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Fernán González busca que Colombia comprenda el conflicto armado en la historia del país de una manera más compleja y menos estigmatizante. Es #TrendingLíder360º esta semana. 

Fernán González #TrendingLíder360º - Red Líder

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Entorno del líder

Todo liderazgo surge de unas influencias en la vida: personales, intelectuales, vivenciales, de todo tipo. ¿Cuáles diría usted que son esas influencias que han determinado su estilo y sus motivaciones de liderazgo?

Desde mi casa: mi papá y mi mamá. Ya tenía un perfil bastante marcado en mi vida, mi mamá era maestra de escuela en una época en la que las mujeres no estudiaban nada, ni trabajaban. Ella era maestra en Lorica, a principios del siglo XX. En mi casa siempre había libros, eso marcó mucho mi parte intelectual.

Me empecé a forma prácticamente como historiador, leyendo todos los libros que cayeran en mis manos. Aprendí a leer solo, a los cuatro años.

La formación en el colegio y, sobretodo la formación en latín y griego en la Compañía de Jesús, marcaron mucho mi vida por la influencia de mis profesores. Nosotros no solamente traducíamos textos del latín y del griego, recreábamos el contexto económico, político y social de cada uno de esos trabajos. Leímos en latín las obras de Julio César y Cicerón; en griego a Demóstenes y Homero y, a partir de eso, nos familiarizamos con el mundo griego y latino.

Hay varios personajes que influyeron en mi vida. Jaime Rojas Llorente que nos formó en el estudio de griego y latín, y en la lógica redaccional; y Tulio Aristizabal, que nos abrió los ojos frente a la historia y al arte del mundo moderno, nos mostró la obra de Picasso y Dalí, esos personajes marcaron mi vida intelectual. Eso determinó mis estudios. Mucho antes de la carrera de pregrado me había formado como historiador, a partir de todas esas cosas.

Cuando llegué a enseñar al colegio San Ignacio empecé a recibir influjo de historiadores como Jaime Jaramillo Uribe y de autores de la corriente revisionista de la historia, como Indalecio Lievano Aguirre. Ya en el CINEP empecé a la historiografía norteamericana gracias a una amiga, Katherine Legrand  y en la Universidad de los Andes donde estaba estudiando la maestría en Ciencia Política admiré mucho la disciplina de Pacho Leal, más que los contenidos. Después en California, en Berkeley, en los años 80 estudié bajo la dirección de Tulio Halperin Donghii, historiador de América Latina que marcó mi enfoque en la historia comparada. Teníamos una visión muy recortada y parroquial de la historia colombiana, cuando se empezó a abrir la mirada comparada de la historia de América Latina.

La confianza en sí mismo es fundamental para el liderazgo. ¿De dónde proviene su confianza en sí mismo?

Inicialmente creo que era bastante inseguro de mí mismo, era muy tímido y tenía muchos problemas para hablar en público. Con el tiempo y por la disciplina, me tocó empezar a dar clases en los colegios. Después de que uno se enfrenta a estudiantes de colegio, puede enfrentar cualquier cosa. Cuando llegué a ser profesor de universidad ya tenía cierto recorrido.

Además, en esa época ya tenía buena fama y background, tuve mucho reconocimiento por parte de mis estudiantes, eso me fue ayudando, pero al principio no. Gradualmente me fui volviendo seguro. Mi posición, un poco escéptica frente al mundo exterior también me ayudó mucho.

Las adversidades ayudan a formar el carácter y la personalidad del líder. ¿Qué adversidades ha tenido que superar?

Por ejemplo, la misma historia del CINEP. Hubo muchos enfrentamientos internos en una época de muchos cambios, donde existía una división interna y grupos radicalizados. Estuvimos un poco estigmatizados porque éramos demasiado liberales, contemporizadores. Pasamos por un momento difícil internamente, en que la línea académica, intelectual, de estudios serios no era tan aceptada aquí inicialmente, y la mayoría de la gente estaba mucho más metida en la teología de la liberación, el trabajo popular y ese tipo de cosas.

Siempre trabajé en instituciones como la Universidad de los Andes, la Universidad Externado de Colombia. Hubo mucha incomprensión sobre nuestro trabajo académico porque era visto como algo apartado del mundo contemporáneo. Por eso tuvimos una serie de enfrentamientos, durante la presidencia de Julio César Turbay Ayala, una época de persecución notable. Intentaron vincular al CINEP con el asesinato de Pablo Buelvas, en parte por imprudencia y un poco por ingenuidad de personajes de esa época. Fue un momento muy duro.

Luego, también tuvimos un ambiente complicado, me tocó asumir la dirección del CINEP en el momento más duro de la institución, estaba casi en quiebra, era perseguida, amenazada, sufriendo de incomprensión interna y con dificultades de todas partes. Tocó hacer un reajuste, disminuir el personal, fue un momento muy duro, de mucha incomprensión interna. Incluso terminé la dirección del CINEP enfermo. Prácticamente estábamos a punto de ser declarados objetivos militares de Carlos Castaño, era el momento en el que mataron a Mario Calderón, y era un signo de que había que golpear a estas instituciones.

Aprendimos a sobrevivir y a buscarle la comba al palo. Más dura fue la época de Julio César Turbay Ayala, la incomprensión tanto interna como externa por parte de la iglesia, de otros jesuitas. Esos fueron dos momentos graves.

¿Cuáles habilidades han facilitado su liderazgo?

Una habilidad que siempre he tenido es detectar y aprovechar las potencialidades de la gente que trabaja conmigo. Por eso considero que a mi lado ha surgido gente muy importante en las ciencias sociales. Descubrir y aprovechar las potencialidades de la gente y de los equipos, y tener cierta capacidad de influir y hacer, digamos, lo que hace un director de orquesta, aprovechar a todos y llevar a la gente a una labor de conjunto.

También he tenido bastante claras mis metas en la vida académica e intelectual. Otra de las ventajas es un poco la capacidad de analizar situaciones complejas y difíciles, mostrar la complejidad del contexto, detectar su potencialidad, dificultades, peligros, obstáculos y tratar de prever qué se puede hacer. Aunque mucha gente no me haga caso en esas posiciones, he logrado una capacidad analítica de los contextos y de la gente, que es bastante importante.

Visión de liderazgo

Una visión de liderazgo tiene un diagnóstico de la situación a intervenir, una meta hacía dónde ir y una fórmula para lograrlo. ¿Cuál diría usted que es su diagnóstico, fórmula y meta?

Lo que vengo haciendo desde hace algunos años es el análisis del conflicto armado. Me he dado cuenta de las complejidades y los problemas que hay detrás del contexto, qué los produce, cuáles son los trasfondos.

Lo que he tratado de hacer es identificar la necesidad de analizar la situación de la problemática actual en Colombia, de la manera más compleja y menos polarizante posible, viendo más allá de las discriminaciones entre malos y buenos, para mostrar la complejidad de lo real y para formar a la gente en esa dirección.

Si he hecho algo con mis estudiantes es mostrar que los problemas tienen un trasfondo histórico de larga duración, y que las situaciones son más complejas y tienen más posibilidades de lo que uno se imagina. La situación de la violencia colombiana se basa en visiones muy simplistas en blanco y negro, pero la situación política nunca es en blanco y negro, está llena de matices grises. Ese es el diagnóstico.

La meta es que la nación soñada, no sea una realidad, porque es imposible, pero que lo que vivimos en el país se acerque un poco más al ideal de sociedad de la nación soñada. Partiendo concretamente del estudio y análisis concreto de situaciones, pensando en soluciones de tipo utópico, pero sabiendo que la utopía nunca se va a realizar. Hay que acercarse lo más posible a ese ideal. Alguna vez decía, que nosotros al principio soñábamos con un mundo mejor y terminámos aceptando un mundo menos malo.

¿Cuál es el ejemplo que usted le da a sus seguidores? Y ¿cómo encarna con su ejemplo los valores de su visión?

Lo que he hecho es acompañar a jóvenes investigadores que se están formando aquí, en la búsqueda de esos caminos y me siento bastante orgulloso de eso. Hay gente como Ana María Bejarano, Mónica Pachón, Ingrid Bolívar, Teófilo Vásquez, Víctor Barrera. Es gente que en la universidad y en el trabajo que hacemos, sale a estudiar seminarios internos de discusión sin imponer visiones, sino desplegando las potencialidades y enfoques de cada uno. Lo que he hecho es dejarlos crecer, dejar que cada uno busque su propio camino y desarrolle al máximo sus potencialidades.

Lo que he hecho, es tratar de coordinar esas potencialidades y esfuerzos en torno a una obra común, es lo que hemos hecho en los grupos de investigación, son 12 volúmenes de la historia del país que respetan el estilo y la manera de ser de cada uno de los investigadores y se trata de articularlos a un proyecto.

¿Cuáles son sus principales resultados en materia de liderazgo?

Los análisis concretos e investigaciones, que ya están en libros, pero lo más importante es la gente, la gente que uno forma en el CINEP como una escuela de investigación. Haberlos ayudado a crecer. Llegaron siendo unas niñas o unos niños y terminaron siendo mujeres y hombres profesionales, críticos y con un peso académico muy importante.

Hablemos de la cultura de liderazgo en el país. ¿Usted cómo describiría la cultura de liderazgo del país?

Veo que el liderazgo no necesariamente es bueno. La cultura del liderazgo puede llevar al bien o al mal. Lo que veo es que la mayor parte de las personas influyentes en lo público tienden a ser un poco simplistas, a ver el mundo en blanco y negro, por eso tiendo a ver ese tipo de liderazgo como más perjudicial que provechoso.

La mayor parte del liderazgo, en muchos lugares, es negativo. El liderazgo de los medios, en muchos aspectos, no ayuda a entender la realidad, ni ayuda a construir un mejor país.

Dentro de 20 años unos historiadores deciden estudiar este momento de la vida del país, a través de cinco líderes emblemáticos. ¿Qué cinco líderes escogería usted para estudiar?

La gente que ha trabajado en el proceso de paz, los negociadores, Humberto de la Calle por ejemplo, y los que han venido apoyando el proceso casi desde las sombras, Francisco de Roux.

También habría que rescatar personajes del sector privado como Nicanor Restrepo, fue clave en ese campo. Doris Salcedo también ha demostrado esa capacidad en el arte de generar consciencia. Hay muchos estilos de liderazgo.

En su libro “Poder y Violencia en Colombia”, ¿cuál fue el proceso de investigación y seguimiento histórico para determinar La Violencia?

Como equipo trabajamos la geografía del conflicto y empezamos a ver que el conflicto armado era muy diferenciado regionalmente, según las características regionales. A partir de la geografía del conflicto fuimos descubriendo también su historia, por qué el conflicto se había dado en ciertos lugares y bajo qué dinámicas, a partir de ahí hicimos una reflexión de historia de larga duración y llegamos a ver cosas como procesos de colonización periférica, que tuvo muchas dificultades para integrarse políticamente al país, y eso produjo un escenario proclive a la violencia.

Encontramos que es una relación interactiva entre factores estructurales de la violencia como pobreza, control de la tierra, desigualdad, exclusión política y la mirada subjetiva del complot entre buenos y malos, y a través de esa mirada llegamos a la conclusión de que la única salida fue la violencia. Es una mirada interactiva, espacial y territorial del proceso, que encuentra una visión diferenciada tanto en el Estado, como en las regiones.

¿Es momento de buscar que la violencia sea vista de forma diferente a partir del contexto?

Eso es a lo que aspiro, a que se mire el proceso violento de una manera menos polarizada, que conduzca a buscar la paz territorial. Primero, tener una visión menos polarizada y polarizante del proceso y segundo, ver que las diferencias territoriales en el proceso obligan a que las soluciones sean igualmente diferenciadas.

¿Considera que a Colombia le ha faltado liderazgo para salir del conflicto?

En Colombia ha habido mucho líder que ha tratado de salir del conflicto, pero muchas veces han encontrado mucha resistencia. Procesos reformistas, por ejemplo el de Lleras Restrepo, procesos de paz como el de Belisario Betancourt, incluso el de Pastrana, encontraron muchas dificultades en su momento, mucha resistencia de factores opuestos.

No basta la voluntad política de un líder, tiene mucho que ver con las limitaciones que se encuentran en el contexto, en la manera en que pedagógica o políticamente se trata el proceso.

Más que falta de liderazgo, es no haber previsto las dificultades que el contexto ponía y la manera de solucionarlas, es más bien de pedagogía.

¿Qué cree que sería fundamental en el proceso de paz: educación, política…?

Por supuesto la educación política. La gente tiene que despolarizar las miradas, el mundo no se puede mirar en blanco y negro, como enemigo o amigo de la paz.

De la misma forma, creo que la paz es vista de manera diferente. Para algunos es simplemente el cese al fuego, para otros  la paz tiene que ser la solución de todos los problemas en cambio para nosotros, la paz es un proceso que arranca con el cese del conflicto para crear posibles caminos de solución graduales en el futuro, sabiendo que el futuro va a ser difícil, con dificultades y retrocesos que no pueden dejarnos desfallecer en el camino.

Es un proceso, ha faltado mirar la paz como un proceso de soluciones parciales, a veces incompletas, como un camino. No es un punto de llegada, sino un punto de partida para afrontar otro tipo de problemas que el país nunca había querido mirar. 

Fernán González #TrendingLíder360º - Red Líder

Iniciativa de liderazgo

¿En qué consiste su iniciativa de liderazgo?

Lo que he tratado de hacer es que la gente comprenda, de manera más compleja y menos estigmatizante, el conflicto armado en la historia del país. Ofrecer al país una manera distinta de ver su historia, y que ayude a entender el proceso violento sin descalificar, que permita construir un país nuevo.

¿De dónde surge o qué lo llevó a iniciarla?

Fue surgiendo del proceso paulatino de investigación, no fue por iluminación. Fue un camino que empezamos a recorrer entre varios a través de la conversación y empezamos a ver el problema territorial, espacial, aspectos de todos los actores involucrados.

Fue un proceso de construcción por pedazos, como ir armando un rompecabezas o haciendo un crucigrama, uno coge parte por parte y va armando el paquete. Es fruto del trabajo, de la investigación, del diálogo y de mucha lectura de autores que han ido trabajando este tema desde hace bastante tiempo. Es un trabajo acumulativo, lo que hicimos fue una síntesis, recoger y construir un aporte ladrillo por ladrillo.

¿Cuáles han sido los principales obstáculos que ha tenido que superar para desarrollar la iniciativa?

Dificultades de orden burocrático no faltan, el trabajo final nuestro era entre cinco o seis grupos de investigación en el país, y tocaba lidiar con aparatos burocráticos de cada uno de los centros de investigación, cada uno tenía su estilo. Tratar de compaginar la burocracia fue más difícil que compaginar los enfoques de los investigadores.

Además, un poco la incomprensión de mucha gente, el para qué de hacer una investigación y publicar libros si eso nadie los va a leer. Aunque hubo mucho trabajo de campo de parte de los investigadores, también hubo mucha incomprensión sobre el trabajo intelectual y académico, incluso aquí mismo dentro del CINEP.

Ronald Heifetz sostiene que liderar es vivir peligrosamente. Porque el liderazgo tiene un lado no glamuroso, del que poco se habla: genera que otros se opongan a la iniciativa de liderazgo llegando incluso a buscar detener al líder. Esto ocurre porque el liderazgo transformador genera cambios y “pérdidas” para la gente desequilibrando el statu quo. ¿Qué piensa al respecto?

Nuestra historia ha sido así, peligrosa. Hemos encontrado muchas dificultades para salir adelante y hemos desafiado mucho el statu quo desde ambos puntos de vista. Del lado del establecimiento, porque nos cuestionaban muchas cosas, pero también del lado de los revolucionarios y alternativos porque nos han considerado muy blandos, demasiado conciliadores. Hemos tenido dificultades por lado y lado. Es muy difícil encontrar aliados cuando uno se va por el camino del medio, porque encuentra enemigos de la derecha y de la izquierda.

¿Cree que dado el contexto apropiado, cualquiera puede ser líder?

Requiere cierta dosis de inteligencia, sentido común y percepción de la complejidad de los contextos. Para eso hay que entender lo que pasa.

¿Puede un individuo liderar un grupo que se encuentra en constante cambio?

Hemos ido haciendo eso, nos hemos movido en situaciones muy cambiantes. Hemos pasado por toda serie de dificultades, contextos y problemas de toda índole, y hemos salido adelante buscándole la comba al palo, tratando de aprovechar lo mejor posible las capacidades de cada uno.

¿Ha tenido que superar algún paradigma?

Todos. El problema de la confrontación entre oligarquía y pueblo, el problema del marxismo y corrientes positivistas.

Nos hemos ido apartando de modelos preestablecidos, buscamos cierto modelo de interpretación de la violencia que sea distinto, que se distancie de unos y de otros. No es un combate entre buenos y malos, sino la búsqueda de un país nuevo, distinto. Eso nos ha ido ayudando a superar todos los obstáculos. Uno se mueve entre buenos y malos, pero si se deja atrapar por esos estereotipos no logra salir adelante. 

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