Este es un espacio de debate que no compromete la opinión de La Silla Vacía ni de sus aliados.
“Transformar la sociedad es responsabilidad de todos”: esta es la frase repetida por el presidente del grupo Bancolombia, Carlos Raúl Yepes. Para él genera un reto real, que es lograr trascender de la reflexión a la acción.
La Silla Líder habló con él sobre su iniciativa de liderazgo público y su visión de la paz.
Yepes considera que para alcanzar una transformación cierta se necesitan personas que quieran el cambio con determinación, capaces de liderar su entorno y dar ejemplo a través de sus propias vidas. Por eso tiene la firme convicción de que el líder debe convertir cada búsqueda y cada decisión en una visión positiva de la realidad cotidiana.
Dice que los empresarios están llamados a trasmitir y a alentar una visión de integridad y ética en cada una de sus acciones para fortalecer la solidez y la confianza dentro de sus compañías. Y que esos son los pilares en los que se fundamenta el futuro y el destino de las empresas en Colombia. Porque cree que además de ser eficientes y rentables económicamente, las empresas deben generar equidad, justicia e inclusión social.
Para Yepes llevar las ideas a la realidad suele ser difícil. Revela que el grupo que dirige ha querido tener un rol clave en la transformación como sociedad a través de acciones concretas. Son cerca de 52.000 empleados que, de acuerdo con él, tienen muy clara la misión de hacer realidad los sueños de más de 10.000.000 de clientes que confían en ellos. Además, la empresa ha contribuido con iniciativas que promueven la convivencia, la tolerancia, el respeto y la confianza.
“No solo somos actores económicos; también somos dinamizadores de las sociedades a las cuales nos debemos. Por eso la tendencia hoy en día está encaminada a alinear e integrar iniciativas públicas y sociales con la actividad empresarial, ya que precisamente entendernos como actores de lo social, nos impulsa al fortalecimiento, la solidez y la perdurabilidad de las empresas”, dice Yepes.
Sostiene que es un proceso y que hay un largo camino por recorrer, y que está convencido que la rentabilidad no es solo cuantitativa sino también cualitativa.
“Nuestro objetivo no es únicamente generar utilidades; es, ante todo, generar y crear valor, porque los valores siguen siendo los principios fundamentales en la conformación de la personalidad de un individuo o de una empresa, para el rescate de nuestro patrimonio moral, el único que tiene sentido desear, perseguir y alcanzar. Por eso, no cabe la menor duda: integridad y alto desempeño son compatibles”, agrega.
Explica que el propósito del grupo que preside es servir responsablemente, con la garantía de que si a sus clientes, colaboradores, proveedores, inversionistas les va bien, a los países donde opera, también les va bien. Que eso es coherencia y visión de futuro.

Usted es de los pocos empresarios que ha optado por no limitar su liderazgo al sector privado sino también tratar de tener posiciones sobre temas públicos. ¿Cuándo y por qué decidió que quería que fuera así?
Nace de considerar que una empresa no es solo un actor económico sino también un actor social. Puede que uno no tenga un cargo en el sector público, pero desde estas posiciones en el mundo de la empresa sí se puede hablar de “lo público” que es sagrado, sí se puede hablar de políticas públicas, sí se puede hablar de alianzas entre lo público y lo privado. Todas las empresas son de servicios, están al servicio de sus clientes, pero también de la sociedad.
Muchos empresarios creen que tener un liderazgo más público tiene un costo alto para sus propios negocios. ¿Ha sido esa su experiencia?
Por el contrario, es parte de sentir que las empresas no son entes aislados de una sociedad, por el contrario hacen parte de un ecosistema con el que necesitan conectarse y que necesita activamente de su participación. Lo que si hay que hacer es ser prudente, respetuoso, no tener agendas paralelas ni ocultas y hablar en interés general, no en interés particular.
Usted decidió respaldar el proceso de paz de La Habana cuando tenía muy poco apoyo en el país y aún menos en el sector privado. ¿Por qué?
La paz es un anhelo colectivo, no hay nadie que no quiera la paz, que más puede generar competitividad desde un punto de vista económico que una sociedad en paz. Lo que he pedido siempre es que los colombianos tenemos que ponernos de acuerdo sobre lo fundamental, eso no lo hemos hecho porque se ha estimulado indebidamente la polarización, la confrontación.
Los desacuerdos los volvemos guerras, verbales o físicas. Ojalá existiera en el país un liderazgo que fuera de capaz de ponernos de acuerdo a los colombianos sobre lo que nos une, nuestra visión de futuro, cuál va a ser nuestro aporte a una sociedad mejor, justa, equitativa, incluyente. No hay que esperar el resultado de lo que suceda en La Habana, que es importante, pero no lo único clave para que este país de una vez por todas asuma sus responsabilidades y su voluntad de cambio. La agenda la podemos construir desde ya, sin tener que esperar una firma o un estado posterior que llamamos postconflicto.
Necesitamos reconciliarnos como sociedad, dejando atrás el pasado y construyendo un futuro mejor para las nuevas generaciones a través de los espacios para el diálogo, basados en el respeto y la confianza.
Su apuesta de liderazgo empresarial ha sido a favor de una banca más humana. Para muchas personas, banca y humana no cuadran en la misma frase. ¿Cómo se concreta esa visión en su caso?
Cuando llegué a la Presidencia de Bancolombia propuse una Banca más Humana, pero con los días me he dado cuenta de que lo que necesitamos es la humanización de la sociedad en todas sus relaciones, no sólo en la banca o en las empresas. Eso se nos olvidó en todos los ámbitos. Lo que menos tenemos los seres humanos es ser humanos; somos hostiles, desconsiderados, irrespetuosos, mezquinos, es decir, inhumanos.
La Banca más Humana lo que propone es que las relaciones en la sociedad estén basadas en el respeto y en la confianza. Y de ambas cosas nos hemos olvidado, por eso la sociedad que tenemos que es una sociedad enferma, que mata, que deshonra, que miente con facilidad, y así es muy difícil. Necesitamos que cada uno humanice sus relaciones, que se respete y respete su entorno. A mí me corresponde proponerlo desde una institución empresarial, pero puede serlo desde cualquier persona o empresa.
Con frecuencia, tanto los guerrilleros como los paramilitares han penetrado las comunidades a partir de hacerle préstamos a la gente que no puede acceder a bancos. ¿Qué rol cree que deberían jugar los bancos en el posconflicto?
Los bancos desde ya juegan un rol demasiado importante en este aspecto. El país ha avanzado en sus normas y en su actividad en bancarización, y en que el ciudadano de a pié acceda a los bancos; de hecho, hoy más del 70% accede al sistema financiero. Los bancos nos comunicamos muy mal y en la sociedad hay mucho paradigma y muchos prejuicios. Por ejemplo, en Bancolombia tenemos más de 300 productos y servicios que son gratis.
Me sueño el día que podamos comunicarnos correctamente y decirle a la gente las muchas maneras que tiene para usar un banco sin que le cueste más. Eso es posible y en eso hemos avanzado. La clave es la confianza, la seguridad de las transacciones, una regulación que crea en la gente y que los clientes tengan un buen conocimiento de los productos y servicios. El gota a gota y el paga diario son el lastre de las personas, pero también en esto se ha avanzado gracias a los bancos, el Estado, sus normas y sus autoridades.
Hay muchas cosas que están cambiando y que si hay un acuerdo de paz van a a cambiar todavía más. ¿Cómo cree que debería evolucionar el liderazgo público del empresariado colombiano?
Se requiere compromiso decidido, romper paradigmas, creer en la gente, generar confianza y que todo esto se exprese en planes concretos de apoyo a la sociedad y en especial a que ocurra un verdadero acogimiento e incorporación de los colombianos a su sociedad, una sociedad de la que muchos han sido excluidos de múltiples maneras. Que lo público trabaje de la mano de lo privado y lo privado de la mano de lo público, en una labor de coordinación y no de desconfianza y rechazo como ha sucedido mayoritariamente en nuestra sociedad por tantos años.