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Las enfermedades mentales y el suicidio en Colombia deben ser tratados como un problema de salud pública y no como tabú, plantea a través de su obra Piedad Bonnett, escritora y columnista, #TrendingLíder360º de esta semana. 

Piedad Bonnet #TrendingLíder360º - Red Líder
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Entorno del líder

Todo liderazgo surge de unas influencias en la vida: personales, intelectuales, vivenciales, de todo tipo. ¿Cuáles diría usted que son esas influencias que han determinado su estilo y sus motivaciones de liderazgo?

Mis papás. Me enseñaron disciplina, respeto por el otro y honestidad.

Me tocó la mejor época de la universidad, que fueron los años 70. Viví en la Universidad de los Andes las protestas contra la guerra de Vietnam, el hipismo, un teatro muy beligerante dentro de la universidad.

Pasar por ahí y participar en los movimientos políticos del 71, para mí fue muy importante.

La influencia enorme de los libros también, me la he pasado toda la vida leyendo. Soy producto de todos los libros que he leído.

La confianza en sí mismo es fundamental para el liderazgo. ¿De dónde proviene su confianza en sí misma?

La he ido adquiriendo con la experiencia. La experiencia me va reafirmando.

Hubo una época en la que tenía muy poca confianza en mi talento. Entre los 20 y los 28 años tenía muy poca confianza en esa parte de mí misma.

También, porque, como fui maestra, he hecho todo un proceso de confrontación con el otro, de introspección y de autoconocimiento, que me ha llevado a pensar que no tengo que ser perfecta para confiar en mí misma.

Las adversidades ayudan a formar el carácter y la personalidad del líder. ¿Qué adversidades ha tenido que superar?

Tuve la más grande de las adversidades, tuve un hijo que se  enfermó y duró enfermo 10 años y luego  se suicidó  a causa de eso mismo.

Al lado de esa adversidad, todas las otras adversidades quedan pequeñas.

Esos 10 años de dolor, de alguna manera me hicieron más fuerte.

¿Cuál es el origen regional de su familia?

Soy de una familia antioqueña de pueblo, que es muy distinto a ser de una familia antioqueña de Medellín.

Nací en un pueblo muy aislado, en una familia de clase media colombiana, y pasé mi infancia en ese aislamiento, en un tiempo donde estaba muy cerca la violencia entre liberales y conservadores, donde también se respiraba mucho el fanatismo de la iglesia católica.

Fui criada en una atmósfera que estaba permeada por eso.

Vengo de una familia de maestros por lado y lado, una familia con una gran fe en la educación como una manera de salir adelante y con un gran respeto por la palabra y la manera de decir las cosas.

Desde chiquita me corregían y me enseñaban palabras nuevas.

¿Cuáles fueron sus primeros rasgos, actos, o insinuaciones de liderazgo?

Fui una líder infantil y juvenil, pero en el peor de los sentidos, porque fui muy rebelde, de alguna manera, incitaba al grupo a la rebelión.

En la universidad, por el contrario, mientras había otra gente a mi alrededor que estaba liderando, yo no lideré nada.

Por varias razones, pero entre otras, porque a pesar de que participaba intelectualmente de manera muy activa, como no me ha gustado militar en grupos, mi individualidad me marginó de cualquier liderazgo.

¿Considera que maneja bien las emociones y la inteligencia emocional?

Sí. Soy una persona muy afectiva y mi único desbordamiento puede ser a instancias del enamoramiento o de los afectos.

Por ese mismo proceso que he hecho de conocimiento de mí misma, fui cultivando un equilibrio y hoy en día me siento emocionalmente muy equilibrada, básicamente porque llegué a odiar todos los extremismos.

Todo lo que sea exaltación apasionada de algo no me gusta, porque este es un país en guerra que no admite esas cosas.

¿Le ha tocado salir al balcón, esto quiere decir, le ha tocado impersonalizar situaciones difíciles?

Sí.

Me ha tocado en este sentido, cuando saqué el libro sobre mi hijo Daniel, salí a la palestra y me encontré con un turbión de emociones de la gente. Tuve que hacer una tarea de equilibrio. No fue distanciarme cerebralmente de la gente, porque sería horrible, sino recibir todo eso y fortalecerme, no debilitarme.

Salí dos veces a la palestra. Cuando salí con el libro -eso implicaba valentía- y cuando me enfrenté al dolor de los demás. He ido a ellos y he vuelto a mí. Esa es mi gran salida al público.

De hecho, vivo expuesta al público. Con mi poesía, por ejemplo, entro en contacto con públicos muy grandes, y eso es una especie de desnudamiento, de ponerse en riesgo, hasta cierto punto.

Visión de liderazgo

¿A qué personas de la vida pública le reconoce usted liderazgo? Y mirando hacia atrás, pensando en líderes colombianos ¿cuál le atrae?

Mientras más cercanos, más frágiles se vuelven los líderes ante los ojos de uno.

Con todo y lo que sé que representa ser el presidente de los Estados Unidos, me parece que Obama es un gran líder.

Cuando vi que salió Jimmy Carter a la palestra a decir que tenía cáncer cerebral con esa sonrisa, pensé que él es un gran líder. Es un hombre que aún habiéndose equivocado en la presidencia, le entregó el resto de la vida a los procesos democráticos.

Aquí hay líderes también. Me simpatiza el liderazgo de Mockus, aunque no votaría por él. Me simpatiza ese tipo de liderazgo, es diferente.

Hay muchos líderes en territorios que tradicionalmente no se consideran como territorios de liderazgo, como la ciencia o la educación. A esos líderes los admiro.

En el pasado en Colombia, me atraen algunos de los líderes que hicieron la independencia. De ellos hay una joven figura que me gusta mucho, el sabio Caldas. Logró conjugar su saber científico y su beligerancia política.

Hay líderes que respeto, como Galán, pero no le dieron el chance de mostrar lo qué iba a hacer. O cómo Alberto Lleras, una persona que tuvo coherencia.

Una visión de liderazgo tiene un diagnóstico de la situación a intervenir, una meta hacía a dónde ir y una fórmula para lograrlo. ¿Cuál diría usted que es su diagnóstico, fórmula y meta?

¿Cuál es el diagnóstico? Que a los escritores nos toca dar cuenta de la complejidad, del matiz y el conflicto, no resolverlo. Damos cuenta de que el mundo es ambiguo y no hay hechos sino interpretaciones, como decía Nietzsche.

La meta es no perder jamás la conexión con mis necesidades más hondas de expresión. Jamás hacer concesiones al mundo comercial, sino que mi obra siempre sea producto de honestidad interna y no de demanda externa.

La fórmula es exactamente lo que no tiene un escritor. Cada vez que un escritor está escribiendo una obra, precisamente lo que trata de eludir es la fórmula. Lo que necesita hacer es reinventarse cada vez con un libro. Cada vez encontrar una forma distinta para decir algo distinto.

¿Cuál es el ejemplo que usted le da a sus seguidores? Y ¿Cómo encarna con su ejemplo los valores de su visión?

Diría que no tengo seguidores, sino alumnos y lectores.

Lo que quiero transmitir es la fuerza de una pasión y el rigor en el oficio que tengo.

Mi visión de mundo está en mis libros y está en una palabra que no cree en verdades absolutas.

Hablemos de la cultura de liderazgo en el país. ¿Usted cómo describiría la cultura de liderazgo del país, desde su perspectiva siendo escritora?

En este país hay, primero, propensión al caudillismo, porque somos muy anacrónicos, políticamente hablando. La adoración al padre que entraña el caudillismo.

Por otro lado, la propensión a la deificación del héroe y luego la propensión a derribarlo a la primera debilidad.

También, la tendencia a confundir el estrellato con el liderazgo.

Pero hay una corriente subterránea, que es la que hace que este país esté tan vivo. En medio de la adversidad, siempre nace un líder para organizar a los otros y para luchar por una causa, aunque sea perdida.

Esa también es una cultura de liderazgo, que nace del que se ha hecho a sí mismo y ha logrado la fuerza para salir adelante. En este país hay mucha gente así.

Habría más cultura de liderazgo si existiera lo que García Márquez señaló y que no hay, suficiente solidaridad. Cien Años de Soledad está mostrando que este es un pueblo que no es solidario a la hora de las verdades.

Me da tanta tristeza cuando veo que los líderes son esos pobres diablos que están allá en el Congreso.

¿Cómo ve el liderazgo en la literatura y en Colombia?

Hablar de liderazgo en literatura es difícil siempre, porque el líder de alguna manera quiere arrastrar, convocar y la literatura es un trabajo solitario que espera un resultado, pero que no se sabe nunca cuál es.

Pienso que si hay maneras muy sutiles de hacer liderazgo dentro de la literatura. García Márquez era un líder a su manera.

Me gusta mucho la figura del escritor que quiere ir más allá de la sola palabra y se convierte en un intelectual más integral.

Por ejemplo, un  escritor como Juan Manuel Roca en poesía, o la gente que se manifiesta en determinadas coyunturas políticas desde el arte.

Me parece que hay voces muy connotadas en literatura. De alguna manera fue líder Óscar Collazos, lo es Juan Gabriel Vásquez. Sobre todo los que tienen una posibilidad de que su voz se extienda a los medios. Pero desde la literatura hay posibilidades de liderar. 

¿A qué países les destaca usted liderazgo en arte y literatura?

Francia tiene una impresionante tradición de liderazgo desde la literatura,

Ni qué decir de Inglaterra. Los escritores en Inglaterra siempre fueron grandes líderes seguidos por la multitud. Walter Scott que es escocés, también es un ejemplo. Lo fue Víctor Hugo, una persona como Dostoievski también fue un líder.

En Estados Unidos hay voces literarias que son totalmente de líderes, que congregan o suscitan interés, porque son personas que están mirando su propia cultura desde una visión muy compleja. Por ejemplo, Philip Roth es un líder desde la literatura.

Cuando un escritor sabe hablar de su lugar, de su origen y de la idiosincrasia de una cultura, se convierte automáticamente en un líder porque es la voz de la comunidad.

Dentro de 20 años unos historiadores deciden estudiar este momento de la vida del país, a través de cinco líderes emblemáticos. ¿Qué cinco líderes escogería usted para estudiar?

Habría que mirar el binomio Santos – De la Calle. Aunque pienso que Santos no tiene liderazgo en otros territorios, ha sido el que ha liderado el proceso de paz, eso lo consagra como un líder. De la Calle ha hecho un trabajo pertinaz muy duro y muy difícil, que implica necesariamente liderazgo.

Habría que examinar lo que hizo Jaime Garzón, el humorista, porque desentrañó una parte del alma de este país a través del humor.

Habría que mirar también los movimientos indígenas y mirar a una mujer como Aída Quilcué.

Tendría que ir a un sobreviviente de la guerra, por ejemplo un sobreviviente de la UP o de los desplazados. A un líder que no se haya dejado vencer por el horror de las masacres de la guerrilla, los paramilitares y los militares.

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Iniciativa de liderazgo

¿En qué consiste su iniciativa de liderazgo?

Son los otros los que, de alguna manera, creen que uno es un líder.

Hay gente que se propone liderazgos como un cura o el Presidente de la República, pero un escritor no.

El intelectual se convierte en líder si da en el blanco. Si de pronto verbaliza una necesidad general.

Llegué a tener un liderazgo en la medida en que hablé por los demás, intuitivamente, cuando hablé del suicidio, de la enfermedad mental, de la medicina en este país, o cuando plantee para qué se educa, si para el éxito o la felicidad.

Yo espero que mis libros sean un corpus coherente con mi  visión del mundo.

En ese sentido no es mi iniciativa, sino el resultado de un trabajo que no estaba buscando liderazgo.

¿De dónde surge o qué lo llevó a iniciarla?

Ese camino se construyó con una obstinación que nacía de la vocación.

Me enfrenté a la voluntad de mi padre, que no quería que estudiara literatura. Me enfrente a los educadores en mi colegio, que no creían que ser diferente, como del alguna manera lo era yo, era un plus, sino que eso había que reprimirlo. 

Me lo conseguí a pesar de que me casé muy temprano y tuve hijos muy temprano, y perseveré en estudiar, en leer y hacer lo que siempre había querido.

Me lo forjé también abriéndome camino entre mis propios miedos, porque me criaron con muchos miedos.

Así hice el camino.

¿Qué es lo distintivo de su iniciativa?

Cada escritor tiene un mundo particular, y lo que la gente reconoce en un escritor, lo que hace que lo ame, es que tenga un mundo propio que no se quede en la anécdota personal, sino que construya una visión de mundo, que de alguna manera estimule o empate con la visión de mundo de los demás.

Hablando del libro que me dio más a conocer, lo particular fue que toqué una llaga social, rompí un silencio y permití a la gente que pensaba que sacar a la luz sus propios dolores era impertinente, que lo manifestara diciendo:
esto es algo que sucede mucho y que la sociedad tiene que examinar por qué sucede.

¿Cree que contribuyó a que la visibilización del suicidio y la enfermedad mental sucediera?

Mucho. Sin proponérmelo. Y es que pienso que la literatura no tiene bordes. Me gusta la gente, me gusta dejar que penetren mi propio círculo.

Lo he podido ver palpablemente. Por ejemplo, los colegios y universidades están pidiendo ahora más asesorías para prevenir el suicidio. Los médicos me han llevado a sus congresos porque creen que puedo aportar algo al estado de la psiquiatría, no porque sepa, sino porque les ilumino cosas que a lo mejor no ven en el consultorio.

El arte permite muchas veces ver mejor las cosas que lo científico.

Ellos se permitieron sentir con mi libro, algo que en un consultorio no se permite sino hasta un punto. No se permite sentir, porque sentir los involucra mucho y los debilita. Están entrenados para no sentir, pero frente a una obra literaria pueden hacerlo.

Esa empatía, que es lo que una obra literaria crea, ha abierto un montón de pequeñas puertas en este territorio al que nunca pensé que llegaría.

Sí ha calado lo que hice. 

Hay otra cosa, que dice Sabater, y es que la función de la literatura es poner en conexión la soledad del lector con la soledad del escritor.

Se permitieron llorar su propia pena a través de la mía. Volverla a llorar, pero comprendiendo y perdonando.

Este fue un libro que le permitió a la gente reconciliarse con el hecho de que la gente lo deje a uno. Que comprenda que el suicidio es más que un abandono.

¿Cuáles han sido los principales aliados?

Mis principales aliados son mis lectores. Mis aliados son también los alumnos en los que todavía hay alguna cosita de lo que yo dije.

Eso es lo que pude hacer, mi obra. Mi obra es lo que dejo en otros. Esa es la tarea que hice de maestra: le enseñé a mucha gente a leer poesía. Les hice amar la poesía. Si algo me enorgullece, es que algunos cuantos salieron amando la poesía.

Esa es una forma de liderazgo muy importante, la del maestro. Está muy desconocida en este país. Es una forma de liderazgo muy delicada, muy secreta, que no se puede medir. Un buen maestro en la vida de uno se vuelve definitivo.

¿Cree que dado el contexto apropiado, cualquiera puede ser líder?

No. En la condición humana –Shakespeare dice algo así- hay galgos corredores y perros pekineses.

Hay seres que no tienen madera de líder, o hay una gran parte de la humanidad que nada por la superficie, precisamente porque esta sociedad no propicia mucho más.

No todo el mundo puede ser líder, si no el concepto de líder no tendría ningún sentido.

Lo valioso del término “líder” es que sólo cada tanto surge un líder.

Ahora, ¿qué es lo que significa ser líder?, eso es otra cosa. El señor Putin es un líder, el Papa es un líder. Que a uno no le simpaticen un montón de líderes, que esa no sea la idea de uno de liderazgo, eso es otra cosa.

Me impresiona mucho que en países donde todos se han estado matando, Sarajevo, Bosnia Herzegovina, de pronto sale un líder. Siempre hay un líder que sale, y ¿cómo hace para salir? Todos consideran que ese es. Tiene las condiciones.

Ese es como un fuego que tienen adentro unas personas, un montón de condiciones confluyen, por eso la gente agradece tanto cuando aparece un líder.

Por ejemplo, Nelson Mandela apareció. Era el líder que se necesitaba, es como una especie de pequeño milagro.

Diría que la mayoría de veces los líderes nacen a pesar de la sociedad en la que se engendran, no es que la sociedad los construya.

¿Considera que el liderazgo está constituido por cambios adaptativos?

Un líder siempre es una persona que está inconforme. Es una persona que vislumbra el conflicto y se le ocurre un salida. Pero cuando ese líder se acomoda, se murió. Eso es lo que le pasa a los políticos aquí. Por eso hay gente a la que le conviene la muerte lo consagra como líder, como a Galán, porque nunca se sabe que habría hecho como presidente;  realmente se veía que era un líder.

El gran peligro es que el establecimiento se coma al líder, lo mastique y lo ponga  en una situación de confort. Un verdadero líder nunca se deja domesticar.

Es posible que uno como líder si se adapte y sepa mirar estratégicamente qué hacer. Por ejemplo,  Hay que ir buscando la salida desde el punto de vista estratégico, pero jamás concediendo, transigiendo, jamás renunciando a sus principios.

Una cosas es cómo encontrar, estratégicamente, adecuación y otra es acomodarse. Acomodarse nunca.

¿Cree que un líder debe saber exactamente lo que hace, ó debe recordarse que en realidad no sabe nada?

Un líder es una persona que está alerta, que no tiene verdades establecidas.

El líder es un autocritico y un critico de la realidad. Entre esas dos dimensiones se da juego en el que él no lo sabe todo, pero sabe qué quiere. Él examina y opta.

Lo que dijo Carter me gustó mucho. Tenía una sonrisa enorme diciendo que le iban a empezar quimioterapia porque tiene cuatro tumores en el cerebro, per que su vida había sido plena y que se iba muy tranquilo. Sabe que su vida tuvo sentido. Y reconoció públicamente sus errores. Un líder es una persona capaz de mirar hacia atrás y darse cuenta de ellos.

El líder que cree que no sabe nada, es Sócrates. El líder siempre sabe qué quiere, a que aspira, pero también se mueve en un terreno de incertidumbre.

La condición de un escritor es que se mueve en un terreno de incertidumbre. El escritor es el que esta buscando.

Siento que mi propia vida ha sido de búsqueda, y que eso justifica mi vida. No los hallazgos, sino la búsqueda.

La búsqueda es lo que le da sentido a la propia vida del artista, estar buscando. No que se quedó en lo que encontró y lo empezó a repetir porque le dio éxito, eso sería acomodarse. Uno tiene un estilo pero hay que ir creciendo alrededor del estilo

Ronald Heifetz sostiene que liderar es vivir peligrosamente. Porque el liderazgo tiene un lado no glamuroso, del que poco se habla: genera que otros se opongan a la iniciativa de liderazgo llegando incluso a buscar detener al líder. Esto ocurre porque el liderazgo transformador genera cambios y “pérdidas” para la gente desequilibrando el statu quo. ¿Está de acuerdo?

Totalmente.

Una persona puede estar liderando una causa extraordinaria, por ejemplo los líderes que están en el Amazonas impidiendo que acaben con el planeta, están arriesgando que los maten. El señor que lidera la restitución de tierras en el Urabá antioqueño vive peligrosamente, el escritor, artista, vive peligrosamente porque siempre está en riesgo de fracaso.

El riego es inherente al liderazgo. El Presidente Santos se arriesgó por la paz y eso le concede la condición de líder. Está tomando un gran riesgo y se le va la vida en eso.

Un líder siempre vive peligrosamente, sino no sería objeto de esa admiración que se tiene por el líder.

Martin Luther King es un ejemplo muy bonito sobre la estrategia. Estaba caminando en el puente de Selma y se devuelve, estratégicamente sabe que tiene que hacer eso porque pude poner en peligro su propia causa. A veces hay que claudicar para conseguir más, no para que le den una silla y se quede ahí siendo el presidente 200 años.

Siempre se está en peligro, sino no valdría la pena.

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