San Andresito.

LRL: ¿Qué es el síndrome de San Andresito?

HdlC: Los colombianos siempre negocian sobre la base de pedir 200 para obtener 100, y eso sucede hasta cuando se hacen las leyes. Estas últimas se hacen estrictas, en materia penal, previendo la reducción de pena. Eso no lo hicimos en la mesa de La Habana. Siempre lo que propusimos o fijamos como posición del Gobierno era muy cercano a lo que realmente  queríamos obtener. Al principio las Farc no creían, siempre pensaban que teníamos algo más previsto, pero se fueron educando a que obramos con honestidad. Esto se tradujo a los ciudadanos, ya que lograron entender. Pienso que hay gente que lo que hace es agradecer el sacrificio de estar allí casi seis años, separado de la familia, discutiendo con una guerrilla armada, pero no soy capaz de dar una explicación integral.

LRL: ¿Qué opina de que la paz se esté consiguiendo con el apoyo de los sectores más clientelistas. ¿Considera que la clase política se enterró el cuchillo con la paz, porque ahora es ella el enemigo público número uno?

HdlC: En efecto, el Presidente ha logrado un apoyo enorme en el Congreso. La refrendación en el Congreso del Acuerdo fue a través de una mayoría abrumadora, y luego la utilización del fast-track también. No vería esa doble paradoja o ese choque de intereses.

En medio de todo, el Congreso con sus fallas, y los partidos que las tienen, sin embargo, en esta coyuntura lo que han hecho es cumplir con un propósito político elevado. Me parece que el compromiso de la mayoría del Congreso con los Acuerdos obedece al deseo de cimentar la paz en Colombia. El Congreso está cumpliendo con la tarea que le corresponde.

LRL: Usted era Ministro de Gobierno cuando se negoció con las Farc en Tlaxcala. ¿Cree que al gobierno Gaviria le faltó visión en ese momento para haber conseguido una paz que le habría ahorrado a Colombia los peores veinticinco años del conflicto armado?

HdlC: No. Las Farc creían en ese momento que tenía posibilidades de vencer en la lucha armada. Eso quedó claro después, mediante informaciones de inteligencia. El primer discurso en la mesa de Caracas -que fue el primer escenario de esas conversaciones- que pronuncié como ministro de Gobierno mostraba una ruta bastante clara. Era un llamado a la reconciliación, una apertura hacia transformaciones profundas en la sociedad, la oferta de discutir esas opciones con la Coordinadora Guerrillera, porque no eran solo las Farc si no los cuatros grupos guerrilleros. 

Los acontecimientos de orden público no favorecieron esas conversaciones. Comenzamos a trabajar sobre el cese al fuego, que era un poco el sentimiento popular y también de la guerrilla, pero no había la suficiente madurez y por eso en La Habana cambiamos el orden, para lograr primero acuerdos que cimentaron la posibilidad del cese al fuego.

Cuando volví a Caracas, le dije a la Coordinadora Guerrillera que la ruta de la paz estaba en la Constitución del 91, en ese momento recién aprobada. Ya allí el que lea ese discurso entenderá que se había vuelto inviable el proceso de paz de esa época, fundamentalmente porque el diagnóstico de las Farc fue erróneo. Ellos tenían la creencia, en especial Manuel Marulanda, de que ellos podían hacerse al poder con las armas.

LRL: Como con el proceso de paz, ¿cree que al posconflicto le va a ir mejor que lo que creen muchos colombianos?

HdlC: Le va a ir mejor, porque me parece que la decisión de las Farc de la dejación de armas y de ingresar a la vida civil es irrevocable.

¿Qué va a pasar?

HdlC: Algo sí va a cambiar en el panorama y en el ambiente político, y es que tenemos que acostumbrarnos a unas Farc radicales, con una ideología absolutamente radical. Y eso hará parte del sistema político. Va a ir ocurriendo en la medida en que las Farc vayan adoptado los ritos de la democracia, no para cambiar de ideología sino para entender que el juego es el del respeto a las ideas ajenas.

Ahora veo una enorme desproporción, que me parece producto de una visión extremadamente superficial. Por ejemplo, en esto de las zonas de normalización, que algunas no estaban preparadas, las críticas respecto a los elementos puramente logísticos me parecen un poco sorprendentes porque se centra la discusión en las deficiencias y no en el milagro que está sucediendo. Ver las columnas de las Farc ingresando a las zonas de normalización era un sueño después de 52 años de conflicto.

¿Cree que los colombianos no lo hemos valorado en su justa proporción?

HdlC: En lugar de estar bailando de satisfacción por el fin de la guerra, comenzamos a ver las pequeñas deficiencias y a darle una sobrevaloración inaceptable. El cambio no se mira.

Por ejemplo, desde la perspectiva de Estado y de gobierno, cómo se logró la refrendación en el Congreso, cómo está funcionando el fast-track, cómo se aprobó con urgencia la ley de amnistía, y cómo estamos trabajando en la Jurisdicción Especial para la Paz.

A veces es difícil comprender a Colombia: ante semejantes resultados, una pequeña discusión logística sobre algunas zonas de concentración, me parece que es desproporcionado. Esto me recuerda una leyenda árabe, no sé si exista o me la estoy inventado: pensemos en un árabe que se casa con la mujer ideal pero la noche de bodas la devuelve a sus padres porque tiene un lunar en la planta del pie. Eso es lo que realmente está pasando en Colombia, en vez de estar bailando.

Cuando terminó la Segunda Guerra Mundial se bailó en las calles de Manhattan, y en Colombia decretamos el cese al fuego y prácticamente no fue noticia. Termina la guerra y seguimos en medio de una discusión. Y ahora entran las Farc a las zonas de normalización y el problema de discusión diaria es ¿por qué faltaron toallas? ¿por qué se pudrió la carne?. López Pumarejo dijo, ‘en Colombia se dice, como la fiesta está buena, ahora si vámonos’.

Tengo una deuda de agradecimiento enorme por Juan Manuel Santos, pero no estoy en política activa.

Humberto de la Calle

LRL: ¿Se considera uno de los representantes más progresistas de la Unidad Nacional?

HdlC: No me creo propiamente miembro de la Unidad Nacional, tampoco soy funcionario público. Tengo una deuda de agradecimiento enorme y un respeto por Juan Manuel Santos, pero no estoy en política activa y no me autodenominaría como miembro de esa agrupación o coalición política.

Sí me considero progresista en el sentido de tener un profundo convencimiento de las ideas liberales. La creencia en la libertad en todos los órdenes, incluida la libertad económica, la creencia de que la democracia es un sistema que permite corregir sus propios defectos. El rechazo a todo tipo de imposición y autoritarismo, venga de donde venga. He pretendido siempre tener una mente fresca, trato de estar al día. Pertenezco a una zona progresista sin radicalismos de la política ideológica colombiana.

LRL: ¿Considera que el Acuerdo de Paz es una reforma progresista?

HdlC: Considero que es profundamente progresista.

LRL:¿En qué sentido?

HdlC: Hay gente que mira el Acuerdo solo con el fin de terminar un conflicto, que solo se dejan unas armas, y es totalmente al contrario. El Acuerdo abre enormes oportunidades. Por ejemplo, el tema rural es lo que suele llamarse una asignatura pendiente de todos los colombianos. Lo que pasa es que nos olvidamos de los campesinos, de los raspachines, los que están en cultivos de coca, los que están más apartados de Colombia. No hay sensibilidad en la vida urbana frente a esa otra Colombia invisible.

El tema de la apertura política. Las medidas para superación del problema del narcotráfico, no se va a acabar de un día para otro, pero creo que la política frente a los cultivos ilícitos se enfocó de manera bastante razonable. Y un tema de justicia, que tiene como centro de gravedad las víctimas, el reconocimiento de los derechos de las víctimas, la verdad.

Eso lo que genera es caminos, y en ese sentido sí creo que es una visión progresista. Y me adelanto a las críticas, alguien me va a decir ¿y por qué tenía que negociar esa visión progresista con las Farc que son un grupo terrorista que utiliza las armas y la violencia? Es que precisamente, de lo que se trata es de terminar el conflicto y utilizar el fin del mismo para un camino nuevo y una transformación de Colombia. Me parece que es una actitud políticamente razonable y moralmente sólida.

LRL: Cómo describiría políticamente el Delacallismo, ya que ahora tiene identidad política propia y dejó de ser gavirista o santista?

HdlC: Sería demasiado arrogante decir qué tanto Delacallismo hay, no tengo la medida de eso. Me defino como representante de una visión progresista, respetuoso, sin arrogancia, que no busca el autoritarismo como respuesta para todo, que es sensible a la inequidad social.

Hace poco encontré un dato en Colombia: el índice de GINI no varió durante el Frente Nacional. Es increíble que todo el esfuerzo tributario no modifique la profunda inequidad social. A un economista le oí, pero eso si no lo tengo comprobado, que incluso era más malo el GINI después de impuestos, que antes de impuestos. Algo tenemos que estar haciendo mal en esta sociedad si no somos capaces de vencer la inequidad, eso no es demagogia, eso es sensibilidad. Ese es el tipo de ideario que tengo.

LRL: ¿Qué consejos le da a los negociadores con el ELN?

HdlC: Eso de dar consejos es imposible y menos cuando no han sido pedidos. Y frente a ese grupo, que es tan difícil, no me atrevería a dar ningún consejo. Confío en el doctor Juan Camilo Restrepo, aprovecho para decir que fue muy útil para nosotros también en la mesa de La Habana, sobre todo en el punto 1 (rural). Él es un hombre con una gran ponderación y examinará las circunstancias y las crisis que seguramente vendrán, pero no quiero entrar en ese papel de consejero.

LRL: ¿Cuál cree que es el rol de las mujeres en el posconflicto?

HdlC: Enorme. Justamente uno de los elementos que pasa desapercibido o calumniado es el enfoque de género.

Insisto, Colombia es un país raro. Cuando se adoptó el esquema de enfoque de género en los Acuerdos recibimos un aplauso universal, pero en Colombia terminamos en la degradación de decir que lo que queríamos era destruir la familia, con la supuesta ideología de género. Sucede que el enfoque de género se basa precisamente en la mayor victimización de la mujer, la mujer ha sido victimizada como esposa, como madre, como hija. Muchas mujeres han quedado solitarias, abandonadas con sus hijos, afrontando las vicisitudes de lo que viene en el posconflicto. Cómo alguien se atrevió a criticar que se diera prioridad a la mujer en esas condiciones. Eso es el enfoque de género.

Lo que dijimos es que el conflicto había golpeado de forma diferente a los colombianos. Probablemente alguien que viva en la carrera séptima en Bogotá no lo sintió nunca. En un viaje que hice a Montes de María me reuní con 20 o 30 líderes campesinas, y verdaderamente líderes y verdaderamente campesinas. Allá entienden el enfoque de género de manera extraordinaria.

Por lo tanto ¿cuál es el papel de la mujer? Justamente por esa condición de mayor victimización me parece que también es la semilla de transmisión de valores de reconciliación. Es en hombros de muchas mujeres, que se va a jugar el papel fundamental, particularmente para la reconciliación, que es algo distinto al perdón. El perdón es algo individual y cada quien piense si perdona o no. La reconciliación es la recreación del tejido social y de conocernos como colombianos, y me parece que la mujer es la que tiene ese papel de correa de transmisión de esos valores.

LRL: Se dice que el país está indignado. ¿Considera que eso es producto del proceso de paz con las FARC?

HdlC: Hay muchas cosas. En mi barrio -Campo Hermoso- cuando jugábamos trompo existía un trompo de poner, que es cuando a uno le iban a pegar, uno tenía un trompo para el golpe. El proceso de paz terminó siendo el trompo de poner en la discusión política. Lo que me parece es que no se está discutiendo el proceso ni el Acuerdo como tal, sino que se justifican en este para una confrontación política.

Siempre la democracia se configura como base de confrontación. Lo que pasa en Colombia es sumamente grave, porque lo que aquí se ve es una cascada de insultos, que me parece no son razonables, y llevan a la política a ser extremadamente irracional. Francamente, creo que las aguas bajarán, el horizonte cambiará.

Sí creo que las Farc dejarán las armas, me parece que estamos en un momento de transición donde los colombianos tendremos que acostumbrarnos a ver a las Farc en la vida política colombiana. Ellas tendrán que acostumbrarse a respetar las ideas ajenas y a discutir con serenidad, sin renunciar a sus ideas. Y creo que eso se va ir decantando hasta el punto de superar la conflagración, que en parte es coyuntural. Tiene que ver con futuras elecciones, y también con que utilizamos conceptos nuevos difíciles de vender frente a las Farc, absolutamente impopulares.

LRL:¿Cómo qué conceptos?

HdlC: Por ejemplo ¿cuál es el estado mental de un colombiano respecto a las penas? Pues la cárcel. Es como un reflejo condicionado, un señor delinque, pues se va para la cárcel, es como silogismo imborrable. Nosotros dijimos: pensemos dos veces. Para una jurisdicción de transición, de finalización de un conflicto, si el interés es el de las víctimas, ¿no será mejor unas sanciones más reparadoras que simplemente el punitivismo tradicional? Más exactamente, para una madre de Bojayá, ¿qué es más útil? ¿que el señor de las Farc se vaya para La Picota o que tenga que ir a Bojayá a dar la cara, reparar los daños que hizo y buscar la reconciliación pidiendo perdón y contando la verdad? Creo que lo segundo, pero como eran ideas nuevas, muchas personas reaccionaron de forma negativa.

Lo mismo pasa con los elementos internacionales del Acuerdo, cuando se habló por primera vez del bloque de constitucionalidad, de llamarlo ‘Acuerdo Especial de la Vigencia del Protocolo de Ginebra’. Ahí tengo una crítica para mis colegas abogados, se encerraron en el derecho nacional y en una mirada muy limitada. Incluso, algunos llegaron a decir que estábamos atentando contra el Estado de Derecho, sin ver que nosotros también veíamos en fuentes internacionales que algunas son imperativas. Me parece que todo eso se va ir rescatando, miro con optimismo lo que va a pasar en el futuro.

LRL: En la Cumbre de los Premios Nobel se le acercaron muchos jóvenes para solicitarle que fuera presidente. 

HdlC: Sobre candidaturas no quiero profundizar, ni hacer algún comentario que se entienda como un anuncio. Me limito a decir que tengo una mente joven y tengo una visión progresista. Sí me siento sincronizado con muchas de las aspiraciones de los jóvenes, y particularmente en lo que tiene que ver con los acuerdos, pues a mí sí me pareció muy conmovedor cuando tuvimos las dificultades inherentes al Plebiscito, la manera en la que tantos jóvenes colombianos se volcaron a apoyar el Acuerdo. Me parece que ahí hay un nexo espiritual importante.

LRL: ¿Si no es candidato presidencial qué va a hacer?

HdlC: La Constitución y la paz son indelebles, en lo que me reste de vida será lo que me defina. Pienso seguir actuando en la defensa de esos mensajes centrales que se desprenden de allí. Luego habrá que ver en qué escenarios, pero lo que sí quiero es seguir contribuyendo a preservar lo logrado.

 

 
Perfil de liderazgo
Humberto de la Calle. Foto: Mateo Rueda

La Red Líder: ¿Cuáles considera que son esas influencias que han determinado su estilo y motivaciones de liderazgo?

Humberto de la Calle: En mi juventud, cuando estaba en la universidad -y esto puede sonar un poco raro- con la división liberal entre Carlos Lleras Restrepo y Alfonso López Michelsen, estuve con Carlos Lleras. Más adelante, cuando vivía en Bogotá y tuve la oportunidad de tratar a López Michelsen, aprendí a admirarlo.

En mí vida fue fundamental la influencia de César Gaviria, no solo en lo ideológico y en lo personal, sino en la acción de Ministro de Gobierno por haber trabajado en la Constituyente.

Fui cercano -sin ninguna figuración- a Virgilio Barco. Me parece que fue uno de los grandes presidentes de Colombia, y que no ha sido lo suficientemente exaltado. Se habla de su enfermedad o de algún tipo de limitación, pero esto es muy injusto porque realmente aportó a la configuración de la estructura moderna del Estado.

En primer lugar, el trabajo de la Constituyente hacía parte de las banderas de Barco. En segundo lugar, por la claridad de metas, tenía muy claros los propósitos de su gobierno. Aunque personas digan que en momentos estuvo distraído, esto no es cierto, él sí tenía muy claros los propósitos de su gobierno. Y tercero, por la valentía personal, me tocó estar con él al otro día del atentado al DAS, hacia las 7 de la mañana me lo encontré, y lo que irradiaba era valentía.

LRL: ¿Cuáles cree que fueron sus primeros rasgos de liderazgo?

HdlC: En mi niñez viví en un barrio que se llamaba Campo Hermoso. Era un barrio de clase media, que por ser nuevo en Manizales gozábamos de gran libertad. Al encontrarse en la periferia de la ciudad se podía caminar por los bosques. Era una época de mucha inseguridad en Colombia pero Manizales era un remanso de paz. En vacaciones todos los niños salíamos y estábamos todo el tiempo en la calle jugando o en los bosques aledaños. Entre los múltiples ejercicios que hice en esos momentos, fue crear un Senado. Conseguimos en una casa unas bancas y realmente nos sentábamos a debatir. Hace poco encontré unas actas del senado, donde se encuentra quiénes participábamos y cómo lo hacíamos, fui quien lo presidió. Estamos hablando de cuando tenía 8 o 9 años, de modo que podríamos decir que esa fue una primera manifestación de liderazgo porque actuaba como presidente y era quien de cierto modo empujaba ese senado infantil.

LRL: ¿Cómo cree que maneja la inteligencia emocional?

HdlC: Entendiendo por inteligencia emocional la capacidad de adaptarse, de escuchar, de ponerse en la perspectiva del otro, de mirar de allá para acá. Creo que si la tengo. De hecho, ahora dicen que se necesitaba mucha paciencia en La Habana y claro que se necesitaba. Aunque realmente no soy tan paciente. Lo que si creo que hice fue un esfuerzo de estar modulando cada circunstancia, examinando la táctica, mirando el interés del otro para ver donde podíamos confluir. Me gusta mucho oír, a diferencia de las personas que solo se oyen a sí mismas. El diálogo lo entiendo como una forma de aprender. Soy muy tímido y eso puede ser un impedimento. Hay momentos en las relaciones sociales donde no tengo la soltura que debería tener, aún así me siento preparado para interpretar situaciones y personas.

LRL: ¿Qué adversidades ha tenido que superar?

HdlC: He tenido grandes reconocimientos, más de los que hubiera pensado en cierto momento. Es decir, el destino -o como se quiera llamar- ha sido extremadamente generoso. Ya mencioné el tema de la Constituyente, que fue para mí una gran retribución, digamos que hubo un reconocimiento bastante significativo. Antes de esto tomé las riendas de la Registraduría Nacional del Estado Civil en 1982, y el desafío era la modernización. Era un momento muy crítico para la Registraduría, hicimos la primera sistematización de datos. Digamos que es una historia antigua de la que ya nadie se acuerda, pero era un reto para mí también. Pero entre éxito y éxito ha habido adversidades. Momentos muy difíciles, por ejemplo, el tema de mi renuncia a la Vicepresidencia, toda la crisis del Proceso 8000. Luego, en cierto momento parecía que había quedado liquidado en la vida pública, de modo que me dedique a mi profesión de abogado, pero la vida de nuevo me vuelve a traer a este campo. Justamente por las altas, las bajas, las derrotas y las dificultades, hoy tengo una gran tranquilidad.

LRL: ¿Cree en el liderazgo colectivo, cómo lo entiende?

HdlC: Es una pregunta muy interesante. Hace poco tuve una intervención en el Premio Mejores Líderes de Colombia, hablé justamente de liderazgo colectivo. Creo que está absolutamente vigente para las próximas decisiones que deben tomar los colombianos. Me parece que justamente dentro de este propósito -que ya he manifestado de consolidar la paz y abrir espacio de reconciliación- solamente se puede lograr a través de un conjunto de personas. Por lo tanto no comparto fórmulas de liderazgo individual, mesiánico, de personas que se pueden considerar indispensables, ni creo que sea el camino para Colombia.

Creo que frente a las decisiones próximas de carácter electoral, lo que conviene es que se creen grupos que busquen la creación de acuerdos iniciales, plataformas comunes, temas programáticos, que no sean la tradicional burocracia, sino que realmente constituyan un programa pactado previamente. De modo que al constituirse un programa pactado se da una mejor respuesta, más allá de acciones individuales basadas en el autoritarismo del personaje que se trate.

LRL: ¿En que áreas de la vida colombiana ve liderazgo colectivo?

HdlC: Me parece que el experimento más reciente que tengo es justamente el equipo de negociación en La Habana. Se trataba de personas de diferentes vertientes. Además de negociar con las Farc había que buscar una postura unificada como equipo en medio de posiciones radicales.

Por otro lado, no solo negociamos con las Farc, sino con distintos estamentos de la sociedad como las élites, la Iglesia, los gremios y los militares. Me parce que hubo un trabajo colectivo bastante interesante, pero en este momento se acentúa mas la necesidad de algo más colectivo que simplemente figuras individuales, por brillantes que sean.

LRL: ¿Cómo describe a un líder?

HdlC: Creo que el líder que necesita Colombia tiene primero que encabezar un liderazgo colectivo más acentuado en una visión más influyente. Segundo, debe tener una gran capacidad de comprensión de las tensiones sociales, creo que hay personas muy miopes en Colombia que piensan que el conflicto social eran solo las Farc y pueden pensar que aquí no va a haber más conflictos, y eso no es cierto. Por supuesto que desmovilizar el aparato más grande en la subversión, como son las Farc, es un hecho histórico monumental. Pero tenemos que estar preparados para una sociedad que es conflictiva, y creo que la manera de enfrentar esto no es con el autoritarismo, sino con la convicción, el raciocinio, la fuerza tranquila del Estado e instituciones en busca de protección y seguridad, pero en un esquema de apertura, de respeto por las ideas ajenas.

En el acuerdo de La Habana se plasmó el tratamiento de los movimientos sociales que compiten con los partidos. Esto genera esquemas para nuevos liderazgos. Me parece que los movimientos sociales, los intereses concretos de una sociedad que es más multiforme y más diferente, son espacios para el liderazgo. De hecho, sí veo que no hay participación política macro. Por ejemplo, los referendos han fracasado y tuvimos este revés con el plebiscito. Pero se puede evidenciar eficiencia de otras formas de participación, en especial de los jóvenes, hay mil movimientos de intereses concretos que permiten ver un escenario adicional al de los partidos y que ayudan a construir una política más limpia.

LRL: ¿Qué le aconseja a los líderes jóvenes?

HdlC: Los años sesentas fueron historia de una enorme movilización juvenil y en particular estudiantil, que incluso se degradó. Muy buena parte de las personas que nutrieron grupos guerrilleros, no tanto las Farc, pero por ejemplo el ELN, provenían de las universidades. Y eso, por alguna razón junto con la degradación de la política, generó una especie de dimisión de los jóvenes frente lo público. De forma tal que llegamos a una fase de enconchamiento, de marasmo, escepticismo, es casi una década o algo mas donde los jóvenes ni sonaban ni tronaban. Parecían absolutamente desentendidos de los temas públicos, de los temas colectivos, cada quien pensaba en lo suyo, en encontrar empleo o en irse a trabajar a una multinacional.

El consejo ahora es que hay nuevamente que volver a lo público porque no hay suficiente opinión pública en Colombia, lo que hay es impulsos un poco epilépticos. Por ejemplo, matan a una persona y quieren castigo, se olvidan de eso y ahora quieren otra cosa, es una discusión muy volátil que es incluso farandulera. Me preocupa que el tratamiento de las noticias está siendo atendido de una forma muy superficial. Me parece que un joven dentro del marco del liderazgo debe tener más conciencia de la realidad colombiana, de lo que somos, tener más claras las discusiones públicas, tomar partido con solvencia intelectual de lo que se está pensando y no solo a base de impulsos.

LRL: ¿A qué personas o grupos en la actualidad le reconoce liderazgo público?

HdlC: Existen líderes en muchos campos. En la política está la voz fresca de Claudia López, es muy interesante junto con su lucha contra la corrupción. En  educación, la tarea de  Sergio Fajardo ha sido importante. Desde la época de la Constituyente he respetado mucho a Antonio Navarro, como guerrillero termina dejando las armas y se vincula a la vida civil. El M-19 hace un pacto que ha cumplido religiosamente bajo un trabajo netamente político. De tal forma que Navarro, con todo y su pasado guerrillero, es un político constructivo y serio. Es muy difícil acotar todo el panorama pero está también Moisés Wasserman quien fue rector de la Universidad Nacional. Santiago y Armando Montenegro, quienes desde una visión económica mezclan la visión humanista. Así mismo, repartiría a los columnistas que ya nombré. También la presencia de César Gaviria en la política es muy importante.

LRL: Mirando hacia atrás, pensando en líderes colombianos ¿cuáles le atraen?

HdlC: En mis estudios de derecho, Alfonso López Pumarejo fue una figura renovadora y ha quedado plasmado en la visión que uno tiene de la historia de Colombia. Por su capacidad de cambio y de incorporar nuevas realidades. Hay una serie de líderes de la época del liberalismo radical que se dijo estaban desfasados, que no coincidían con la realidad de Colombia pero que realmente eran mentes selectas y personas que trabajaron para acentuar de mejor modo la civilización en Colombia. Por ejemplo, Murillo Toro. Luego la configuración del Frente Nacional, injustamente criticado porque le atribuyen una serie de desgracias de las cuales realmente no es responsable. Sí hay que reconocer que compartieron el poder entre dos bandos que estaban luchando a muerte y que llamamos por antonomasia la Violencia en Colombia. Alberto Lleras Camargo y Laureano Gómez fueron capaces de forjar un pacto que en términos de seguridad ciudadana y terminación de hostilidades fue inmediato. Cuando se firma el pacto nacional desaparece la violencia partidista en Colombia, reduciéndose a cero.

Por cierto, ahora, desde que se tomaron medidas de confianza en La Habana a hoy, el ahorro de vidas humanas por razón de la implementación de los Acuerdos es enorme. Nadie piensa, si uno extrapola los datos desde el momento en que tomamos la primera medida del cese del fuego a hoy, hay miles familias en Colombia que no están asistiendo a velorios. En el Hospital Militar solo hay un herido de guerra y ya está apunto de salir. Son cosas que a veces se pierden en la discusión en Colombia que está demasiado agresiva.

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